La coca es una especialidad catalana que me gusta mucho porque es muy sencilla de hacer y da lugar a mucha variedad. No, no es un guiño al 9-N: la cocina no entiende de patrias, afortunadamente. En todo caso, encuentro ofensivo contaminar la gastronomía con la política, y no lo haré. La receta la he sacado de un libro de la Thermomix, sobre masas de panadería y bollería, de la editorial Susaeta. También ha salido recientemente sobre el tema, y merece la pena, el libro "Cocas y tortas", de mi Xavier Barriga, panadero de culto para los panarras autodidactas como yo y encima, guapo. Porque en esta época ultramediática que vivimos ya ni los cocineros pueden ser feos... Ni las magdalenas son magdalenas, sino cupcakes. No digamos las tartas de fondant. Eso es mentarme la bicha. Las odio. Así como toda esa parafernalia de chismes y libros de la Tarta Perfecta y la cuqui-pseudo-repostería en general. Igghhsss. La perfección siempre es repulsiva, y desde luego no pertenece a este mundo. A mí dadme algo bien hecho, con textura, aroma y sabor, y no una masarra insípida y seca recubierta de una especie de plastilina dulce de colores, estrellitas y corazoncitos. Qué manía les tengo, Dios mío.
Es una receta muy fácil. Para quien no llegue al nivel masa de pan hecha en casa, siempre puede comprarla en una panadería que tenga obrador. Normalmente te la venden, a precio de pan, claro. Esta receta es, además, muy apropiada para el desayuno. O para la merienda, quien la haga. Los adultos ya no merendamos. Qué pena, ¿verdad? En mi casa se sacaba la caja del surtido Cuétara, se ponía la estufa en la mesa camilla y, si era sábado, había película del Oeste. Y allí estaba yo, con mi Cola Cao, y mis galletas,tragándome "Centauros del desierto" o "La diligencia" o "El hombre que mató a Liberty Valance", completamente a gusto con el mundo. El surtido Cuétara incluía unos barquillos recubiertos de chocolate que eran mi perdición. Y la de mi padre. El más rápido acababa con ellos. Solía ser yo, por cierto. Y entonces aparecía papi, se ponía a revolver la caja y terminaba preguntando:
-¿Ya te has comido todos los barquillos?
- Noooo. Sólo quedaba uno.
-¿Uno? Unos pocos había hace media hora. Desde luego, tú no tienes más parientes que tus dientes, nena.
Y entonces aparecía la perversa doña Pepa, que me defendía sólo para darle en las narices al reclamante:
-¡Angelito! Déjala que se las coma, que está creciendo. Y a ti no te convienen. Que te estás poniendo muy fondón, Joaquinito.-¿Ya te has comido todos los barquillos?
- Noooo. Sólo quedaba uno.
-¿Uno? Unos pocos había hace media hora. Desde luego, tú no tienes más parientes que tus dientes, nena.
Y entonces aparecía la perversa doña Pepa, que me defendía sólo para darle en las narices al reclamante:
Mi padre solía llamarse Joaquín en circunstancias normales. Pero el "Joaquinito" materno anunciaba borrascas inminentes.... Pobrecillo. La verdad es que le echaba a perder unos placeres bastante inocentes. Mami, como ya he contado alguna vez, vivió siempre a dieta, y las indulgencias ajenas le sentaban como un cuerno. Cuando murió, encontré escondido bajo un cojín de su sofá una tableta de chocolate, que sabe Dios el tiempo que llevaría ahí. El hallazgo me causó mucha más pena que todo lo demás, lo podéis creer. Es muy triste comer escondido, tanto como beber solo. No lo hagáis nunca. Las alegrías, y la merienda, en compañía.
Receta:
- 300 gramos de harina de fuerza
- 120 gramos de agua
- 60 gramos de aceite de oliva
- 10 gramos de levadura fresca o una cucharadita de la seca.
- 1/2 cucharadita de sal
- Una pizca de azúcar
En defecto de todo esto, medio kilo de masa de pan. En cualquier caso, además:
- Aceite de oliva para pintar.
- Un chorrito de anís.
- Azúcar al gusto.
Se ponen el agua, el aceite, la sal y el azúcar en un bol. Se añade la mitad de la harina y se mezcla. Se pone la levadura y el resto de la harina y se amasa unos diez minutos. Si la masa sale demasiado pegajosa, añadir un poco más de harina.
En Thermomix: poner la levadura en el vaso, junto con el agua, y calentar 30 segundos, a 37º y velocidad 2.
Dejar reposar la masa en un cuenco tapada con un paño, durante una hora, a temperatura ambiente, hasta que haya doblado el volumen.
Estirarla con el rodillo hasta formar una pieza ovalada fina y poner en la bandeja del horno cubierta con papel de hornear.
Pintar la coca con aceite de oliva y espolvorear con azúcar en abundancia. Meter en el horno precalentado a 200º, durante unos 15 minutos, hasta que quede crujiente y dorada, con cuidado de que no se queme. Retirar la coca del horno y rociar inmediatamente con el anís. Al contacto con el azúcar éste se cristalizará y quedará crujiente. De ahí el nombre de "coca de vidre".
La textura es parecida a la de la torta sevillana, más hojaldrada por algunos lados y más esponjosa por otro. Ninguna sale igual que la otra, y todas son maravillosas.
Recuperemos las buenas costumbres. ¡Viva la merienda!
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