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miércoles, 25 de junio de 2014

PASTEL DE ATUN DE VERANO

Final de junio y ya vamos reptando como podemos -literalmente- hasta las ansiadas vacaciones. Ya no nos queda energía,  pero en los juzgados parecen haber recordado de pronto que hay muchas cosas pendientes, y te crujen, literalmente, a notificaciones. Me vomitan faxes, me asestan correos a tutiplén... criaturas, ¿qué habéis comido, por Dios? ¿Es que la Junta os manda las dosis de poción mágica de Astérix, junto con la nómina del mes? Estáis rabiosos.... Y nooo me digáis que no, además justo cuando una está ya para el arrastre.
A las vacaciones cae uno como cuando encuentra una cama y una Coca-Cola en medio del desierto. Y a veces  se está como obnubilado al principio. Y si no, mirad lo que me pasó a mí un año:
Hace un tiempo caí presa de uno de mis tan cíclicos como poco duraderos ataques de virtud y economía doméstica. Decidí que a mis hijos, que entonces eran pequeños, -pues de más está decir que ahora no se dejarían ni arrastrados-, les cortaría yo el pelo, habilidad que entonces me parecía muy necesaria, y fui a comprar uno de estos chismes eléctricos, iguales en miniatura a los que se usan para esquilar las bestias. (Y no señalo). Empecé a practicar y le fui cogiendo el manejo sin graves daños, graduando los largos según la zona y puliendo el corte con esas tijeritas de peluquero tan monas que trae el artilugio. Poco orgullosa que estaba yo de lo apañada que era. En fin, a principios de las vacaciones de ese año le corté el pelo a mi hijo el pequeño, y me quedó tan bien que mi marido, también de vacaciones (afortunadamente) me dijo:
-Anda y córtamelo a mí, que no me apetece bajar a la barbería.
Dicho y hecho. Con estas palabras selló su destino. Infeliz. Le siento en su taburete, le pongo su toalla, le echo su spray de agua, y limpio previamente el chisme de los pelillos del corte anterior. Empiezo por detrás... esto va como la seda, tiene una ya una práctica... una velocidad... y, en décimas de segundo, solté el aparato entre gritos de horror...
Se me había olvidado volver a ponerle el protector de las cuchillas al aparato. Que en esas condiciones, no estaba cortando el pelo. No. Estaba afeitando y sacando brillo. Pero mucho.
Le había dibujado a mi marido en la cabeza, a escala, ese tramo de la A-92 que pasa por Antequera, antes del desvío a Loja. Ese que es tan cómodo. Tan recto. Tan amplio. Exactamente, veintidós centímetros por siete. No guardo la foto, que la hice, pero de todos modos no os la pondría. Porque da mucho miedo.
Por milagro de Dios no le crucé la cabeza hasta la frente. Creí que me moría, y el pobre decía:
-¿Pero qué pasa? Si me has hecho un trasquilón me lo puedes emparejar un poco...
-¡¡¡Trasquilón!!! ¡¡¡Emparejar!!!- aullaba yo, llorando como una Magdalena.
Al fin me rehice un poco y le pasé un espejo de mano para que pudiese mirarse por detrás..... Debo decir, para que veáis la condición que tiene, que no me dijo ni un solo improperio. Sólo me comentó, qué lástima:
-Bueno, pues tendré que buscarme un sombrero....
Presa del remordimiento, me recorrí la (limitada) oferta comercial de sombrerería malagueña. En un clásico y conocido establecimiento, me recomendaron, completamente en serio, que le comprase a mi marido una especia de réplica de esos sombreros con cortinilla para la nuca que usaban en la Legión Extranjera. Decliné la sugerencia tan amablemente como pude. Al fin encontramos un sombrero de tela de Coronel Tapioca, y con eso fue tirando el pobre mío, llevándolo echado para atrás como Manolo Caracol, hasta que le creció una pelusilla que le permitió una oportuna visita al peluquero. El cual, cuando le vio, le dijo muy serio:
- Eso se lo ha hecho a usted alguien que le quiere mucho...
Y se reía como qué. Yo, cobardemente, no me había atrevido a acompañarle y confesarme autora de la monería. Y me lo peló como un portero de discoteca, pero por lo menos estaba el hombre decente.
Así que ya veis si tengo peligro. Desde entonces me he negado en redondo a volver a utilizar el cacharrito. Teniendo, como tenemos, un peluquero apañado y de confianza en el barrio, pues, como dice la copla: Ay, Manolete, ay Manolete: si no sabes torear ¿Pa qué te metes?

Así que es preferible que haga algo que sí me sale algo mejor, que preparo mucho en esta temporada y que está muy, muy rico.
Para lo cual necesitamos:
- 3 huevos
- 1 brik de 200 ml. de nata, o la misma cantidad de leche Ideal. Incluso de queso batido 0% materia grasa.
- 3 cucharadas de tomate frito.
- 6 latas pequeñas de atún. Pueden ser en escabeche si queremos un sabor más intenso, o sustituir alguna de las latas por una de sardinas.
- Sal y un pellizco de pimienta.
Batimos todo en la Thermomix o batidora y lo ponemos en un molde de 1 litro de capacidad. Si lo vamos a hacer al baño María, hay que precalentar el horno a 180º al menos diez minutos antes. Ponemos el molde en la bandeja del horno con agua como hasta la mitad y lo cocemos aproximadamente una hora. Iremos pinchando para ver que esté cuajado en el centro. Para mi gusto, la textura sale mucho más fina con este método. Pero si preferimos simplificar, hay que poner la masa en un molde que pueda ir al microondas y lo ponemos al 75% de potencia durante quince minutos. Pasado este tiempo, pinchamos para ver si está hecho, y si no lo está, volveremos a ponerlo 3-4 minutos más, hasta que salga cuajado.
Se sirve con ensalada y mayonesa.

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