Me muero. Llevo todo el día de hoy en estado de licuefacción física y mental. Me voy a mi Ciudad de la Justicia, a desempeñar mis habituales labores de mamporrera jurídica, y la chaqueta se convierte en un refinado instrumento de tortura, hay 36 grados en el termómetro de la parada de autobús. Un 22 de octubre. Aprieto los dientes: iré compuesta hasta morir. No entraré en un Juzgado sudorosa y derrotada por nada del mundo. Nunca se demuestra debilidad en un medio hostil. Jamás. Cuando salgo, digna, si bien deshidratada, la chaqueta se ha fusionado con la piel, y si me la quito quedaré reducida a un charquito en el suelo. Para colmo, ya en el centro, tengo que pasar por esa calle llena de franquicias de moda, y veo en los escaparates cosas que me hacen muy feliz: abrigos de pelo, como el traje del troglodita Hug. Jerseys de ochos, de esos gorditos. Ponchos de lana estilo Jorge Cafrune o manta de la Cruz Roja, que al parecer se llevan este año. Tan calentitos. Y en los alrededores, puestos de castañas. Sufro como una bestia. No sé si esto es una pesadilla y me he equivocado de estación, o si la estación se ha equivocado de lugar. Porque hace muchísimos años, cuando yo empezaba el curso, solía llevar alguna rebeca o jersey fino. El aire era fresco por la mañana y yo pasaba todos los días, camino del colegio, por una casita al final de la calle Malasaña que albergaba entonces, y hasta no hace tantos años, la fábrica de los chocolates Santa María. Tengo el olor grabado en la memoria para siempre, me hacía delirar despierta, y curiosamente, en años y años jamás vi entrar ni salir a nadie de allí, y las ventanas siempre estaban cerradas. Cuando leí por primera vez "Charlie y la fábrica de chocolate", me resultó inquietantemente familiar...
El otoño existía. Ahora tenemos un medio entretiempo birrioso, el frío empieza cada vez más tarde, y dura cada vez menos. Dicen que bajan las temperaturas, pero no me atrevo a hacerme demasiadas ilusiones. Así que llamo al otoño, al de verdad, con una receta muy adecuada a la estación que deberíamos estar disfrutando: el señor pan de especias. Acompañándolo de un chocolate caliente. Si tengo valor, claro. Aunque siempre lo tengo, tratándose de chocolate.
Ingredientes:- 150 gramos de harina de centeno.
- 150 gramos de harina de repostería.
- 1 sobre de levadura
- 1 pellizco de sal.
- 150 gramos de almendras tostadas y un poco troceadas.
- 150 gramos de pasas remojadas en té o en licor. Ponerlas en el microondas un par de minutos con el líquido a potencia máxima.
- Unas gotas de esencia de almendra amarga (opcional) La hay en el Lidl.
- 3 huevos.
- 150 gramos de mantequilla.
- 100 gramos de miel normal y 100 de miel de caña.
- 1/2 cucharada de canela
- 1/2 cucharadita de clavo molido.
- 1/2 cucharadita de jengibre molido.
- 1/2 cucharadita de cardamomo molido.
- 100 gramos de azúcar moreno.
- 2 cucharadas soperas de anís verde.
- Almendras laminadas.
Precalentar el horno a 180º. Batir la mantequilla, los huevos, la miel y el azúcar. Añadir las especias y la esencia de almendra, las harinas, la sal y la levadura. Batir y añadir la harina, batiendo hasta integrar. Mezclar con una cuchara las almendras troceadas y las pasas escurridas. Poner en un molde grande, no debe sobrepasar la mitad, y poner al horno una hora y media, con las almendras laminadas por encima.. Es necesario tanto tiempo porque es un bizcocho muy húmedo, con un sabor a miel marcado y que se conserva varios días. De hecho, está mejor al cabo de un par de ellos. Cuando queda.
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Quizá al final logremos arreglar la temporada... |
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