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miércoles, 12 de noviembre de 2014

BONITO AL HORNO CON PATATAS. Y la locura de las cremas del Q10


Esta semana pasada una conocida cadena de supermercados volvió a sacar a la venta una crema facial, parece ser que valorada por la OCU como la de mejor relación calidad-precio. Todas las veces anteriores me encontré con que ná de ná: la sacaban, pero se terminaba en seguida.  En esta última ocasión, un amigo oficioso que va con cierta frecuencia a dicho supermercado se ofreció a traerme algunas, y enpezó a retransmitirme los hechos vía whatssapp: parece ser que, mucho antes de que abriese el establecimiento, la cola llegaba ya varios metros más abajo de la entrada. Se abrieron las puertas y aquello era peor que los tanguillos de Cádiz con los duros antiguos: estaba la tienda igual que una feria. Mi amigo consiguió coger una caja de doce tarros, y se dirigió a pagar  perseguido por las aviesas  miradas de las clientas: una llegó a interpelarle: "Anda que no te has llevado crema", a lo cual mi amigo, que no se deja echar la pata por nadie, contestó: "Pues anda que tú,  que te has pillado tres cajas." De algún modo, consiguió salir indemne sin que le arrancaran la piel, ni los tarros, que dividió equitativamente entre su hermana y una agradecida servidora. Total, que tengo en mi armario del baño crema facial para varias reencarnaciones. El mejunje, según la demanda que ha tenido, debe ser de la virgen de Fátima, como mínimo, pero yo, como todavía no la he probado, sigo de momento igual que estaba.
Resulta verdaderamente asombroso que nos creamos que podemos detener o incluso revertir el paso del tiempo. Por supuesto que tendremos mejor aspecto si nos cuidamos, pero también es verdad que, con todo y con eso, hay días que se mira una al espejo y se dice:
- Estás para que te ahorquen, mari.
Desengañémonos: para no tener arrugas hay que reunir una de estas tres condiciones:
Opción A): Tener veinte años. Normalmente ya no tienes granos, y aún no tienes cerebro, pero ese período intermedio te regala una piel tersa que no te ha dado tiempo de estropear.
Opción B): Hacerte un rebanamiento quirúrgico y que te hagan un neceser de viaje con el sobrante. O un baúl en Louis Vuitton, según la gravedad del caso y lo abultado de tu cuenta.
Opción C): Ser monja. ¿Habéis visto los cutis que disfrutan las monjas? Hermanas, ¿qué hacen ustedes? Quiero el secreto, sea cual sea.
Dicen que las mujeres nos convertimos en nuestras madres al hacernos mayores.  Pero no es a doña Pepa a quien yo veo en el espejo, sino al mismísimo don Joaquín.  Eso sí, sin bigote, al menos por ahora. El parecido es patente: hoy hasta me he sorprendído a mí misma por los pasillos del Juzgado, murmurando: "ay, Dios mío", igualito que solía hacer él. Aunque invocar a Dios en los pasillos del Juzgado tampoco tiene en sí nada de extraño: te podría dar, sólo para el día de hoy, una docena de motivos.
Volviendo a las vanas apariencias físicas, me parece a mí que, crema o no crema, desde dentro hay que cuidarse también. Así que pongo una receta que hice muy recientemente, que tiene grasas buenas para mantenernos hidrataditas y guapas:
Receta:
- 1 kg. de bonito en lomos. Yo tenía un bonito pequeño abierto a lo largo y sin la cabeza me daba más o menos el kilo.
- 4 ó 5 patatas.
- Aceite, vino blanco, sal y pimienta.
- Opcional: eneldo fresco, un ajo, más aceite y limón.

Precalentamos el horno a 200º. Pelamos las patatas, las cortamos en rodajas y las freímos con el fuego flojo, que se queden blandas. Hay una versión más ligera, que consiste en cocer las patatas, enteras y con la piel, o ponerlas en el microondas a máxima potencia, 7 minutos por cada lado, pelarlas y hacerlas rodajas. Cuando las hago así, después las salteo muy brevemente en la sartén con un poquito de aceite, y les quito el punto soso de patata cocida. Del modo que se hagan, se disponen en el fondo de una fuente de horno, se ponen encima los trozos de bonito y se pone por encima un chorro de aceite, otro de vino blanco, la sal y la pimienta. Se cuecen 10-12 minutos de un lado, se le da la vuelta, y se deja el mismo tiempo del otro lado. Al sacarlo, comprobar que está cocido abriendo un poco por un lado con un tenedor. Si todavía está algo crudo, se vuelve a meter, pero se va mirando y comprobando cada pocos minutos. A mí no me gusta el pescado crudo, aunque se diga que el atún y pescados similares deben estar poco hechos por dentro, pero menos apetecible todavía resulta el estropajo de pescado. El punto ideal, para mí, es cuando las lascas del pescado se abren con facilidad pero están jugosas. No siempre es fácil de lograr, si no se está atento.
La salsa que lleva por encima es un majado que le hago yo con el eneldo, el aceite, el ajo y el limón, y le sienta muy bien como aderezo.

Así que a comer bien, y con buen ánimo, Hay que recordar que, puestos a tener arrugas, favorecen mucho más las que han salido por haberte reido mucho.... Incomparablemente.

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