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miércoles, 2 de abril de 2014

PATE DE MORCILLA CON PIÑONES. Versión morisca.

La receta está inspirada en una del blog DivinaCocina.es que me ha gustado mucho por ser rápida, fácil y buena. Dicho queda. Ahora, la batallita que acompaña a la receta es mía. Esa es mía siempre.
Pues bueno, ya comenté que estuve paseando por el maravilloso Renacimiento de la tierra de los aceituneros altivos, y me traje de allí algún centímetro de más, de mi ecuador para abajo, y varias exquisiteces comestibles. Una de las que más me gustó fue el paté de morcilla con piñones. Me apetecía mucho hacer una versión más autóctona, y para ello he tomado como base la incomparable morcilla de Casarabonela, que me gusta por la combinación de especias y lo poco grasa que resulta en relación al promedio.
Casarabonela, mi pueblo consorte, es una bonita localidad al pie de la Sierra Prieta, pasada la Hoya del Guadalhorce y a la entrada de la comarca de la Sierra de las Nieves. Sus habitantes, que siempre fueron gente espabilada, se rindieron en su día a los Reyes Católicos, Tanto Monta, Sociedad Limitada, negociando unas capitulaciones no del todo desfavorables, sobre todo en comparación con la somanta que nos dieron hasta en el DNI, por díscolos y respondones, a los capitalinos. Hay un libro de Repartimientos, donde consta cómo el término municipal se distribuyó a tanto el metro cuadrado, como entonces se acostumbraba, a Fulano de Copas, de las Vascongadas, a Pepe Pérez, gallego, etc, etc. Y a un tal De la Vandera (sic), origen de todos los Banderas de la comarca ¿Os suena de algo, por cierto, un tal Antonio? ( o ¡¡¡Anthoniouuuuu!!!, para su legítima)
  Pero lo cierto es que, a despecho de tanto repoblador foráneo, los habitantes de Casarabonela son conocidos desde tiempos inmemoriales como "moriscos". Por algo debe de ser. Moriscos que, además, debían ser poco amigos de fanatismos, como gente decente y sensata, y han llevado a través del tiempo la elaboración de productos de nuestro muy católico guarro a cotas sublimes. Los bordan. No lo pregonan a los cuatro vientos, ni tienen sus embutidos tanta fama como otros municipios más o menos nombrados de la provincia. Ellos no lo publicitan, se lo comen. Ya digo que son gente lista...
El paté de morcilla no sirve sólo para los bocatas, sino que puede ser la base de canapés, o relleno de volovanes, combinado con un poco de manzana caramelizada o, en otro registro de sabores, con pimiento del piquillo secado en sartén, como aquí.

Y ahí va el modus operandi:

- Una morcilla de Casarabonela. Pero puede ser de la que más os guste, siempre que sea de buena calidad. La morcillaca industrial llena de sebo no nos vale.
- Media cebolla.
- Un puñadito generoso de pìñones.
- Aceite de oliva.
- Un quesito o queso Philadelphia, cantidad suficiente para ligar la masa.
 -Un chorrito de vino blanco bueno.
- Un polvito de pimienta molida y clavo. Muy prudente, que la morcilla ya tiene lo suyo.
- Para servir: Pimientos del piquillo. Tostaditas. Un buen vino y compañía divertida. Que puede ser la tuya propia, ¿por qué no?
Picamos finita la cebolla y la pochamos en sartén con un chorrito de vino banco. Cuando ya esté blanda, añadimos los piñones y subimos el fuego, sólo el tiempo suficiente, para que se doren. Quitamos la piel a la morcilla y la troceamos bien, o la pasamos por la Thermomix. Añadimos el picadillo a lo anterior y le damos un golpe de buen vino blanco para aromatizar. Damos unas vueltas y añadimos el quesito o una cucharada o dos del Philadelphia, para ligar el conjunto.
Los pimientos del piquillo los cortamos en tiras y los ponemos en una sartén con poco aceite, a fuego fuerte pero cuidando de que no se quemen, lo suficiente para quitarles la humedad de la lata.
Montamos el conjunto en tostadas, con el pimiento por encima. Y que nos den morcilla. Así, si.

¿Recordáis aquello de: "Más quiero yo una morcilla que en el asador reviente.... y ríase la gente"? Nuestros clásicos, que sabían mucho.
 

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