Buscar este blog

miércoles, 19 de noviembre de 2014

CROISSANTS: PARA AMANTES DE LAS EXPERIENCIAS FUERTES.

Me considero en general una persona de orden, de costumbres sosegadas, poco amiga de las aventuras. Sin embargo, todos nosotros tenemos un lado oscuro, que ocultamos celosamente. Yo reconozco que, en tratándose de cocinar,  no conozco límites ni contención:  en cuanto cruzo la línea roja, el umbral de mi cocina, me convierto en una especie de Mrs. Hyde capaz de lo peor, de lo más arriesgado, una Lara Croft de los fogones. Cuando por primera vez leí en un libro sobre el tema cómo se hace la masa de los croissants, con la leyenda: "Dificultad: Difícil", pensé que nada ni nadie me detendría hasta que lo lograse. He acumulado varios intentos fallidos, y desperdiciado mantequilla como para mantener engrasados los engranajes de una flota entera de la General Motors  durante un año. Me he desesperado... y con cada intento he mejorado. Y ahora mis croissants son buenos. Me atrevería a decir que muy buenos, mejor que muchos de los que he encontrado en algunos establecimientos de renombre.
Desde ahora mismo digo que hacer croissants tiene un "majao" La elaboración es larga, no se suele dar a la primera con la textura y se requieren unas condiciones mínimas de temperatura en la cocina. Dicho esto, no sé si quedará algún valiente que quiera seguir mis pasos. Como recomendaciones preliminares, apunto que:
-No se hacen croissants en verano, ni si la cocina está caldeada, porque te saldrá un auténtico truño. La masa del croissant pide mucho frío y un espíritu ecuánime ante la adversidad.
-Una vez hecha la masa base e incluida la mantequilla, hay que trabajarla con la mayor rapidez posible y mantener la superficie de trabajo enharinada. Porque si no, se pega. Siempre. Cuando esto empiece a ocurrir, hay que meterla en la nevera antes de que la cosa llegue a mayores y dejarla que tú, y ella, os calméis. Es una masa de perversa condición, que si se llega a templar demasiado, sufre una temible hemorragia de mantequilla y entonces cualquier cosa que hagas con ella quedará seca y dura. Este es el primer error que cometí en pasados intentos.
No es como para animar a nadie. Pero el tema trae recompensa: un olor a paraíso en tu cocina, una pieza que se deshace en la boca, una sonrisa que te durará todo el día y tu régimen, eso sí, arruinado sin remisión.
Si queda aquí alguien que aún no ha salido despavorido del blog, aquí tiene la receta, y algunas fotos del proceso:
Ingredientes:
-250 gramos de harina de fuerza, como la del pan
-250 gramos de harina floja de repostería
- 10 gramos de sal.
- 40 gramos de azúcar.
- Una cucharada de leche en polvo (opcional)
- 25 gramos d mantequilla.
- 250 ml. de agua, a ser posible fría.
- 25 gramos de levadura prensada o una cucharada grande de levadura seca de panadería.
- Una pastilla de mantequilla de 250 gramos para el plegado. De la mejor calidad posible . Yo he utilizado la Kerrygold, irlandesa. La venden en grandes superficies

Se amasa todo,menos la mantequilla, a mano 10 minutos o cinco en la Thermomix.
Formar una bola con la masa y dejarla reposar tapada con un paño a temperatura ambiente media hora.
Espolvorear la encimera con harina y estirar la bola de masa con el rodillo hasta formar un rectángulo grande. Poner en la bandeja del horno, cubierta con papel, y reservar en la nevera.
Ahora empieza el primer reto: hay que poner un papel de horno en la encimera, sobre él un trozo grande de film de cocina, y encima la pastilla de mantequilla. Desenvuelta, por supuesto. Se le pone otro film encima o el mismo papel del envoltorio, y se estira con el rodillo, con muchísima paciencia, hasta que nos sale un rectángulo más o menos de la mitad de tamaño del que hemos hecho con la masa.
Ahora sacamos el rectángulo de masa de la nevera y le ponemos encima, en el centro, el de mantequilla. Y doblamos en tres, tapando la mantequilla, así:


