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miércoles, 8 de octubre de 2014

DONUTS. De cuando yo era la Madre Perfecta.

Cuando compré la primera Thermomix, en el año 2002, me convertí en la Madre Perfecta. Podía hacer cualquier cosa. Los niños tenían tres y seis años, y la maquinita me abrió un mundo insospechado de posibilidades gastronómicas. La verdad es que cuando la adquieres pierdes un poco los papeles ante las cosas que te permite hacer, y te pones de cansino que no hay quien te aguante. No tienes otra conversación.. Entre las recetas que fui pillando de aquí y de allá estaba ésta. ¡Donuts! ¡Yo iba a ser La Madre Que Hacía Donuts! Lo cierto es que mis donuts cogieron cierta fama entre los amigos de mis hijos, y otras madres del colegio me miraban como a una especie de marciana, y juraría que con algo de resentimiento ("¿Tú no trabajas, verdad? Ah, que sí. ¿Y cómo te da tiempo a hacer esas cosas?"). Aunque hubo alguna que llegó a pedirme la receta. En aquellos tiempos solía visualizarme a mí misma, volviendo a casa de mi jornada de trabajo como profesional liberal, siempre la mar de mona y arregladita, cambiando la cartera por un delantal de volantes años cincuenta (que, por cierto, nunca he tenido), perfectamente planchado, haciendo dulces sin grasas trans, sin colorantes ni conservantes, e inundando mi cocina de gloriosos aromas. Mis niños, pacíficamente sentados haciendo sus deberes en la mesa del comedor; la señora que venía a ayudarme, limpiando eficaz y silenciosamente, y mi marido leyendo plácidamente el periódico en un sillón. Tralarí, tralará.
Pero entonces venía el cruel punzón de la Realidad a pinchar el globo de mi idílica visión de los mundos de Yupi:
1)- La profesional liberal, ya algo menos mona que por la mañana cuando salió, venía de trabajar y recoger a los niños. Hasta ahí, vale.
2) -Cambiaba la cartera por un chándal con manchas de lejía y las gomas dadas de sí y ponía la comida con la lengua fuera.
3)- Los niños se revolcaban por el suelo tirándose de los pelos.
5)- La incontrolable fuerza de la naturaleza que entonces venía, supuestamente, a limpiar me baldeaba el parquet con agua y me mataba a berridos permanentes:
-¡ROSSSI, QUE NO QUEDA AMONÍACO!
-¡ROSSSI, QUE A VER SI CAMBIAMOS LOS PAÑOS, QUE ESTÁN ESPERCODÍOS!.
-¡ROSSSI, QUE DON PEDRO TE ESTÁ LLAMANDO!
(Oh, sí: mi marido era "don Pedro" y de "usted" y yo "Rosssi" y lo que viene después del "tú": los papeles de ambos estaban perfectamente claros).Y por último
6)- Don Pedro leía plácidamente el periódico en un sillón.
(Bueno, sólo a veces: no seamos injustos).
Añádanse a esto llamadas y más llamadas, antes, durante y después, porque yo trabajaba desde casa. Y mis niños metiéndose en el despacho y comiéndose en pedazos las providencias que tenía que enviar por fax. Esto ocurrió, al menos, en dos ocasiones.. Era como tener a un par de cabras pastando por mi lugar de trabajo. Pues claro que terminé majara perdida. Porque yo creía entonces que las madres de los anuncios existían de verdad, y vivía en una permanente esquizofrenia, porque quería ser como ellas, y todo lo más que conseguía era pasar el día apagando fuegos. Como hacemos todas las madres de carne y hueso. 
Hoy, si en algún momento todo parece ir sobre ruedas, y siento la tentación de montarme mentalmente la película Familia Feliz en Torno a la Mesa, me levanto inmediatamente, y meto la cabeza bajo el chorro frío de la ducha. Si algo me ha enseñado la vida, es que no existe, ni falta que nos hace, la perfección en nada, y que conservar la cordura depende, exclusivamente, de vivir lo más pegado posible a la realidad, aunque no nos guste, (lo cual no excluye la posibilidad de mejorarla) y no montarnos películas e imaginarnos que las cosas son como no son. La imaginación, que es una maravillosa cualidad por otra parte, nos puede crear una frustración tremenda.
Así que ¡¡¡mueran las Madres Perfectas!!!  ¡¡¡Y que le peguen fuego a los delantales de volantes!!!.
Por eso ahora, cuando hago donuts,  sólo hago donuts  -buenísimos, eso sí-,  no ejecuto un modo de vida. He dicho. Y para quien se atreva, ahí va la receta:
Ingredientes:
-250 ml. de leche.
-100 gramos de aceite de girasol o de oliva de sabor suave
- 1 cucharada de levadura de panadero en polvo o 20 gramos de la fresca.
- 100 gramos de azúcar.
- 2 huevos
- 1 cucharadita de sal
- 1 cucharadita de extracto de vainilla, lo hay de la marca Vahiné.
- 700 gramos de harina de fuerza.
Almíbar:
- 200 ml. de agua
- 200 gramos de azúcar
-Corteza de un limón.
O, en sustitución, pintar los donuts con un poco de miel caliente y una brocha de repostería.
Se ponen en el vaso de la Thermomix la leche, el aceite y el azúcar, 2 minutos, 37º, vel. 2
Se añaden la levadura y los huevos y se mezcla 10 segundos a vel. 6, sin calor. A continuación, se añaden la harina y la sal, se mezcla 20 segundos en vel. 6, y tres minutos en velocidad espiga, sin calor.
Sacar la masa del vaso y dejarla reposar 10 minutos antes de darle forma.
Sin Thermomix, se ponen los ingredientes líquidos en un bol grande, se pone la harina, la sal, el azúcar y la levadura, cuidando de que la sal y la levadura no entren en contacto directo, porque la levadura entonces se inactiva, y se amasa a mano unos diez minutos.
Pasado este tiempo, se hacen bolas de unos 100 gramos, y se forman los donuts, a mano o con este chisme:

Lo compré en Maqueda, detrás del Mercado Central, y es muy útil. Salen muy bonitos.
Ponemos los donuts en una superficie que no se pegue, puede ser la bandeja del horno forrada con papel de hornear engrasado, y los dejamos reposar tapados con un paño limpio hasta que suben al doble. Puede ser una hora y media o así, o menos si la cocina está caliente.
Ponemos una sartén con aceite limpio y lo ponemos a fuego vivo, pero que no humee, y los freímos en tandas de tres o cuatro como mucho, para que no se peguen. Es importante que les vayamos dando la vuelta un par de veces, hasta que veamos que están dorados, pero no se pueden freír con el fuego muy fuerte porque se quedan crudos por dentro. Los ponemos en un bol forrado de papel de cocina, para que escurran el aceite.
Por último ponemos el agua, el azúcar y la corteza del limón en un cazo y lo ponemos a hervir, removiendo. Cuando veamos que hace burbujas grandes y que se va poniendo espeso, se apaga y se bañan los donuts con este almíbar, o con la miel si así lo preferimos, poniéndolos a escurrir en una rejilla.
Una vez fríos, se pueden congelar uno o dos meses y salen como recién hechos.
Pude recatar esta muestra, el resto, que eran bastantes (salieron 15) no vivió para dejar constancia de su paso por el mundo de los vivos...
Y a disfrutar de nuestra maravillosa imperfección cotidiana. Amén.

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