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miércoles, 7 de mayo de 2014

SUIZOS DE ALMENDRA: Mi nevera es una trampa mortal (1ª parte)

Una tarde reciente estaba yo entregada a la apasionante tarea de limpiar el frigorífico, que tiene el tamaño de un apartamentito en la playa, tarea que, muy a mi pesar, no podía seguir postergando. Siempre encuentro sorpresas poco gratas o directamente asquerosas. Hay un tarro de concentrado para hacer leche de almendra que debe llevar unos tres años almacenado, sin que en ese intervalo se hayan verificado cambios apreciables en su aspecto. No recuerdo en absoluto para qué compraría semejante cosa. Tampoco falta nunca la correspondiente cuota de vegetales diversos No Muertos, cubiertos de moho blanco y a punto de salir de la nevera por su propio pie, para adueñarse del mundo de los vivos, como en el mejor capítulo de The Walking Dead. Pues tampoco es que tenga mejor aspecto la última loncha de embutido que nadie ha querido, momificada a la perfección: las reliquias de San Prosciutto, diácono y protomártir. Me han caducado seis yogures, pero como la fecha que pone sabemos que es de consumo preferente, pues no pasa nada. Bueno.... pero es que la fecha pasó hace cerca de un mes. Abro uno. No huele, ni sabe mal. Se lo doy al Curro. Mi perro. Se lo hinca en medio segundo, y si no le quito el vasito se lo zampa también. Pero es que el Curro tiene un aparato digestivo digno de una cabra montesa, o de los engranajes de una trituradora industrial. Si fue capaz de comerse una correa de cuero de entrenamiento de dos metros siendo cachorro (doy fe: nos dejó la hebilla), y su dieta habitual del mejor pienso se complementa, durante los paseos, con pañuelos de papel usados, diversos objetos blandos no identificados y zurullos recientes de gato, un yogur  más o menos añejo es ambrosía para él...
El ser sensato que hay oculto en algún rincón de mí siente remordimientos ante el despilfarro, pero, en virtud de algún principio no escrito, si uno dispone de espacio, lo ocupa por completo, y mi nevera no es una excepción. Los buenos propósitos de minimalismo y consumo responsable me duran lo que el intervalo hasta la próxima compra, cuando, en un alarde de virtud doméstica, compro tres kilos de alcachofas que son sanísimas, cinco kilos de tomate para hacer gazpacho en cantidades comercializables, y tres de berenjenas, que el pisto tiene también muchos antioxidantes. Después de guardar la compra, empieza a causarme terror la idea de pasar la mitad de la tarde limpiando alcachofas, y de pronto se me ocurren muchísimas otras cosas interesantes que hacer.... y las muestras de mi desidia no tardan en hacerse dolorosamente visibles. ¿No habéis visto nunca una alcachofa semilíquida? Yo sí: es un cuarto estado de la materia, de aspecto y tacto muy poco agradable, que sólo podríais reproducir en una atmósfera controlada.
Sigo adentrándome en la selva procelosa, a  latitudes donde nunca antes puso el pie el hombre, y me encuentro, oculto y muy bien liadito, el Espíritu de las Navidades Pasadas en forma de una tableta de turrón de Jijona casi entera. Esto, decididamente, es demasiado. Por esto no paso: los restos navideños deberían autodestruirse tras el 7 de enero, como los mensajes que le mandaba el Super a Mortadelo y Filemón. Pero de eso nada, ahí siguen, inasequibles al desaliento. No soporto su vista: tengo que hacer algo.  Porque, si no, seré capaz de comérmelo. Así que hago un apaño bastante rico, que me va a solucionar varias meriendas: con ustedes, el suizo de almendra.



La receta va así:
- 150 gramos de azúcar.
- Piel de medio limón y media naranja. Si se va a hacer sin Thermomix, el equivalente en ralladura.
- 150 gramos de leche (2/3 partes de un vaso de agua)
- Un sobre de levadura seca de panadería o 15 gramos de le levadura fresca en cubitos. (La tercera parte de uno)
- 100 gramos de mantequilla
- Media tableta de turrón de Jijona.
- 2 huevos.
- 1 pellizco de sal
- Un par de gotas de esencia de almendra (opcional) En el Lidl. venden unos tubitos con diversos aromas.
- 550 gramos de harina de fuerza.
- 1 huevo adicional para pintar los bollos
- Azúcar adicional y almendra laminada para poner por encima.
Si no tenemos Thermomix, empezaremos por templar la leche y la mantequilla en un cazo y diluir el azúcar y el turrón en trozos, hasta disolver. Dejamos entibiar y añadimos las ralladuras de limón y naranja, los huevos batidos, la sal y la esencia, si la ponemos. Batimos, añadimos la harina y la levadura (si es de cubito la deshacemos con los dedos en la harina) y amasamos unos diez minutos.  La masa nos va a quedar bastante blanda, pero que no cunda el pánico. La dejamos reposar tapada con un paño hasta que doble su volumen. Según la temperatura ambiente, esto puede variar desde un par de horas a tres o cuatro.
Pasado este tiempo, nos mojamos las manos y vamos formando los bollos, para un tamaño mediano pueden salir unos diez o doce, que pondremos lo más separados posible unos de otros. Los dejamos subir nuevamente, tapándolos con un paño. Esta segunda subida suele tardar menos que la primera, pero también tienen que aumentar al doble. Por último, precalentamos el horno a 200º, un mínimo de quince minutos y mientras vamos pintando con el huevo batido y una brocha los bollos, con cuidado de que no se nos bajen, les ponemos la almendra laminada y el azúcar adicional por encima y los ponemos al horno de 12 a 15 minutos. A partir de los 10 minutos de cocción es conveniente ir mirando, porque se tienen que cocer lo justo, y eso es cuando están un poco dorados. Si nos pasamos, el suizo sale muy blando al principio y luego se pone como el cartón piedra.
Con Thermomix pondremos en el vaso el azúcar y  trituraremos en vel. 6-8-10 progresivo unos 30 segundos, luego repetiremos la operación añadiendo las pieles de limón y naranja y viendo que queden bien trituradas. Pondremos la leche y el turrón y programamos 2 minutos, 37º, vel. 5. Añadimos los huevos, la mantequilla, la levadura, la sal y la esencia de almendra y batimos unos segundos a vel. 5 ó 6. Ponemos la mitad de la harina, batimos 15 segundos a vel. 6, ponemos el resto de la harina y programamos 3 minutos a velocidad espiga. Dejamos reposar en el vaso hasta que doble el tamaño y el resto es igual que del primer modo.
 Podéis tomarlo en el desayuno y da como menos remordimiento. Si después no hay más que correr unos quince kilómetros y ya lo hemos quemado....

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