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martes, 10 de diciembre de 2013

EMPANADA DE QUESO Y MEMBRILLO. O de cómo luché contra la más negra adversidad.

Resulta que tuve hace pocos días un evento en el que cada asistente tenía que traer una cosita de picoteo. Sí, uno de ésos a los que vas, te pones hasta arriba, y sales pensando que, sí, todo estaba bien, pero lo tuyo, -¡no faltaba más!-, siempre algo mejor que el resto... bueno, pues por lista y enterada, he recibido un castigo divino, en forma de una de esas hecatombes que a veces tienen lugar en la cocina. Y por duplicado, además. Tenía pensado hacer una empanada de queso, nueces y membrillo, que da muy buen resultado. Así que la monto, la meto a cocer... se me va el santo al cielo, corro desesperada para evitar el desastre, pero... al abrir el horno, veo que, indiscutiblemente, me he pasado de tiempo. Está achicharradica, como salida de un auto de fe. Además, no he debido pinchar bien el hojaldre, porque le han salido unas extrañas protuberancias, y el aspecto general es, francamente, morcillón. Ni el mejor Photoshop del mundo puede arreglar este callo (aunque rico sí está: lo hemos dejado para consumo interno, previo despelleje de lo quemado), y una tiene una reputación de mantener, así que la única solución es hacer otra. Vamos al super, etc, etc..., esta vez me esmero más, me sale hasta bonita, y al horno. La saco del horno... Oh. Dios. Mío. No he apretado bien uno de los lados, y se ha vertido una colada volcánica incontenible de queso y membrillo. Aquí hay que actuar con rapidez, (sobre todo porque NO voy a hacer una tercera empanada) y tiro del rodillo, poniéndolo a modo de dique de contención, dentro de la bandeja, para que el invento recupere su forma original, enderezando el borde derribado, y reponiendo el escape quesomembrillero a su lugar, con una cuchara. Dejamos que el conjunto, así como mi alterado ánimo, se enfríe.
Después saco otro bloque de hojaldre, de mis reservas del congelador, (de algo me sirve ser una acumuladora compulsiva) y corto con el cuchillo de sierra una tira que dejo descongelar. Una vez fría la empanada, le quito el rodillo, hago con el nuevo hojaldre un falso cordón sobre la sutura del desastre, lo aprieto bien para que no se me desmande, y como el resto de la empanada ya está cocida, la tapo con papel de aluminio, dejando sólo fuera el trozo crudo. Tal que así:


Y arreglado.Vuelvo a meter la empanada en el horno, la voy mirando para que justo se dore el cordón nuevo, y nadie diría que ha pasado nada.

Una vez más, SuperCuchara ha salvado a la humanidad
Os doy la receta, que, por lo general, y cuando no  tenemos el día torpe, es fácil:
- 2 planchas de hojaldre, congelado o refrigerado.
- 100-150 gramos de nueces picadas.
- 300 gramos de queso tierno de cabra, o del que más guste. Pero que sea bueno.
- 250 gramos de queso mascarpone. Yo lo utilizo para dar mayor cremosidad y porque es un estupendo pegamento para las nueces. Que siempre hay un alma de Dios que arranca por las bravas un pedazo de empanada y las nueces salen disparadas por los lados.
- 450 gramos de dulce de membrillo.
- Huevo batido y semillas de sésamo.
 Precalentamos el horno a 200º. Estiramos la primera lámina de hojaldre, aunque ya venga estirada, para dejarla bastante fina, y la ponemos sobre la bandeja del horno con su papelito y su canesú. Vamos cortando el queso en cuñas y untamos por encima el mascarpone. Así:


Ponemos por encima las nueces en trocitos y apretamos para que se pegue. Después cortamos en lonchas el membrillo y lo cubrimos todo.


Ahora llega el momento de estirar la segunda lámina de hojaldre. Nos debe quedar algo más pequeña que la primera,  así que la recortaremos y no tiraremos los trocitos, que nos van a servir para adornar y por si se produce algún escacharre.
La ponemos por encima y con el borde de hojaldre de la lámina de abajo, vamos liando un cordón de abajo arriba, apretando bien (que mirad, si no, lo que pasa) y dándole unos artísticos y feroces pellizcos, para que quede en forma de ondas. Dejo a la imaginación propia a quién estáis, figuradamente, atormentando en este paso, pero no os emocionéis, que se le hacen agujerillos a la masa. Contención. Bueno. Ahora haremos un agujero con el dedo, justo en medio, para que el vapor pueda salir y no se nos reviente la corteza. Después, haciendo uso de vuestro sentido artístico, utilizaréis los recortes de hojaldre para poner hojitas, tiritas, rombitos, o lo que os parezca para adornar. Yo he puesto los típicos cordones en cruz. Las manualidades no eran mi fuerte en el colegio. Después pincharemos con un tenedor toda la superficie, pintamos con el huevo batido y espolvoreamos sésamo por encima. Al horno con ella, media hora. A partir de los veinte minutos, echadle un ojo, que hay hornos muy traidores. Cuando está dorada, está hecha. Punto. La sacamos del horno, ponemos la bandeja sobre una rejilla y ni hartos de vino del terruño la tocaremos hasta que se haya enfriado, porque se nos romperá, sí o sí. Cuando ya esté más firme, si tenemos sospechas de que el vapor condensado la ha dejado húmeda por la parte de abajo,  cosa muy frecuente, la volveremos a poner cinco minutos, sin bandeja, con el horno otra vez a 200º, precalentado, pero con la posición de sólo por abajo. Después, entibiada, se mete en la nevera hasta el momento de servir.  Ponedla en una bandeja mona con blonda. Siempre habrá algún graciosín que os dirá: "¿En qué pastelería la has comprado? Ja, ja" Aplastadle con vuestro desprecio... pero no con la empanada. Que nos ha costado mucho de hacer...

2 comentarios:

  1. Hola Rocío:
    Me encanta la manera en que te expresas (también las recetas) y me gustaría seguir tu blog, pero no veo lista de seguidores :(
    Ya me dirás cómo hacerlo.
    Besitos.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias, Guisadora. Me hace muchísima ilusión que me hayas contestado. Lo de los seguidores tengo que arreglarlo con mi hijo de 17 años, que es mi asesor informático, y ahora está de trimestrales, y una de por sí es que está un poco perdida con la informática. Pero lo voy a arreglar.
      Gracias y un besito.

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