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miércoles, 2 de mayo de 2018

PAN PARA VAGOS. No falla.

Con cierta frecuencia me veo obligada a bucear por el mundo sin ley de mi sótano, y sigo encontrando cosas que me sorprenden. En mi casa la emoción y el entretenimiento están asegurados: es un circo de tres pistas. Sigo encontrando cosas que hace lustros que creía haber tirado. Hace poco salió la cuna de viaje de mis niños, en la cual ya no cabrían ni doblados en ocho las ex-tiernas criaturas. Lo cierto es que cuando pasan los años y te sigues encontrando cosas de aquellas infancias, algo se te licúa por dentro, porque eres muy blandita, y piensas en lo mucho que añoras aquellos tiempos agotadores.  No sé por qué, me estoy acordando del moisés que me prestó mi prima Inma cuando debuté en la maternidad. Con él, me dejó un novedoso artilugio que funcionaba con unas pilas muy gordas y que, atornillado a uno de los barrotes, sacudía el moisés cuando el bebé lloraba. El invento resultó ser muy eficaz. Demasiado eficaz, de hecho. El niño enmudecía cuando entraba en funcionamiento, aunque no estoy muy segura de que no fuera porque se quedaba acogotado. Pero lo bueno era cuando el moisés estaba vacío y pasaba una moto por la calle,  porque entonces aquello empezaba a pegar un traqueteo, que una vez nos lo encontramos saliendo por la puerta del dormitorio. Lo atribuí a una alucinación por la falta de sueño, pero no: el moisés había decidido irse por ahí a vivir la vida. A eso terminé por acostumbrarme, un moisés que anda solo, ya ves tú. Más adelante, el niño creció, le cambiamos el moisés por su cuna y le puse en su cuarto con un interfono (pertenezco a esa escuela de madres desnaturalizadas que opina que cada uno debe tener su espacio). Era muy gratificante abrir los ojos por la mañana y, antes de ir a ver al niño, escuchar sus "ajo, ajjjjo", sus "papá, agua" y sus tiernos gorjeos en general. Pero un día me sacó de mi modorra matinal una melodiosa voz cazallera que berreaba a pleno pulmón EN mi dormitorio y que me hizo saltar a tres metros de la cama:
-   ( ¡¡¡¡PIIIIII!!!!) ¡¡¡¡AQUI HABLANDO A LA CENTRAL!!! ¡¡¡QUE EL CLIENTE ZE HA IO PORQUE AQUI NO HAY NADIE!!! ¿¿¿ZEGURO QUE ERA EN CALLE ANTONIO MARTELO ER ZENECA???? CAMBIO
-(¡¡¡PIIIIII!!!) AFIRMATIVO; SE ESPERA USTED CINCO MINUTOS, QUE ACABAN DE LLAMAR. CAMBIO.
Cuando pude volver a respirar normalmente y el ritmo de mi corazón bajó del nivel del infarto masivo a parámetros normales, me percaté de que el trasto había cogido la frecuencia de onda del radiotaxi, por lo cual casi me muero del susto como los gorriones. Desde entonces metí el cacharro en su cajita, para descubrir que oía al niño exactamente lo mismo sin él que con él. Fíate tú de las modernidades.
La lista de chismes para los niños no tiene fin, aunque pronto descubrimos que los objetos de uso cotidiano tienen una utilidad similar. Yo ponía al pequeño en la MaxiCosi delante de la lavadora cuando centrifugaba, y entraba como en trance y se quedaba frito. Yo también, aunque lo cierto es que entonces me quedaba dormida casi en cualquier circunstancia.  Incluso hablando con los funcionarios del Juzgado. Una vez, esperando para hablar con la secretaria, me quedé sopa de pie, como los caballos. Sólo fueron unos segundos, por suerte. De todos modos, desarrollé entonces la facultad de hablar y desenvolverme de un modo aparentemente normal, como si estuviese despierta. Pero bien sabe Dios que no lo estaba.  Para compensar, a mi hijo mayor no había quien lo durmiera: era, y sigue siendo, un ave nocturna. Como sabíamos que si no dormía la siesta después no había quien pudiera con él, le metíamos en el coche y nos íbamos a dar vueltas por ahí. Esto funcionó durante un tiempo, hasta un día en que, ya en Vélez-Málaga, nos soltó desde el asiento de atrás. "Quiero merendar". De no ser por eso, hubiéramos sido capaces de llegar hasta Port Aventura, provincia de Tarragona, en nuestra desesperación....
La receta de hoy, del libro "Recetas veggie" de Alice Hart, es para gente que le tiene respeto a hacer pan por aquello del pringue y del amase. Aquí no hay que hacer prácticamente nada, salvo tener paciencia. La masa lo hace todo ella solita, pero con mucha parsimonia. Salir, sale muy bueno. Yo lo he hecho más de una vez.
Ingredientes:
-250 gramos de harina integral
-250 gramos de harina blanca para pan.
-1/4 cucharadita de levadura química.
-1.5 cucharadita de sal.
Mezclar todos los ingredientes secos en una fuente grande. Añadir 375 cl. de agua y remover hasta obtener una masa ligera y pegajosa. Tapar la fuente con un film y dejar en reposo entre 15 y 18 horas en un lugar cálido.
Pasado este tiempo, enharinar ligeramente la superficie de trabajo y poner la masa encima. Doblar la masa sobre sí misma y cubrir de nuevo con un papel film untado en aceite. Dejar reposar 15 minutos.
Después hacer una bola con la masa y ponerla sobre un cuadrado de papel de horno. Tapar la masa con un paño de cocina limpio y dejar reposar dos horas, hasta que haya subido al doble de su volumen.
Poner una cazuela grande con tapa que pueda ir al horno dentro del mismo y precalentar a 220º. Sacar con cuidado la cazuela y poner dentro la bola de masa. Tapar la cazuela y meter al horno. Hornear 30 minutos y luego quitar la tapa y seguir cociendo durante 15 minutos más, hasta que el pan esté dorado. Retirar el pan de la cazuela y enfriar sobre una rejilla.
Dicho esto, yo aclaro que me salté la última parte, poniendo la masa en forma de bola directamente sobre la bandeja del horno y horneando durante 45 minutos. Y me salió bien, sin necesidad de cazuela ni de zarandajas.

 La narración de estas anécdotas ha tenido el don prodigioso de quitarme la nostalgia de inmediato. ¿Dónde se está mejor que en el presente? Carpe diem.... Y feliz semana.

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