He encontrado esta receta en la revista "Country Homes&Interiors", publicación inglesa que compro para que mi mediocre inglés no termine por ser completamente olvidado, y para sentirme miserable: salen unas casas para morirse. Ejemplo: Reportaje de una vicaría del siglo XVII, en el corazón de East Anglia. Tres mil metros de parcela arriba o abajo. De cuartos de baño, seis. De dormitorios, todos. Jardín maravilloso, con las hojas bucólicamente cubiertas de escarcha. Las fotos son una belleza. En la puerta están todos los miembros de una familia muy, muy inglesa, con apellidos muy compuestos. Llamémosles los Worthley-Farrington. Un poner, como se podían llamar Paco Pérez. Están papá, mamá, cuatro preciosos niños que parecen llevarse entre sí el lapso de tiempo biológicamente imprescindible,y un perro labrador obedientemente sentado. Ninguno de los miembros de la pareja supera los treinta y cinco años. La señora está delgada cual caña de pescar. Viste impecablemente. No tiene un pelo fuera de sitio. Todo es tan perfecto que no puede ser más que efecto de un muy profesional Photoshop. O eso, o la señora es una muñeca hinchable. Y, ya puestos, los cuatro niños y el perro también. El marido probablemente es de cartón y lo han colocado por detrás. Esta modélica familia abandonó la estresante vida de la City, dejando ambos cónyuges sendas carreras como prestigiosos analistas financieros, para mejorar su calidad de vida. Vendieron el pisito de Notting Hill y se vinieron a este campo donde Dios nuestro Señor perdió las babuchas. Los niños aparecen, -segunda página del reportaje-, dibujando en una preciosísima mesa rústica sin dar un ruido, al lado de una chimenea con unos troncos perfectos apiladitos al lado. No consta en los anales a qué se dedica en la actualidad Mr. W.-F., pero sí sabemos que Mrs-lo-mismo regenta una monísima y muy lucrativa tiendecita de artesanía, y que desde que vio la casa a la venta "sintió" que "tenía" que ser suya, aunque valía un riñón y parte del otro. Desde entonces ha compaginado su idílica actividad profesional con el arreglito de la casa. También tiene tiempo para colaborar en diversas instituciones locales de beneficencia y para hacer de jurado en los concursos de mermeladas caseras. Fin del artículo.
Pero entonces se marcha el fotógrafo y Mr. W.-F. saca la petaca y se mete en vena un lingotazo de whisky antes de irse al pub, los niños empiezan a clavarse los lápices en los ojos, el perro vomita en la alfombra Aubusson, y la hastiada Mrs. Perfecta empieza a plantearse en serio la posibilidad de escaparse con el jardinero, siguiendo la clásica tradición de lady Chatterley..... Es que tanta perfección no puede existir, vidas mías. Así me consuelo...
En fin, aparte de los sueños, la revista trae recetas, varias aprovechables, incluso. Como ésta, así que la voy a hacer y os la voy a poner. Creo que la entendí bien. Si no es así, lo sabremos en seguida.Pero entonces se marcha el fotógrafo y Mr. W.-F. saca la petaca y se mete en vena un lingotazo de whisky antes de irse al pub, los niños empiezan a clavarse los lápices en los ojos, el perro vomita en la alfombra Aubusson, y la hastiada Mrs. Perfecta empieza a plantearse en serio la posibilidad de escaparse con el jardinero, siguiendo la clásica tradición de lady Chatterley..... Es que tanta perfección no puede existir, vidas mías. Así me consuelo...
Ingredientes:
-170 gramos de harina con levadura
-1 pellizco de sal
-130 gramos azúcar
-4 huevos
-2 cucharadas de cacao en polvo
-250 gramos de mascarpone
-100 ml. nata
-1 bote de mermelada de guindas o arándanos.
-200 ml. de chocolate de postres. Yo pongo Valor del negro.
-Guindas confitadas y azúcar glas para decorar.
Precalentamos el horno a 200º. Batimos los cuatro huevos con el azúcar hasta que la mezcla blanquee. En la Thermomix, ponemos la mariposa y programamos dos minutos, 40º, vel.3, y luego 2 minutos más sin temperatura. Añadimos el cacao en polvo, la harina y la sal y seguimos batiendo, sólo para integrar todo. Vertemos la mezcla en la bandeja del horno cubierta de papel y metemos a cocer de 12 a 15 minutos, no más. Humedecemos un paño de cocina y, al sacar la plancha de bizcocho del horno, la ponemos boca abajo, sobre el paño, y le vamos despegando el papel de horno con mucho cuidado. Enrollamos el bizcocho en el paño y lo dejamos así mientras preparamos el relleno. Batimos el mascarpone con la nata, desenrollamos el bizcocho y lo vamos untando con la mezcla. Yo no le pongo azúcar, porque encima ponemos la confitura de guindas, que alegraremos, si queremos, con un poco de licor, (yo sí que quise) y enrollamos de nuevo todo el conjunto. Para terminar, fundimos el chocolate a fuego muy bajo, lo indispensable, y vamos cubriendo el brazo con él. Cuando va espesando al ponerse frío, le hacemos las "vetas" con un tenedor. Cortamos las puntas para dejar el tronco con una forma regular, las enrollamos más apretadas y las ponemos a modo de ramas a los lados. Si hace falta se le ponen unos palillos de dientes para sujetarlas al cuerpo del tronco, pero advertidlo antes de servirlo, si no queréis veros envueltos en una demanda de responsabilidad civil por atravesamiento de encías. Espolvoreáis con el azúcar glas a través de un colador y situáis artísticamente las guindas. Voilà:
Aparente a más no poder... Si no podemos tener la Vida Perfecta, tendremos el Postre Perfecto. |
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