Si pego una carrera llegaré a tiempo de coger el autobús. ¿Podré? Llevo los brazos trabados con trescientas bolsas, estoy completamente deshidratada y tengo los pies como dos hamburguesas, cortesía de las horas de caminata y de las tiras de las sandalias, que me tienen crucificada. Al final alcanzo una velocidad máxima de trotecillo cochinero, suficiente, sin embargo, para lograr mi objetivo. Me siento al fondo, justo donde el aire acondicionado ruge agradablemente sobre mi cabeza. Acomodo las bolsas, sintiendo aún los ecos del subidón de endorfinas provocado por una sesión de compras en condiciones. Ah, las rebajas.....
Lo cierto es que tengo excusas: se me ha quedado pequeña parte de mi ropa, y otra parte ya no me sienta nada bien. Además, me merezco una comisión: aparte de mis otros múltiples roles en la vida, también soy la personal shopper de mis hijos. Ellos se niegan a probarse nada, y antes o después hay que renovar esas camisetas harapientas y esos pantalones llenos de manchas indelebles de origen desconocido, donde no hay Kalia ni lejía que valgan, amén de artísticos agujeros donde la pernera pierde su honesto nombre. En cuanto a mi marido, creo que su última prenda de ropa la adquirió más o menos por el tiempo en que tiraron el muro de Berlín. Sus camisas crecieron con él, como le pasó a nuestro señor Jesucristo con la túnica. -conserva algunas de soltero, y nos casamos hace veintitrés años de ná-, para alegría de mi suegra, que tenía que vestir a siete fieras corrupias y dos hijas, por mucho que los hermanos se heredasen unos a otros. No he visto en mi vida a un hombre al que le dure más la ropa. Hasta el punto de que a veces me ha venido del trabajo con agujeros en los codos de los jerseis. Alguna camisa se la he tirado, porque estaba transparente. En ocasiones he tenido que tirar de él para que renovase algunas cosas, porque es que ya da vergüenza, y parece un crío inapetente delante de un buffet libre:
- Mira estos pantalones, creo que te pueden ir bien.
- Buehhhhh.... No sé. Tiene muchos..... bolsillos.
-Tendrá que tener bolsillos, alma de Dios. ¿Y esta camisa?
- Tengo una igual.
- Sí. Con el cuello deshilachado. ¿Nos llevamos esta otra también?
- Pues no te sabría decir. Es un poco.... verde.
De verdad. Qué angustia de hombre. Yo veo algo para mí y sé si lo amo y mataría por ello o si no me lo pondría ni por orden judicial. En eso soy algo atípica y expeditiva: despacho en seguida.
De todos modos, las rebajas están como descafeinadas. No son lo que eran. Recuerdo cuando tenía yo unos once o doce años y mi madre me llevaba a las de Almacenes Mérida, que nos cogía al lado de casa. Antes de que abriesen las puertas, había apelotonada en la puerta una horda de feroces compradoras, monedero en ristre, para vestir a la familia. Abrían las puertas y una marea humana se precipitaba al interior, ocupaba las escaleras mecánicas y las otras y se congregaba al lado de esos cajones abiertos de "Todo a 999", donde ocurría con cierta frecuencia que dos, o tres manos, tirasen de la misma prenda, entre gritos desgarradores y pisotones. Yo me acordaba de la película esta de "Cuando ruge la marabunta". Sí, hombre. Que te pusieran a ti en medio de un primer día de rebajas, entre honradas y decididas amas de casa trinitarias. Si tenías narices. Mi madre me tuvo que sacar una vez de debajo de un enorme perchero cargado de pantalones vaqueros que me habían tirado por encima. Yo no me podía mover: gritaba, pero nadie me oía, y aquella manada de lobas me iba a aplastar. Hasta que mami sacó el pepacarballismo que la caracterizó siempre y pegó un alarido entre la multitud.
-¿¿¿NENA, DONDE ESTAS??? ¡¡¡A VER!!! ¡¡¡NOS CALLAMOS UN POCO, QUE NO ME ENTERO!!!
- ¡¡¡ESTOY AQUIIII!!! ¡¡¡MAMAAAA!!!
Ya por ahí me sacaron, como a las víctimas de los terremotos, como a Garbancito de la barriga del buey, aunque no fue tarea fácil. Salí, medio asfixiada y con los pelos de punta, pero indemne. Mami comentaba, con su discreción -y tono de voz- habituales:
- ¡¡¡SALVAJES!!! ¡¡¡ANSIOSAS!!! ¡¡¡BURRAS!!! ¡¡¡MAL TORO OS COJA!!! VAMONOS, NENA, QUE ESTO NO SON MUJERES, SON LEONAS.
Qué recuerdos...
- Un bote de garbanzos cocidos. Y además:
- Tres latas de atún.
- Media cebolla, a ser posible de la nueva o de la roja.
- Pimiento rojo y verde.
- Un tomate.
-Una lata de maíz.
-Un paquetito de bocas de mar.
-Sal, aceite, limón.
Picamos las verduras menudas, escurrimos los garbanzos del bote, los lavamos y colamos, picamos las bocas de mar y ponemos todo en un bol con el resto de los ingredientes. Aliñamos y servimos. Yo hice este plato en el momento, pero queda mejor si lo tenemos en la nevera con antelación.
A mis hijos les gusta esta ensaladilla, que además te permite soltar el discurso de madre nutricionalmente responsable que también sirve legumbres en verano. Quedas la mar de bien y sales del paso en cinco minutos escasos. Las variaciones son infinitas: quedan muy bien con huevo duro, y yo además puse un poco de mojo picón casero que me quedaba, y salió buenísimo.
Es sanísimo y apañado a más no poder. Que lo disfrutéis.
Pero vuelvo al momento presente con un sobresalto: voy a llegar a casa a las dos y media. Y se me ha olvidado por completo sacar del congelador lo que iba a poner para comer. Hay que poner en marcha un plan B. Piensa, piensa... Ya sé.
Llego a casa, me voy a la despensa y cojo un bote de garbanzos cocidos que me va a salvar la vida, en cuestión de cinco minutos:- Un bote de garbanzos cocidos. Y además:
- Tres latas de atún.
- Media cebolla, a ser posible de la nueva o de la roja.
- Pimiento rojo y verde.
- Un tomate.
-Una lata de maíz.
-Un paquetito de bocas de mar.
-Sal, aceite, limón.
Picamos las verduras menudas, escurrimos los garbanzos del bote, los lavamos y colamos, picamos las bocas de mar y ponemos todo en un bol con el resto de los ingredientes. Aliñamos y servimos. Yo hice este plato en el momento, pero queda mejor si lo tenemos en la nevera con antelación.
A mis hijos les gusta esta ensaladilla, que además te permite soltar el discurso de madre nutricionalmente responsable que también sirve legumbres en verano. Quedas la mar de bien y sales del paso en cinco minutos escasos. Las variaciones son infinitas: quedan muy bien con huevo duro, y yo además puse un poco de mojo picón casero que me quedaba, y salió buenísimo.
Es sanísimo y apañado a más no poder. Que lo disfrutéis.
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