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miércoles, 16 de julio de 2014

HELADO DE YOGUR: sobrellevemos la pavorosa recta final...

Esto se está poniendo más y más crudo cada día que pasa. Salgo a la calle y tengo la sensación de que me voy a licuar, con cartera incluida, y luego me evaporaré en contacto con el asfalto. Porque el Lorenzo pega hoy sin piedad, y me quedan aún tantas, tantas cosas por hacer.... Llego a casa y procedo a ordenar la guarida de mi hijo el pequeño, de donde salen:
1) Doscientas camisetas y chorrocientas piezas de ropa interior, con y sin pelusas. Por respeto a los lectores, sólo diré que ninguna estaba limpia.
2) Medio bocadillo, al parecer de salchichón, debajo de la cama. No sé de qué curso: sólo una rigurosa prueba de carbono 14 podría determinarlo.
3) La tortuga, que a pesar de tener el tamaño de un mollete antequerano de los grandes, estaba oculta bajo una espesa capa de verdín en su acuario. Animalico.
4) Otros. Orgánicos e inorgánicos.
Esto me deja muerta, pero aún no he terminado: oh, no. Aún me queda repasarme los tipos de oraciones y el análisis morfosintáctico, porque mi criatura se tiene que examinar de eso en septiembre y necesito un mínimo de conocimientos para ver lo pegado que está. Y lo está. Mucho. Mi cuñada se ha ofrecido a corregirle los ejercicios y le estoy tremendamente agradecida, porque yo con las oraciones subordinadas sustantivas, relativas y demás me estoy armando un lío considerable. Me van a catear fijo. Ayyy... Eso, por no hablar de que para corregir los ejercicios de su cuaderno primero hay que descifrar su letra. Mi niño usa unos caracteres alfabéticos de creación propia más parecidos a la escritura cuneiforme que a nuestro alfabeto latino. Así que suerte, Elena:  aunque, como profesora, estarás más entrenada que yo en descifrar jeroglíficos.
 En fin, que acabamos de inaugurar la Quincena Horribilis de antes de las vacaciones, donde se da la terrible combinación de niños de vacaciones y trabajo desbordante en aumento. Para relajarme un poco, hago unas recetas de helado de yogur de un libro la mar de bonito que se llama Yogur Helado Gourmet, de la editorial Lunwerg. Me fui a mi super y me traje yogur griego en cantidades comercializables. E hice bien, porque una primera tanda del yogur (8 unidades) se la comieron mis hijos antes de que me diese tiempo de decir "manos fuera o te capo". La segunda tanda,  que sí conseguí convertir en helado, la arrasaron antes de que me diese tiempo a guardarla, junto con una tanda de la versión light. Ellos no hacen distinciones.
Por supuesto, la tercera la he escondido detrás de unos calamares congelados, lugar donde nunca sus manos pecadoras se aventurarían. Esto es mismamente como tener dos tenias solitarias andando por la casa. Qué me comen, madre mía. En mi casa no puede haber ni un tupper con pasta cocida: se la comen fría, sin tomate ni nada. Y, si te descuidas, te muerden la mano y se te llevan un dedo. Palabra.
Mientras terminamos este mes ominoso, os doy las siempre algo interpretadas recetas del helado de yogur. Versión heavy y light. Esta última no sabe a postre light, sino a helado de verdad, y es muy baja en grasa y azúcar. Ambas versiones se pueden hacer sin heladera y son facilísimas, siempre y cuando vayamos a estar en casa para remover el mejunje cada cierto tiempo.
Versión soy-el-novio-de-la-muerte, para inmunes al colesterol:
- 5 yogures griegos azucarados.
- 1 brik de 200 ml. de nata.
- 80 gramos de azúcar, de la cual yo pongo 30 de azúcar invertido (receta en la entrada del helado de queso manchego que publiqué hace poco)
- I cucharadita de gelatina en polvo.
Montamos la nata.
Añadimos los yogures, el azúcar y la gelatina y removemos con las varillas, mezclando todo bien. No batimos porque el yogur se pone líquido.
Ponemos la mezcla en un tupper y al congelador.
A la hora sacamos y removemos.
Repetimos la operación al menos tres veces, a intervalos de una hora, y removemos bien todas las veces desde lo que está pegado a las paredes, que se congela antes. Esto es para que no se formen cristales de hielo. Se puede consumir cuando tiene la consistencia deseada o dejarlo para cuando vaya a usarse.
La versión light:
Se hace sustituyendo el yogur griego por 5 yogures naturales (yo no los pongo desnatados porque ya es demasiado light), y la nata por una tarrina de queso de untar 5% de materia grasa (lo hay en el LIDL en los refrigerados), o bien por media tarrina de queso batido 0%, Además, se ponen dos cucharadas de leche desnatada en polvo para dar mayor cremosidad, la gelatina igual y dos cucharadas soperas de sacarina líquida. Aquí no hay nada que montar, así que se remueve todo y se procede del mismo modo anterior. Ya digo que mis dos sarnas perreras ambulantes se lo comieron igual que el no light, así que es una garantía.
Para terminar podemos servir con los barquillos, sirope de fresa, como yo hice, virutas de chocolate o lo que más coraje nos dé.
Y sale así:

Esto se llama la meditación a través del helado, y aseguro que sirve igual que la otra. Eso sí, engorda algo más.....









































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