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miércoles, 5 de marzo de 2014

GRATINADO DE VERDURAS CON QUESO DE CABRA.

Hace muchos años, antes de que nacieran mis hijos, cuando mi marido y yo éramos todavía gente relajada y en sus cabales, mis padres nos invitaron un día a comer a un buffet al que ellos solían ir a veces. Era un domingo muy soleado, se veía el mar por los ventanales y la verdad es que se estaba en la gloria. Poco a poco, comenzamos a detectar unos extraños corrillos de gente en puntos determinados del amplio comedor. No tardamos mucho en notar que se debía a la salida de los platos más demandados. La gente tiene unos comportamientos muy extraños, a veces inquietantes, cuando la pones delante de grandes cantidades y variedades de comida. Seguro que lo habréis observado.
Comenzó un ir y venir de platos con segundos y terceros pisos, con los que ningún estómago de tamaño medio podría, como si no fuese a haber otra comida en el mundo. El civilizado mundo actual había sido momentáneamente borrado y habíamos retrocedido a algún momento del Neolítico, en la más cruda y encarnizada lucha por la supervivencia. Un camarero salió con dos bandejas grandes llenas de gambas cocidas. De inmediato, el hombre comenzó a llevar detrás más público que el  Cautivo. Una mujer que se había situado en la primera fila, empezó a cogerle las gambas a puñados tirándoles de los bigotes. Lo vi con estos ojos. Hasta que el camarero, que era un "malaguita" rematado, se volvió y le dijo:
- Zeñora, ¡por Dióh! Ehpérece uhté ziquiera a que las ponga en la meza, muhé.... Uhté no ze preocupe, que dentro de un rato, me han disho que zardrán máh de la cocina...
En vista de que aquello, en cuestión de minutos, se había puesto como un campo minado por la langosta, pensamos que había que espabilar y servirse. Llegamos cuando ya había que ponerse en tercera fila: algunas personas tomaban las mesas del buffet por un pesebre y no había Dios que las retirase de allí. Ahí entró en acción mi señora madre, Pepa de España, pegando a diestro y siniestro certeros, y mortíferos, pisotones con sus tacones de aguja:
- ¡Huuuuy, perdone usted! Es que somos muchos, está esto muy apretado...- decía, la muy hipócrita, metiéndose con calzador hasta llegar a su objetivo. Así, por la brecha abierta por ella, conseguimos servirnos todos, pero, no contenta con ello, cogió dos platos con cuñas de queso y se los llevó a la mesa.
-Mamá, que no nos vamos a comer tanto queso.
- Niña, calla y abre el bolso.
- ¿QUE?
Me cogió el bolso y, ni corta ni perezosa, me vació los dos platos de queso dentro.  Os lo juro.
- ¿¿¿Qué haces???
- Cállate ya y cierra el bolso, que te van a ver. Si la gorda ésa de la mesa de al lado se puede tomar tres flanes, tú te llevas tu cuarto de queso. ¡Digo!
La señora de la mesa de al lado -que estaba "muy" al lado, y que, efectivamente, tenía tres flanes delante- miraba a mamá y al bolso atónita. Mamá le dedicó una encantadora sonrisa, cerró el bolso y me lo tiró encima. Luego se fue a por más queso y repitió la operación con su propio bolso. Se estaba animando. Gracias a Dios, el arroz en paella, que nos había gustado mucho, se había terminado, que si no,  me lo llevo puesto, quisiera o no. Vaya si me lo llevo. Con la paellera saliendo por debajo de la chaqueta....
No sé si he dicho que era un brillante día de primavera. Hacía calor. El queso empezaba a oler. Intensamente. Todo el que pasaba a mi lado se me quedaba mirando. Y olfateando. Salí de allí escopetada. Me costó varios días de guardar el bolso espolvoreado por dentro de bicarbonato para que el olor desapareciese, y de caras de divorcio-a-la-vista por parte de mi marido, que odia el queso tanto como me gusta a mí. Según parece tiene un trauma infantil con el queso desde el nacimiento de su hermano el pequeño y el olor a leche regurgitada consiguiente. A todo esto, el queso había adquirido un extraño regustillo a forro de satén no del todo desagradable. Porque, me avergüenza confesarlo, no lo tiré...
Así que, como homenaje a aquel día inolvidable, vamos a traer una receta con queso, maravillosa. A mi marido le hago una cazuela aparte, sólo con la bechamel: tampoco hay que ser sádicos. Angelico.
Necesitamos:
- Dos berenjenas
- Dos calabacines
- Una cebolla
- Tres patatas.
- Un pimiento rojo.
Para la bechamel:
- Tres vasos de leche
- 110 gramos de harina.
- 50 gramos de mantequilla y una cucharada de aceite. O todo el peso en aceite.
-Sal, pimienta y nuez moscada.
 Para la salsa de tomate:
- Una lata de tomate triturado o un kilo de tomates frescos y maduros.
- Sal, pimienta, y aceite.
- Una pastilla de Avecrem.
- Una cucharada de azúcar
- Albahaca seca.
-Un rulo pequeño de queso de cabra.
Primero cocemos las patatas y cortamos las verduras en rodajas, poniendo las de berenjena en un bol con agua durante un buen rato, para que suelte lo amargo. Asamos todas las verduras y las ponemos a escurrir para que al montar el plato no suelten liquido.
Hacemos una salsa de tomate espesita. Podemos hacerla con los tomates naturales, escaldándolos para pelarlos y triturándolo, o si no nos apetece, con una lata de tomate ya triturado. Lo freímos con sal, la cucharada de azúcar , el Avecrem y una cucharadita de albahaca seca. Yo siempre tengo cuando no es temporada de la fresca, y siempre hago la salsa de tomate con ella.
Hacemos la bechamel, poniendo en la Thermomix todos los ingredientes 8 minutos, temperatura 90º, velocidad cuatro. O  poniendo en un cazo  a fuego mediano la harina con la mantequilla, para que tome un color dorado claro, y añadiendo después la leche, sal, pimienta y nuez moscada, removiendo con las varillas hasta que espese. Precalentamos el horno a 200º, untamos una bandeja de horno con mantequilla y vamos intercalando las verduras y las patatas cocidas en rodajas con el tomate frito. Terminamos con la bechamel y el queso de cabra cortado en rodajas. Lo metemos al horno una media hora, o hasta que el queso esté fundido y la bechamel dorada.
Manjar para unos, Anticristo para otros.... A  la gente como es debido le suele gustar.
Si no sois muy de queso de cabra, podéis poner uno más suave, pero que sirva para fundir: el queso fresco, por ejemplo, no funde casi nada. Y también se le pueden intercalar unas lonchas de jamón, o unas gambas salteadas. Ahí ya entra en juego la imaginación y el gusto propio....Que aproveche.

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