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miércoles, 30 de mayo de 2018

BIZCOCHO DE NARANJA Y CHOCOLATE

Ya se nos fue en un suspiro mayo, el mes de las flores y de los exámenes de fin de curso. Recuerdo que en mi colegio era un mes muy señalado por aquello del mes de la Virgen. En nuestras clases, la decoración la hacíamos nosotras y era estacional. Las primavera. Las vacaciones. El otoño. La Navidad. Y en mayo siempre nos tocaba hacer un mural, a los que parecían (junto a unos indescriptibles collages), ser muy aficionadas mis profesoras. En el susodicho mural teníamos que pegar sobre una cartulina postales o fotos de diversas advocaciones de la Virgen, intercaladas con florecitas y corazones pintados a rotulador, amén de terroríficos ripios de producción propia. Cuanto peores los ripios, mejor puntuación nos ponían ("Virgen de la Inmaculada, yo te ofrezco esta ensaimada"; a ver, no era eso, pero casi). También era un mes de más capilla y rezo de lo normal. Siempre teníamos que rezar el Angelus, y siempre me ganaba una bronca porque no me enteraba y me tenían que dar un pellizco las compañeras adláteres para que guardase lo que estaba haciendo y me pusiera a chamullar las oraciones. Yo era la "Siempre en la luna de Valencia". Y luego estaban las canciones. Dios mío, las canciones. Nuestras buenas monjas nos torturaban de vez en cuando con unos  temas interpretados por un grupo llamado "Brotes de Olivo", donde unos niños repelentes con voz de pito nos cantaban unas canciones piadosísimas sin duda, pero que nos daban una dentera espantosa. Y si no me creéis, buscad en YouTube: alguien se ha molestado en subir varias de sus canciones y os haréis una idea de lo que hablo. Peor que rascar una pared de yeso con las uñas. Peor que Joselito, el ruiseñor de las cumbres.
 ¿Las habéis oído? Exacto: iggghhhhh.
Añádase a esto que en nuestro colegio había una monja, tutora nuestra concretamente, con veleidades artísticas de letrista musical. De hecho, demostraba cierto talento para reescribir letras paralelas (religiosas obviamente), sobre canciones más o menos laicas. A decir verdad,  demostró estar tan dotada para ello que ríete tú de León, Quintero y Quiroga o de Gardel y Lepera. Por favor, ni a la altura del betún. Recuerdo como ejemplos destacados una muy fusilada versión de "My Sweet Lord", en las que las chicas de la guitarra (siempre había dos o tres en cada curso) nos acompañaban mientras berreábamos: "Yo quiero conocerte, quiero conocerte, Señor". También hubo una notable adaptación de "The Last Supper" de "Jesucristo Superstar"; pero ahí, al fin y al cabo, no nos salíamos mucho del espíritu original. Cuando nuestra pía monjita se superó a sí misma fue esa vez que, con ocasión de un concurso musical que organizó el colegio (con notable optimismo),  le metió mano a la canción"The Bare Necessities", del Libro de la Selva. En español: "Busca lo más vital no más, lo que es necesidad no más", que además posteriormente se utilizó para publicitar aquello de "el plátano es sensacional" ¿A que os acordáis ya? Bueno, pues rizando el rizo, a la cancioncita se le puso otra letra que decía: "El Señor es sensacional, no hay otro que sea igual, a mí me gusta una barbaridad", Etcétera, etcétera. Francamente, madre: usted podía hacerlo mucho mejor, esa vez no se lo curró mucho, que digamos. Aunque yo era una niña muy modosita, rayando en la pavisosez más absoluta, de vez en cuando me daba un punto friki -que afortunadamente conservo-, como ocurrió esa vez, en que con la cancioncita de marras me tocaron el sentido del ridículo más de lo normal. Me aposté con una compañera de clase que iría a cantar semejante estupidez  tan magnífica composición con un plátano colgado al cuello de una guita. No recuerdo lo que me aposté, pero sí que cuando mi condiscípula me vio aparecer con el plátano, desistió cobardemente de la apuesta. Lástima, porque nos hubiéramos divertido mucho. Eso sí, no recuerdo si ganamos o si quedamos como solemos quedar en Eurovisión....
No se por qué motivo, pero cuando me acuerdo del colegio, me dan ganas de comer bizcocho. Y el otro día hice éste. La receta venía en el libro de la Thermomix "Un nuevo amanecer" (el recetario se llama así, palabrita del niño Jesús), la idea de cubrirlo con chocolate ha sido mía y es un clásico de mi cocina, porque siempre sale muy bueno y jugoso. De todos modos yo pongo la receta que se puede hacer con la batidora. Los que tenéis Thermomix ya sabéis como adaptarla. Y si no sabéis, es que no la utilizáis mucho. Mal, muy mal...
Ingredientes:
- 225 gramos de harina de repostería.
- 180-200 gramos de azúcar.
- Un sobre de levadura química.
- Un pellizco de sal.
- Tres huevos.
- Un yogur natural
-100 ml. de aceite de oliva.
-Una naranja entera. A ser posible, de zumo.
-Una tableta de chocolate para postres.
-Un chorro de nata.
Precalentamos el horno a 180º.
Ponemos en el vaso de la batidora la naranja entera, troceada. Ojo si no es de zumo, porque entonces tenemos que pelarla con mucho cuidado y sacar la parte blanca de en medio, poniendo luego en el vaso las mondas sin nada de blanco y la carne de la naranja.  El blanco de los cítricos es buenísimo para la salud, pero nefasto en los bizcochos: amarga cosa mala. Añadimos el azúcar y los huevos y lo batimos todo. Normalmente quedarán unos pedacitos de naranja muy pequeños. Eso le da gracia al bizcocho. Luego añadiremos el yogur y el aceite de oliva y seguiremos batiendo. Añadimos el pellizco de sal y la harina y la levadura tamizadas. Batimos. Engrasamos y enharinamos un molde y vertemos la masa. Lo metemos al horno una media hora, ajustando de tiempo si vemos que al pinchar sale la aguja húmeda. Apagamos el horno y dejamos el bizcocho dentro, con la puerta abierta. Esto es para que no se nos derrumbe y vaya bajando gradualmente. Mientras el bizcocho se enfría, ponemos la tableta de chocolate en un cazo, al fuego, con el chorro de nata. Yo no lo hago al baño maría porque me resulta un engorro, sino que voy poniendo al fuego, apartando y removiendo constantemente. Muy importante que no se nos queme, ni que le caiga nada de agua, porque entonces el chocolate se convierte en una especia de goma de neumático derretida y granulosa imposible de manejar.
Sacamos el bizcocho del molde y lo ponemos sobre una rejilla y, debajo de la rejilla, un plato. Vamos vertiendo el chocolate por encima y extendiendo con una espátula. Normalmente el chocolate se sale del plato y nos pone la encimera perdida; entonces se rebaña y se chupa. Sale una guarrería muy apetecible.
Se termina pronto. Como podéis ver, lo he fotografiado in extremis... antes de que desapareciese por completo.

Miradme con ojitos de piedad...
Y a una le entra esa melancolía de cómo corre el tiempo y cómo pasan los meses y llega el verano... y descubre cómo ya va necesitando vacaciones cuando mete las gafas de cerca por tercera vez en el congelador.... Ay, Señor...
Feliz semana a todos.

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