Ando yo muy globalizada. Esto pasa por andar siempre curioseando libros y revistas de cocina de la más variada procedencia, mi escuela, ya que soy básicamente autodidacta, y ningún plato me asusta. Sabía cocinar alguna cosa antes de marcharme de casa, pero los cimientos de mi deslavazada y errática cultura culinaria se encuentran en los libros y en Karlos Arguiñano, bendito sea. No guardo tiernos recuerdos de mí cocinando junto a mi madre. Esto era imposible. Mamá era una tormenta tropical de fuerza tres, siempre con prisas, siempre taconeando, siempre impaciente. De hecho, y como veréis, yo sé cocinar a pesar de mi madre, y no "gracias" a ella. Y no porque lo hiciese mal, sino porque su cocina era francamente bipolar: unas veces te guisaba un atún encebollado para ver, literalmente, a Dios, y otras, (por fortuna, menos frecuentes) te lanzaba al plato unas croquetas La Cocinera fritas con el aceite frío, lamentablemente destripadas, y con una cortecita crujiente que llegó hasta a gustarme. (Necesidad es virtud) Aunque otra cosa aseguren muy reputados gurús propios y extranjeros, la cocina deconstruida la inventó mami, y estoy dispuesta a defender esta tesis frente a quien sea. Todo dependía del humor o la prisa del día, y aquél en que tocaban croquetas, queridos amigos....era mucho más prudente comer sin excesivas dilaciones y replegarse a las trincheras. Cantando bajito. Me llevó tiempo descubrir que la cocina no es un fastidio que hay que resolver dos veces al día, sino un proceso que te puede relajar bastante, en el que puedes disfrutar de todos y cada uno de los pasos. Porque era muy frecuente que, a la una y media de la tarde, mamá irrumpiese en la cocina, como un expreso descarrilado, rugiendo:
-¡Dios mío, la hora que es.... y tu padre a punto de venir! ¿Qué le pongo yo ahora a este hombre? ¡Como si se comiera cualquier cosa! (Eso era verdad: y madre nerviosa más padre puñetero, igual a conflagración culinario-doméstica garantizada. Huelga decir que las croquetas que salían bien, eran para él)
Y allí se armaba la de Dios es Cristo de abrir de cajones, lanzamiento de cucharones, órdenes precipitadas (¡Una cebolla! ¡Tráeme una lata de tomate! ¡Rápido, el desfibrilador, o le perderemos!) que, no hay que decirlo, me apresuraba a cumplir... Cocinaba con saña y ferocidad, contra el mundo entero. Y, con todo, era mujer de recursos: nunca fallaba. De pronto se acordaba de que le quedaba esto, que con esto otro y un sofrito, pues le hacía un primer plato decente, y de segundo... Siempre salía algo, y muchisimas veces, la mayor parte, que no quiero ser injusta, era bueno. En cierto modo, era un espectáculo fascinante. Siempre y cuando te encontrases fuera de su trayectoria.
Como digo, me fui de casa, empecé a buscar y experimentar recetas de aquí y de allí, y a veces, cuando invitaba a comer a la dicha autora de mis días, me preguntaba: "Nena, este comistrajo está muy bueno... pero qué es?" Porque, a veces, me gusta hacer cosas completamente alejadas de nuestra tradición culinaria, como este pan de maíz por el que mis niños matan. O se matan, para ser más exactos. Es típico del sur de Estados Unidos, y la mismísima Escarlata O´Hara, con su cintura de cuarenta centímetros, le pegaba bastante. Para eso tenía a Mammie, para tirarle de los cordones del corsé, aunque se saliera por arriba. ¡A ver!
La receta es a prueba de tontos: la puedo hacer hasta yo, y aunque en EEUU la usan para acompañar a las comidas estilo Thanksgiving Day, se deja comer a palo seco estupendamente. Si alguien me dice que no es la auténtica, pues no lo será, pero es muy buena, y aquí, de talibanismos culinarios, andamos muy justos. Aunque es verdad que se te ponen los pelos como escarpias cuando lees, como yo leí, en un libro de cocina internacional - escrito por una americana, dicho sea de paso- que el gazpacho lleva ketchup. ¡Ketchup! Perdónales, Dios mío, porque no saben lo que comen.
Atentos, y probadla, porque es sorprendentemente buena.Nos hace falta un molde cuadrado de unos 23 cm, engrasado. También:
- 2 huevos batidos
- 250 ml. de suero de leche. Yo no suelo gastar de eso. Lo sustituyo por una taza de leche con un limón exprimido. Funciona perfectamente.
- 120 gramos de harina de trigo
- 120 gramos de harina de maíz, preferiblemente de la que es amarilla, marca P.A.N. o similar.
- 1 sobrecito levadura Royal.
- 1 cucharadita de sal
- 1 cucharada de azúcar. No me protestes.
- 120 gramos de queso rallado, del sabor que te guste. Mejor si lo rallas tú.
- 1 lata pequeña de maíz en grano.
Precalentamos el horno a 200º. Batimos todo y le mezclamos la lata de maíz. Vertemos en el molde y lo ponemos al horno media hora. Ya está.
En mi casa dura un suspiro. De hecho...
El cuerpo del delito junto al arma homicida |
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