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domingo, 28 de junio de 2020

HELADO DE TURRON DE JIJONA

Hay cosas que se quedan pendientes de hacer y una las tiene en la cabeza y sabe que antes o después las tiene que acometer sí o sí. Son esas que aparecen en forma de molestas ideas recurrentes, que te ocupan entre todas varios gigas de espacio mental. Hasta que decides que ha llegado el momento.  A mi me ocurrió recientemente con la apasionante misión de descongelar mi arcón congelador, que tenía una capa de hielo del tamaño de un glaciar medianejo.  Aparte, no tenía ni idea de lo que había dentro. Tenía algunos tápers con un letrero reconocible (y una fecha de envasado que me sacaba los colores) Luego encontrabas un cúmulo de varios paquetes indeterminados, de ésos que guardas en un arranque de optimismo, pensando que dieciocho meses después te acordarás de lo que contienen. Por lo que a mí respecta, podía tener allí dentro a la expedición de Shackleton al completo. La cuestión es que aquello había que liberarlo ya. Cuando se lo comenté a mi santo, su primera observación fue la siguiente:
-No se puede (expresión que le sale por defecto cuando hay que hacer algo en casa) Lo TIENES lleno y se va a estropear todo.
-Querido, no lo TENGO lleno. Lo TENEMOS lleno de cosas que yo guiso y que nos comemos TODOS. Así que TENEMOS, tú y yo, que ocuparnos de esto. AHORA.
Quizás os parezca que soy muy dura, pero tengo comprobado que si no anuncio un lapso de tiempo concreto y lo más inmediato posible para lo que pretendo que se haga, ese tiempo es NUNCA. Así que fui sacando esas bolsas de rafia del Ikea que hacen tanto el avío para que las fuera llenando. Salieron cuatro. Palabra de honor.
-¿¿¿Y ahora qué hacemos con esto??? ¡Se va a estropear todo!
Aparezco con el secador.
-¡¡¡NOOOO!!! ¡En las instrucciones dice que NO se puede hacer eso! (las instrucciones se perdieron como hace cinco años, a todo esto)
Le doy una sesión de achicharre de diez minutos. Agarro un cuchillo sin punta.
-¡¡¡TE VAS A CARGAR EL REVESTIMIENTO!!! ¡Por lo menos, coge esa rasqueta de plástico blanco que hay en la cocina!
-Eso no es una rasqueta, es la cuchara para remover la olla GM.
-Que, no, que es una rasqueta.
Sube a por la rasqueta, a pesar de todas las evidencias de que no rascaba ná.
-Esto no rasca.
-No rasca porque ES una cuchara, Prueba con esto.
-¡¡¡NO!!! ¡QUE...!
Clonk. Clonk. Placas de hielo abajo, en un plis plás.
-Por favor, tráeme un cubo de agua...
-¡Se va a poner todo hecho un asco!
-Y el cubo de la fregona, la fregona y dos o tres paños. Limpios, a ser posible.
Total. El proceso duró media hora escasa, sin ningún tipo de daño colateral  Pero si le sigo haciendo caso a lo que dice mi santo, la montaña de hielo nos llega a la segunda planta. Moraleja: la técnica de los hechos consumados da unos resultados excelentes. Tan es así, que me vine arriba y lo siguiente fue pedir que cambiase los grifos del patio y de la manguera de delante, que estaban hechos un asco y uno incluso había que abrirlo, cuando quería regar, con una llave inglesa, porque la maneta se le había partido hace años. Esta vez sólo dije que había esperado todo ese tiempo a que los cambiase, y que si no lo hacía en el improrrogable plazo de una semana, llamaría a un manitas cuyo teléfono me habían pasado. 
Ahí detrás lo tengo, cambiando el primer grifo. 
He descubierto que, por alguna razón curiosa, a los maridos lo que más les toca la moral en el mundo es que contrates a alguien para hacer lo que en teoría pueden hacer ellos. Y pienso explotar esta baza a conciencia. Diréis que porqué no aprendo a hacerlo yo. Pues porque no me da la gana, que bastantes cosas hago ya. Si aprendo bricolaje, estoy perdida. También sería para mí.
En lo que a la receta respecta, lo de hacer el helado se me ocurrió cuando el otro día me encontré por mi alacena una tableta de turrón que no recordaba haber puesto ahí. No me sorprendió mucho, porque en mi casa las cosas suelen cobrar vida propia, sobre todo cuando mi hijo el emancipado, que está más aquí que allí, ha venido. Puedo dar por hecho que, si necesito el cargador de mi móvil, o el del portátil, o unas tijeras, o cualquier otra cosa de uso diario, la habrá cogido y la habrá puesto por cualquier ignorado lugar. Interpelado al respecto por una madre muuuuy cabreada, sólo sabrá contestar un "yo que séééé, maaaaama". Así que lo del turrón no me pilló de sorpresa. Huy, mira, una tableta de turrón. Como si me encuentro un jamón de pata negra, aunque esto último, mira tú, no ha sucedido nunca. La cuestión es que mi hijo me explicó que la había traído él. Que se la había dado un compañero que había estado rodando unos meses por el mundo, que se había llevado el turrón para no sentir mucha nostalgía por Navidad y que, como la nostalgia no habia hecho acto de presencia, se trajo el turrón de vuelta. Le dio la tableta a mi hijo y éste me la trajo a mí. Así que la pobretica ha dado más vueltas que el baúl de doña Concha Piquer, y decidí que ya era hora de hacer con ella algo de provecho. Y ha terminado sus días en forma de maravilla gastronómica que recomiendo encarecidamente probar.
Ingredientes:
-500 ml. de leche entera.
-Un palo de canela y una corteza de limón, sin nada de parte blanca.
-Un brick pequeño de nata.
-50 gramos de miel.
-Una tableta de turrón de Jijona, más otra media.
-3 yemas de huevo.
Lo primero que hacemos es infusionar la leche con la canela y la corteza de limón, colar y dejarla enfriar. Cuando ya está fría, en un cazo vamos fundiendo a fuego lento la tableta de turrón con la miel, la leche y la nata. Vamos añadiendo las yemas de huevo una a una y batimos hasta integrar. Cuando la crema está homogénea, rompemos la otra media tableta de turrón en trocitos y se la vamos añadiendo, que se noten los trozos, y la metemos a la nevera hasta el día siguiente. El siguiente paso es meter la crema dentro del congelador durante cuatro horas y, una vez dentro, la vamos a sacar cada 45 minutos para darle un golpe de batidora o Thermomix, tras lo cual la volvemos a guardar, esto es para romper los cristales de hielo y que quede muy cremoso.
Una vez pasadas las cuatro horas, ya se puede consumir, si tienes cierto sentido de la medida, o ponerte como el tenazas, si no lo tienes. Porque esto está mortal de necesidad. Yo lo he servido con unas pasas de moscatel, que le va perfecto y hace bonito. También lo he servido sin nada. Y, por supuesto, lo he trincado directamente del táper, con la cuchara, en plan guarretas. Que es como está más bueno, para qué nos vamos a engañar.

Con una cucharada de esto has cubierto las necesidades calóricas de una semana.... pero merece la pena. Doy fe. Así que a disfrutar.
Feliz semana a todos...

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