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miércoles, 9 de abril de 2014

BIZCOCHO DE LIMON DE LA OPERADORA JURIDICA

Ahora sí que me he pasado tres pueblos, lo admito. Mi capacidad para relacionar entre sí todo aquello que no guarda ninguna relación no conoce límites. A mí misma me llena de asombro. El comienzo de todo esto es que este pasado fin de semana he asistido a un curso de la Uned y el Colegio de Abogados sobre uno de los turnos de oficio que llevo. Y ha coincidido con un día de ésos en que estás un poco desencantado con la profesión y piensas si no hubieras sido mucho más feliz poniendo una churrería. Que estás un poco penosa, vamos. Pero te interesa el tema y asistes. En una de las ponencias, una compañera intervino comenzando una frase con esta expresión:
- Porque, nosotros, los operadores jurídicos.....
Un momento ¿Cómo? ¿O sea, que no soy una abogada mindungui de la media almendra, que lo que soy es una operadora jurídica? A partir de ese momento todo se iluminó a mi alrededor. Parecí crecer en mi asiento. Y salí con un ánimo, oye. Es que suena de maravilla. Me sentí dignificada, con una renovada fe en mi profesión, Aunque a los operadores jurídicos, algunas veces se nos resbala el bisturí en medio de la intervención, y, vaya por Dios, le seccionamos la carótida al Código Penal, por un poner. Pero siempre desde el cariño, eh....
Este trabajo, que puede ser muy bonito, también es muy ingrato. El abogado en general tiene mala prensa, es visto en el imaginario colectivo como un astuto buitre sin escrúpulos que le saca el dinero al indefenso justiciable. Ya nos gustaría, ya. Pero al indefenso justiciable no hay quien le saque una gorda, os lo digo yo. Antes se te deja sacar los dientes, uno a uno, con un cuchillito de la mantequilla. Eso, para empezar. Y, por lo general, el operador jurídico, -¡es que me encanta!- es una criatura que arrastra la cartera por los juzgados y al que, en algún momento, regaña todo Dios. Huy, sí. Te regañan los clientes, si les dejas. Más veces de las deseables, te regañan en los juzgados ("No, letrado, ya le he dicho que hoy "tampoco" he proveído su escrito") y, antes o después, te regañan otros principales operadores jurídicos: los jueces. Eso sin contar cuando el cliente te trae un cadáver jurídico, insepulto y oliendo ya regular, y te dice:
- Hombre, pues yo creo que si le damos un par de antibióticos y le aplicamos calor local, pues se "debería" poner mejor...
Y le tienes que decir que mejor lo lleve a incinerar, compre una maceta bien hermosa con un níspero y lo entierre debajo. Porque, sí, con frecuencia se nos pide lo imposible. Hay un número llamativamente alto de personas para las que es inverosímil que haya que pagar las deudas, o ir a prisión, o pagar una multa, sólo porque lleven a cabo una minucia como robar, cascarle a la legítima (o ilegítima) o coger la navaja y sacarle flecos a los neumáticos del coche del vecino. Porque ellos no son unos delincuentes, ¡hasta ahí podíamos llegar!.. Delincuentes son los chorizos del Gobierno, etc... Ya nos sabemos el discurso...
En definitiva: hay días que te sientes como un muñeco del pim-pam-pum, que estás ahí para que te den tortas. Y te dan ganas de ponerte en la solapa una tarjeta con aquello de:
POR FAVOR, NO DISPAREN CONTRA EL LETRADO.
LO HACE LO MEJOR QUE PUEDE.
En fin, esta profesión te deja algunas veces un sabor agridulce. Como la de este bizcocho. ¡¡¡Ahhh!!!, diréis, aquí está la receta, traída por los pelos. Pues claro, vidas mías.  Si ya sabéis que la receta es el pretexto, que a mí lo que me gusta es contar la batalla.
Me compré otro libro, precioso de hojear, y con recetas criminales.  Pornográficas. "Pasteles vintage", se llama. De los que tomaba a la hora del té Miss Marple, que por eso era tan lista.
El nombre originario del pastel es "Lemon drizzle cake" y la receta es ésta, algo modificada por mí:
- 200 gramos de mantequilla blanda, más un poco para engrasar el molde. Como veis, no es receta para pusilánimes. Tiene grasa y azúcar por un tubo, como Dios manda.
- 200 gramos de azúcar.
- 225 gramos de harina y un sobre de levadura.
- 4 huevos
- La piel rallada fina de dos limones
- El zumo de dos limones.
Para el sirope:
- 100 gramos de azúcar.
- El zumo de otros dos limones.
Necesitaremos un molde redondo de 20 cm. de diámetro, engrasado y enharinado.
Precalentamos el horno a 180º. Batimos el azúcar y la mantequilla en un bol grande, hasta que la mezcla quede pálida y esponjosa. En la Thermomix pondremos tres minutos, sin temperatura, velocidad 4 o 5, hasta lograr el mismo efecto. Añadimos los huevos de uno en uno y seguimos batiendo. Tamizamos la harina y añadimos la ralladura y el zumo de los dos primeros limones. Removemos hasta incorporar todo. Vertemos la mezcla en el molde y lo horneamos unos 30 minutos. A mí me llevó más. Comprobar en todo caso pinchando con una brocheta para ver si sale limpia. Entonces apagamos y sacamos el bizcocho, poniendo el molde sobre una rejilla para que se enfríe por debajo. Preparamos el sirope poniendo el zumo de los dos últimos limones y los 100 gramos de azúcar y dejamos hervir unos minutos, hasta que empiece a burbujear bastante. Conviene que quede más bien líquido. Apagamos. Con la misma brocheta de antes le hacemos al bizcocho, con cuidado, unos quince o veinte agujeros. Y vertemos el sirope sobre el pastel, dejándolo enfriar. Yo le puse también azúcar glas por encima, y limón cortado, para que saliese más guapo en la foto. Pero yo que vosotros me comía sólo lo de debajo, que si no, se te pone cara de juicio de faltas.
 Tiene un sabor a limón maravilloso y a mí me resulta particularmente adictivo.

                                                      Keep calm..... and carry on eating.

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