Ahora os explico lo de los tres agujeros. Cuando hemos doblado la masa en tres, como un tríptico, la metemos en la nevera, y le ponemos la huella de UN dedo, para acordarnos de que le hacemos el primer plegado. Metemos en la nevera unos 30 minutos.
Pasado este tiempo, sacamos la masa, le damos media vuelta de modo que la parte ancha quede hacia nosotros, y estiramos otra vez con el rodillo hasta obtener un rectángulo aproximado de unos 40 por 20 centímetros. Doblamos otra vez en tres, como antes, le ponemos la huella de DOS dedos, y a la nevera a dormir otros 30 minutos. Sacamos, repetimos la operación, y le marcamos los TRES dedazos para que recordemos que ya le hemos hecho los tres plegados. Glorioso momento que queda inmortalizado en la foto que tenéis encima de este párrafo.
Llegados a este punto, la masa se vuelve a meter en la nevera, mínimo una hora, y si la dejáis toda la noche o el equivalente en tiempo, mucho mejor. Así os dará tiempo a recuperaros del petardo que es estirar y estirar la maldita masa, que recién salida de la nevera cuesta mucho de trabajar, como habréis comprobado.
Pasado ese tiempo, sacáis la plasta, perdón, la pasta, de la nevera, y la volvéis a hacer un rectángulo grande, de un grosor aproximado de medio centímetro. Así de fina, porque, si no, es muy fácil que os quede un horripilante engrudo crudo por dentro: segundo error cometido en pasado intentos.
 La cortáis a lo largo y os deben salir 2 rectángulos de unos 9 o 10 centímetros de ancho, y lo que os dé de largo,
Ahora, con un cortapastas o cuchillo, si no tenéis ese rodillo tan mono para cortar croissants que, por supuesto, yo sí tengo, vamos cortando de cada franja unos triángulos de unos 25 cm. de base por 10 de largo, o proporción similar, el caso es que los triángulos tienen que tener los lados mucho más largos que la base.
Para dar forma a los croissants, a los que a estas alturas odiamos con fervor, vamos enrollando cada triángulo desde la base hasta el extremo, y les curvamos los caracteristicos cuernecillos. Salen unas cosas con aspecto de bicharraco alienígena tal que así:

Y no, no salen todos iguales. A mí, por lo menos, no.
Los ponemos a reposar tapaditos con un paño, a ser posible en la nevera o lugar fresco, durante el tiempo necesario para que doblen su volumen. En el caso de la nevera, puede significar oooootra noche más. Pero es mejor así, porque si el croissant entra, ya levado y fresquito, al horno, la mantequilla se queda sellada en su interior y la pieza queda jugosa y tierna.
Pintamos los bichos con huevo batido, en una capa más bien fina, y precalentamos el horno a 190º.
Metemos los croissants 15-17 minutos, y luego bajamos a 180º y los dejamos 5 minutos más. Si al bajar a 180º vemos que ya están dorados, los tapamos esos últimos 5 minutos con papel de aluminio.




Y te sale esto.

Corte lateral donde se aprecia el hojaldrado. No toda la intención fue científica: el resto me lo comí, como es natural.


Llegados a este punto, estarás salivando de manera incontenible, y apenas podrás soportar la espera hasta que se enfríen. Y cuando esto ocurra....., ah, cuando esto ocurra, ya podrás dar rienda suelta a tus peores instintos, drogándote en una orgía de mantequilla y pasta crujiente por fuera e increíblemente tierna y fragante por dentro. 
En definitiva, es una experiencia que hay que probar al menos una vez en la vida. Pero aviso: crea adicción. Incontenible..

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.