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lunes, 27 de enero de 2014

BIZCOCHO DE PIÑA. Y un sentido réquiem por el robot de cocina.

Estoy de duelo por mi Thermomix, que se me ha muerto. Esta es la última receta que me salió: acabó sus días en acto de servicio.
Ocurrió  durante una tarde horrorosamente desapacible, una de esas en que matas por no tener que salir a la calle, cae una lluvia racheada fortísima y en la cocina se está muy calentito. Tengo el horno precalentando para meter el bizcocho y pongo todos los ingredientes en la Thermomix. La pongo en marcha y en cuestión de segundos, ¡zasca!, se va la luz. Todo el mundo aparece en la cocina:
-¿Qué pasa?
-¿Qué has hecho?
- He puesto la Thermomix- contesto, algo mosqueada por el tono acusatorio general. Oye, que no he metido un tenedor en un enchufe, ni nada de eso.
- Claro, es que pones muchas cosas a la vez- dice mi santo marido. Y me tengo que callar, porque tengo puestas la Thermomix, el horno, la lavadora y el ordenador.
Odio tener que darle la razón, por mucho que le quiera. Pero como a la lavadora le quedan muy pocos minutos, pues me espero a que termine, y apago el ordenador. Vuelvo a poner la Thermomix. Vuelve a irse la luz.
-A ver si es el enchufe.
La cambio de enchufe. Dos veces. Ñaca, otra vez sin luz. Tengo que rendirme a la evidencia: a la Thermomix le ha dado un hamacuco. Tiene ya trece años y la he tenido trabajando a destajo, todos los días. Mis niños eran tan pequeños que los sentaba en la encimera, para que me ayudasen en las recetas y alcanzaran a echar los ingredientes por el bocal, cosa que les ponía muy contentos. Han salido de ella cientos de  bizcochos, zumos, cremas, sopas, sofritos.... qué sé yo. Hasta jabón líquido para la lavadora he hecho en ella. Más apañada que un jarrillo de lata. Me hace polvo que se me rompa.
 En fin, termino la masa del bizcocho con la batidora, que guardo para emergencias, y apunto mentalmente que tenemos que ir a la Vorwerk a dejar a la niña en reparación, pidiéndole al Señor, contra toda esperanza, que me dure unos años más, porque ya ha tenido algún que otro (caro) arrechucho/avería. Cuando la dejo ingresada, me alejo con el corazón oprimido: ¿volveré a verla con vida?...
Recibo la triste noticia unos días más tarde, por una llamada del técnico de la Vorwerk: la Thermomix ha muerto, confortada con los Santos Sacramentos y la bendición de Su Santidad. Le había entrado agua y tenía hechos polvo todos sus entresijos, además de muchos años. Me lleva unos días digerir la noticia.
Y diréis: Pues vaya tontá, por una máquina... Pero de verdad os digo que cuando se ha tenido la Thermomix, te quedas sin ella y te vuelves tonta. Parece que ya no sabes cocinar.  Eso lo entenderéis los de la secta thermomixera. Porque lo somos. Somos como iniciados en una secta satánica, nos reconocemos entre la multitud, y pronto encontramos temas de conversación comunes y algo crípticos: "oye, ¿has hecho el arroz caldoso?, sale exquisito, yo hago el sofrito en Varoma... ¿pones la mariposa?" De hecho, somos un verdadero peñazo para el resto de los mortales. No hay quien nos aguante. 
No es imprescindible, por supuesto. Cociné antes sin ella y puedo volver a hacerlo, pero no hay color en el modo en que te salen las cosas, ni en el tiempo que te ahorras. Vorwerk, estírate y hazme un descuentico para la nueva,  corazón, que buena publicidad  gratis te hago...
En fin, el caso es que, mejor o peor, termino el accidentado bizcocho, que a pesar de las vicisitudes sale muy rico, y con esta apariencia tan hermosa:

Ingredientes
-Una lata grande de piña en su jugo.
- 100 gramos de mantequilla fundida (yo le puse aceite)
- 380 gramos de azúcar en total
- 200 gramos de harina
- Un sobre de levadura
- Tres huevos
- Un yogur natural o de piña
- Una cucharadita de esencia de vainilla. Yo le puse unas gotas de esencia de ron. En el Lidl venden unos tubitos de esencias para aromatizar los postres que dan muy buen resultado, pero hay que poner sólo tres o cuatro gotas, porque si no, el preparado sabe a colonia.
- Un chorrito de zumo de limón.
- Una pizca de sal.
Precalentamos el horno a 180º.
Preparamos un caramelo más rubio que oscuro con 180 gramos del azúcar, tres cucharadas de agua y el zumo de limón. Vertemos el caramelo en un molde forrado de papel vegetal. Sobre el caramelo, vamos poniendo las rodajas de piña.
Batimos los huevos con el resto del azúcar hasta que blanquee y aumente, y luego le vamos añadiendo la mantequilla o aceite, el yogur, la esencia y la pizca de sal. Batimos un poco más y terminamos con la harina y la levadura. Vertemos la mezcla en el molde y lo ponemos al horno entre 45 minutos y una hora. Lo sacamos cuando esté seco al pincharlo.
Volcamos el molde en un plato, lo retiramos, y a los cinco minutos le vamos quitando con mucho cuidado el papel. Nos quedará la piña por encima, como en la foto.
Dura varios días y es muy jugoso.

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