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miércoles, 4 de febrero de 2015

BIZCOCHO DE LECHE DE COCO

Son casi las nueve de la mañana, hace un frío que pela y estoy sacando al Curro, a que haga sus cosas mayores y menores. Frente a mi casa hay un colegio y veo esos ríos de padres y madres llevando a sus vástagos envueltos en lana de pies a cabeza, tirando de ellos o conteniéndolos, según el temperamento de cada uno, como el que está recogiendo con la vara una manada de pavos en Navidad. Y pienso en un arranque metafísico:
- No os queda "ná".
 Y siento cierta melancolía: hace ya años que mis niños se llevan solos a todas partes. A veces también se traen de vuelta, incluso sin el coche de papi que los recoja. Con la nostalgia, recuerdo también los momentos horribilis. Que los había, y los había con cierta frecuencia. Yo trabajaba entonces como procuradora, y tenía que conectar el móvil nada más salir de casa, sin tener en cuenta que pastorear a mis niños y dejarlos sanos y salvos cada mañana en sus respectivos centros era una actividad que excluía cualquier otra mientras duraba.
Y, claro, te llamaban. Daba igual si tu hijo mayor se acababa de caer en un charco de barro fresco, (como ocurrió un día) o si el pequeño había decidido en ese momento vomitar todo el desayuno (como ocurrió el mismo día, diez minutos después) y tú buscabas con desesperación las toallitas en el bolso. Y en este punto, te llamaba el  plasta abogado de turno, a las ocho y media de la mañana, y sin dejarte respirar, te soltaba:
- Hola (Incluso era saludada el día que había suerte) Apúntate el número de procedimiento tal, y vete al Juzgado a preguntar si ya nos han señalado la subasta en el hipotecario, y ya de camino anota: que cuándo me van a proveer el escrito de ayer y esto y lo otro y...
A ver, ¿cómo "apúntate"? ¿Tú te crees que yo llevo un bolígrafo implantado en la mano, cacho zampullo? ¿O que puedo escribir con la lengua, por bífida que ésta sea? Me tengo que parar, tengo que buscar algo para anotar. Un poco de paciencia, qué ansias, hijo. A todo esto, el enano ya se me ha soltado de la mano: está sentado en el suelo inspeccionando con gran interés (y toda la mano) una caca de perro reciente. Corro hacia él, al sacar las toallitas del agujero negro de mi bolso se me cae el móvil al suelo y se me desmonta en tres o cuatro partes. Las recojo, creo que todas, y echo a correr, que se me hace tarde. La guardería del pequeño abre a las ocho y media, pero no se matan por la puntualidad, así que allá estoy yo, esperando, e intentando limpiar el vomitajo a mi criatura menor, mientras el mayor, (cinco años), lleno de barro seco como el Hombre de la Ciénaga, y sin darse cuenta de que nos hemos parado, sigue calle abajo abriendo el depósito de la gasolina a todos los coches que hay aparcados. Le llamo, berreando como una verdulera,  (¡¡¡¡PEEEDROOOOOOOooooo!!!!) justo cuando aparece la de la guardería a abrir, sin prisa alguna, muy bien peinadita, fresca y relajada, con el comentario de "huuuuuuy, ¿se ha puesto malito? ¿Habrás traído muda, no? Porque ya sabes que nosotros no....."  Digo adiós como si  escapara de un incendio, por suerte el pequeño es un descastado y no llora, tiro en una papelera las trescientas toallitas que he utilizado, recompongo el móvil y con la otra mano tiro del mayor, que se ha escapado a cruzar sin mirar, y que al sentir mi mano se pone a chillar mismamente como si le hubieran salpicado de agua bendita. En ese momento vuelve a sonar el móvil, al que ,desgraciadamente, al parecer he encajado todas las puñeteras piezas en su sitio., A mi niño se le está secando encima el barro del charco, lleva de color marrón el jersey azul y se me han acabado las toallitas. El móvil deja de sonar por un momento, pero se reanuda otra vez (tono Los Intocables: tin-tin- tin tin- tin- (bis) tirorí-tirorí) y una voz  estridente y, ay, conocida me vocifera:
-¿Dónde estabas? ¿No te habrás olvidado de que tienes que ir a Torremolinos, que "nos" vence un escrito de contestación de demanda?. Te lo dije ayer, vente para el despacho ¡YA!
Por supuesto. Por supuesto que me había olvidado del puñetero escrito. Y contesto con voz cantarina:
- Sísisí, meacuerdoperfectamente, (¡¡¡Niño-estáte-QUIETO!!!) estoyahíenquince minutos, ya salgohastaahora chaoooooo.
Y corro y corro, entrego a mi emborrizado niño, que más que un niño parece un botijo de Talavera, al brazo secular de la maestra, la cual nos recibe con una cara estupefacta (un pequeño accidente, jejeje, adioooos cariño), y me voy a salvar a la nación una vez más. Fin.
En fin, pensando en todo esto, miro con lástima a los padres y madres y me llevo al Curro para casa, que es mucho más dócil. Ni melancolía, ni puñetas. Tengo una tranquila mañana por delante y para este día de invierno, nada mejor que hacer un bizcocho del libro de Marian Keyes, "Salvada por los pasteles", donde ofrece unas recetas maravillosas y cuenta cómo se curó una depresión cocinando, cosa que no me cuesta ningún trabajo creer.  Lo recomiendo mucho. Una de las recetas es la de este bizcocho, jugoso y riquísimo, que, naturalmente, he alterado. El mío lleva aceite en vez de mantequilla, bastante menos azúcar y la cobertura es diferente. Se mantiene tierno mucho tiempo y es irresistible.



Receta:
- 150 ml. de aceite.
- 170 gramos de azúcar moreno (ella pone nada menos que 300, Marian, te has pasao tres pueblos)
- 4 huevos
- 1 cucharada de extracto de vainilla
- 250 gramos de harina de repostería
- Un sobre de levadura en polvo
- Una pizca de sal.
- 50 gramos de coco rallado
- 200 ml. de leche de coco.
Para la cobertura:
- 200 ml. más de leche de coco
- 40 gramos de azúcar moreno
- 80-100 gramos de coco rallado adicional.
Precalentar el horno a 180º y engrasar un molde. Batir el aceite, el azúcar, el extracto de vainilla, la leche de coco y los huevos. Añadir la harina,  la levadura, el azúcar, la sal y el coco rallado. Verter en el molde y poner en el horno aproximadamente una hora. Incluso puede tardar algo más. Cuando ya esté cocido, se saca del horno, se deja enfriar, se desmolda y se pincha con una brocheta veinte veces más o menos.  Se prepara en un cazo la cobertura, poniendo todos los ingredientes y calentando hasta que espese. Se vierte por encima, se deja enfriar el conjunto y procura uno aguantarse hasta entonces.
Fantástico con un buen café, una vez que te has quedado sola y tranquila en casa. Y no caigamos en la tentación de creer que cualquier tiempo pasado fue mejor. El mejor tiempo es ahora, queridos míos, y, sobre todo es el único en que se pueden hacer cosas. Saravá.....

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