Siete de enero, el día mundial de la culpa en todo el orbe que ha celebrado -salvajemente- las Navidades. Como todos los años, ésta es la fecha en que las fiestas se han alejado, arrojándonos de la nube y haciéndonos aterrizar, kilómetro arriba o abajo, en la hermosa y típica localidad de Vida Real de la Frontera. Yo he escondido la báscula debajo de la cama, la tarjeta del banco la tengo tiritando en la cama con una bolsita de agua caliente, que no sé si se recuperará para antes de que se acaben las rebajas, y al hígado lo he mandado el balneario de Lanjarón una semanilla, a ver si me lo limpian y me lo ponen a punto. Voy a necesitar siete vidas de hacer el entrenamiento de un marine para quemar todas las calorías que me he sacudido y una piscina olímpica para verter todas las cervecitas que me he bebido, alternadas con caldos de la tierra. Eso sí, en dosis repartidas, que una es ya mayor y muy señora para hacer otra cosa. Pero, realmente, no me siento demasiado culpable, porque me lo he pasado muy bien, con familia, amigos y propios. Eso sí, como no he parado en casa, al abrir la nevera he visto que en su interior languidecían 1) dos o tres verdurillas que no llevaban muy bien el paso del tiempo, 2) alguna que otra de las gloriosas trufas que Inma preparó para fin de año, a las que no me puedo resistir y que me dio para que engordase un poco más (gracias, prima), 3) varios sobres supervivientes de jamón del bueno y 4) queso de todos los tamaños, colores y formas. Y claro, eso no es comida ya de fundamento, y hay que ponerse a hacer la compra y cocinar cosas normales. No sólo de jamón de Guijuelo vive el hombre, y si queremos seguir en el futuro pecando con alegría (hacerlo sin ella es pecado doble), hay que cuidar un poquito el organismo. Y recordé que cuando estuve en Sevilla probé estas espinacas, que nunca había comido así, y que da la casualidad que es un plato sano y relativamente bajo en calorías, si no le endiñamos un litraco de aceite. Hoy lo he tomado para cenar y lo recomiendo encarecidamente. Es un modo de tomar las espinacas muy preferible al socorrido y triste rehogado. Así que tomadme nota:
- 2 manojo de espinacas o un paquete de espinacas congeladas.- 150 gramos de garbanzos cocidos
- Aceite de oliva
- 1 cucharada de pimentón de la Vera
- Tres dientes de ajo
- Dos rebanadas de pan.
- 1 cucharadita de comino molido.
- 1 cucharadita de semillas de cilantro. Yo lo sustituí por dos o tres ramas de cilantro fresco.
- Vinagre
- Sal.
- Pan frito para acompañar.
Se cuecen las espinacas. Si son congeladas yo las suelo saltear directamente en la sartén, para que vayan soltando el agua. Se fríen los ajos y el pan, que luego se majan en el mortero. Se añade el comino y el cilantro. En el aceite que nos ha quedado, y a temperatura muy baja, se pone la cucharada de pimentón para que se tueste un poco, pero sólo unos segundos, porque si nos pasamos de punto se amarga. Se añaden las espinacas, los garbanzos, el majado, el vinagre y la sal y se rehoga todo. Se sirve con el pan frito adicional aparte.
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Cuídate un poquito, mi arma. |
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