Esta receta la he sacado del Country Homes&Interiors del mes pasado. Ya sabéis, esa revista inglesa sobre la vida pija y chachipiruli en el campo que me encanta, tanto como a veces me empalaga. Las galletitas salen en una foto muy mona, atadas con un cordel rústico la mar de estiloso, así como para un picnic informal. Aprovechando que les salió el sol media hora: qué lástima de criaturas, y lo que disfrutan. La receta me ha suscitado cierta curiosidad, y me decido a probarlas a ver qué tal me van como tentempie a media mañana. Porque esto es un problema grave para mí: yo me levanto a las seis y media de la mañana, desayuno a las siete, y, tome lo que tome, a las diez y media o a las once arraso con lo que pille, como el monstruo de Tasmania. Me entra un hambre y un desconsuelo como no os podéis ni imaginar y mi estómago es un agujero negro que ruge de desesperación. Literal y audiblemente. Y por favor, no me digáis que me coma una manzana. Manzanas a mí: ni comiéndome el Mercado Central entero se me quita la desazón. El otro día, en una guardia, me llevé una barrita de esas de fibra, y en uno de esos prolongados tiempos muertos que suelen sobrevenir, empecé a comérmela porque no podía más. Pues fue metérmela en la boca y llegar inmediatamente Su Señoría a decirme: "Letrada, vamos a comenzar los interrogatorios". Y allí estaba yo, profesional de la muerte, con la boca llena de afrecho: "Isculbe. Oy en heguida, Eñoría". Tenga usted piedad, mujer, que en sus ratos libres será humana. En esa situación a ver de dónde sacas tú dignidad para interrogar a nadie en condiciones. Ya te ha perdido el respeto todo el mundo: el oficial, su Señoría, el interrogado y el que está en la puerta vendiendo cupones.
Porque si una ha aprendido algo en estos años, es que a los juzgados se va comida, bebida y con un pedazo de sonrisa como el gato de Cheshire. Y si no te sale la sonrisa, "dientes, dientes", como decía la señora Pantoja, que tantas veces lo puso en práctica. Se va con poderío, sin demostrar ningún tipo de debilidad, porque corres el riesgo de que te vayan a picar a los ojos, como las gallinas. Y cuidado con manifestar demasiado sentido del humor, que en estos ambientes no es, por lo general, muy apreciado. Aunque, a veces, es su Señoría quien se permite algún rasgo, y entonces se representa, con toda claridad, la escena del gato jugando con el ratón. Lo cual está muy bien, mientras el ratón sea tu contrario y no tú. Porque si eres tú, lector de mi corazón, esto es un claro indicio de que su Señoría se va a encargar un juego de maletas, un llavero y un vaciabolsillos con tu pellejo y con el de tu cliente. En estos ambientes hay que curtirse, y si te entra hambre, te comes las orejas de tu contrincante, con salsa brava.
Señor. Creo que nunca, nunca, me acostumbraré....
Receta:
- 150 gramos de salvado de avena.
- 200 gramos de copos de avena.
- 150 gramos de nueces peladas y troceadas.
- 100 gramos de queso rallado curado.
- Una cucharadita de sal y un pellizco de pimienta negra.
- 100 ml. de aceite de oliva.
- Agua para amalgamar el conjunto.
Se precalienta el horno a 180º. Se forra la bandeja del horno con papel vegetal. Se mezclan todos los ingredientes secos. Se añade el aceite de oliva y se amasa. A continuación te mojas las manos y coges una bola así como una albóndiga, y aprietas. Si se queda hecha la bola, perfecto: la aplastas en la bandeja del horno y vas haciendo igual hasta llenarla No importa que no estén separadas, porque éstas no crecen con el calor del horno. Si se te desmorona, tienes que mojarte las manos con generosidad y repetir la operación hasta que te salga la bola compacta. Cuando ya tenemos la bandeja llena, la metemos al horno durante 20 minutos. Después giramos la bandeja, poniendo lo de dentro hacia afuera, para que se doren por igual, ponemos al horno 10 minutos más y apagamos. Las sacamos y las ponemos a enfriar sobre una rejilla, para que no nos cojan humedad por debajo.
Está buenísimo el invento y si tomas entre un cuarto y medio litro de agua se expande creando una sensación de plenitud que se traduce en paz estomacal duradera. Amén.
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