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miércoles, 18 de febrero de 2015

FLAMENQUINES CON SALMOREJO

Hace un día lluvioso, de cara de perro, perfecto para quedarse en casa y no hacer absolutamente nada. Para mi desgracia, tengo el reflejo condicionado de no poderme quedar sentada: siempre recuerdo montones de cosas que hay que hacer. Mi madre, de pequeña, me implantó un chip en el cerebro, para que, tan pronto mis posaderas tocasen un sillón, saltase una alarma. "¡¡¡ ATENCIÓN, TAREA PENDIENTE!!!" Qué bien me amaestraste, mami. Mil gracias. El elemento masculino de mi familia, que me gana por goleada en cuanto a número, no presenta jamás ningún problema en relación con la inactividad. Todo lo contrario: se adaptan magníficamente a ella. Mis hijos se van dejando en la mesa del salón los vasitos vacíos de los yogures, con la cucharilla dentro, y apenas pasados cinco minutos desde que se los han comido, se olvidan de ellos por completo, y, en virtud de un extraño fenómeno de visión-túnel, que sólo a ellos afecta, dejan de verlos para siempre. Literalmente. Yo paso, entro y salgo, y sigo viendo los puñeteros yogures hasta que me duelen los ojos.
- Niño, que te lleves el yogur de la mesa.
- Ahora.
"Ahora" significa un período de tiempo indeterminado que comprende desde "dentro de hora y media" hasta "nunca: esperaré a que por puro cansancio, TU te lo lleves".  Si es que me tienen cogida la medida. He hecho la prueba, y si yo no intervengo, el yogur, o lo que sea, queda al azar de la biología y el paso del tiempo, hasta que empieza a echar flores y a ponerse amarillo por dentro, hasta el fin de los tiempos. Me puede. También he sufrido costaladas diversas, al pisar camiones de bomberos en el pasillo (en otros tiempos), o tropezar con las guitarra o las mochilas (tiempos actuales) He optado por no entrar en sus habitaciones: haría falta un traje de los del ébola para adentrarse en esas zonas de mi casa de alto riesgo biológico. El día que reúna fuerzas suficientes, daré un golpe de Estado. Y va a arder Troya.
De momento, yo sigo asumiendo, y ellos descansando. Como dirían en Inglaterra, querida, has cavado tu propia tumba para echarte en ella. Lo intenté. Claro que lo intenté. Hubo un momento en el que incluso se hacían la cama. Eran los bastante pequeños para que yo les pusiera una estrellita dorada en un almanaque, cuando la hacían. Después el cansancio y la falta de perseverancia destruyeron mis espasmódicos esfuerzos de inculcarles el hábito del orden. Y hoy, cobardemente, rezo con fervor para que el destino me envíe sendas nueras brujas y mandonas que hagan el trabajo de ponerles firmes. Las apoyaré. Moralmente. Con todo mi corazón. Eso sí: de devoluciones, ná de ná. La que se los lleve, que apenque. A ver. De mi marido, no diré nada: la lealtad conyugal me lo impide. Aunque a veces le miro y no le veo: está del color del sillón, perfectamente mimetizado con el entorno. A cubierto de las miradas de depredadoras domésticas como yo...
La verdad, me siento a veces un poco sola con tanta testosterona en casa. Aunque las madres de chicas dicen que es peor todavía: o no les gusta tu ropa y te critican continua y cruelmente ("mamá, ¿no irás a salir ASI a la calle?), o bien les "gusta" y entonces la has perdido para siempre, cuando te la quieras poner. A mis hijos les da igual cómo me vista. Soy "MAMA", irrompible y con garantía de por vida. Lo que lleve puesto encima es como la funda de la aspiradora: accesorio e intercambiable.
En definitiva, ser madre es una inversión a fondo perdido, a la que, hoy por hoy, no ves el resultado, y para cuando lo ves, pasados muchos años, es cuando ellos crecen lo suficiente y descubren, asombrados, que después de todo eres una persona y no la Mujer Biónica. Y lo peor de todo es que TU terminas creyéndote la Mujer Biónica. Y sigues llevándote los yogures de la mesa. ¿Qué harían sin ti? (Aparte de morir bajo un alud de envases, por supuesto)
Hala, pues ya me he desahogado. Y pongo una receta exquisita de supermami:
Para los flamenquines:
- 8 filetes de lomo de cerdo, limpios y muy finos
- 8 lonchas de buen jamón cocido
- 8 lonchas de queso, cortado como para sandwich. Yo le pongo Cheddar. Me pierde.
- Sal, vino de Montilla, o ajos, perejil y limón.
- Harina, huevo batido y pan rallado.
- Palillos de dientes.
Para el salmorejo:
- 1 kg. de tomates rojos y firmes.
- 1 diente de ajo
- 200 gramos de miga de pan asentado
- Sal, aceite.
Aplanamos los filetes con la maza y los salamos, dejándolos macerar una noche en el vino de Montilla o bien con ajos y perejil picados muy finos y zumo de limón.
Al día siguiente sacamos los filetes y vamos poniéndole encima a cada uno una loncha de jamón cocido y una de queso, enrollamos, atravesamos cada uno con un par de palillos a lo ancho para que no se nos abran, pasamos por harina primero y luego por el huevo y el pan rallado.
Vamos friendo en abundante aceite, procurando que la temperatura sea media, para que no se nos queden crudos por dentro, y sacamos cuando estén dorados.
Para el salmorejo, ponemos en remojo la miga del pan y cuando esté bien húmeda la sacamos, la escurrimos y reservamos. Pelamos los tomates y los ponemos en el vaso de la batidora con la miga de pan, el ajo y una cucharadita de sal. Batimos y vamos echando aceite en un hilo hasta que trabe y tenga la consistencia de una crema espesa. Se puede llevar bastante aceite en el proceso. En la Thermomix, ponemos el vaso vacío a vel. 8 y echamos el ajo por el bocal. Luego abrimos, echamos los restos para abajo con la espátula y añadimos la miga de pan, los tomates y la sal. Cerramos y ponemos 5 minutos, vel. 8-10, y vamos añadiendo unos 150 ml. de aceite en un hilo, hasta que se traba.
Le quitamos los palillos a los flamenquines y los servimos sobre un fondo de salmorejo, acompañados de patatas fritas. No, de light no tiene nada. Yo algo del lastre que NO solté tras las Navidades lo cogí comiéndolos en las Bodegas Campos, de Córdoba. Pero ¿y lo bien que me lo pasé?

Aquí, el flamenquín cordobés. Aquí, unos amigos.
En fin. Gajes del oficio. Al menos, disfrutaremos......

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