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miércoles, 3 de junio de 2015

MAGDALENAS DE COMMERCY. No puedo con la playa.

El tiempo vuela y entre una cosa y otra, el curso escolar lo tenemos ya casi acabado. Y vaya si se nota. La concentración de testosterona en el ambiente de casa roza la saturación atmosférica.. Podría esperar a que se condensara  y poner un puesto, para venderla a litros cuando haya partido de fútbol cañero. Un mal humor fétido se cuela por las rendijas de las puertas, saliendo de debajo de las de los dormitorios de mis hijos, concretamente. Estamos muy, pero que muy sensibles. Cualquier inocente comentario, (suponiendo que alguno de los míos lo sea) es recibido con desproporcionadas muestras de desagrado. Yo también necesito vacaciones, hijos de mi vida y de mi corazón. De hecho, yo las necesito mucho más. En fin, esto viene dentro del pack que compré en su día. Ya lo ponía en las instrucciones: entre los trece y los diecinueve años, se vuelven adictos al drama y en general algo odiosos. No sólo los míos:  la piscina que tengo enfrente de casa se ha llenado de capullos, y no de jazmín, precisamente. Sus alaridos llegan hasta aquí. Por algún motivo la diversión no parece ser tal si no va acompañada de berridos desaforados. Lo cierto es que, en general, cuando el tiempo vira de la primavera al verano, tampoco a mí me sienta demasiado bien. No me voy a meter debajo de una piedra, claro -además, antes o después me encontrarían- pero, no, el verano no es mi estación favorita. El calor te da flojera, hay que pasar la terrible prueba del Primer  Día del Traje de Baño de la temporada, sin anestesia, y el ruido es más ruido, y lo feo es más feo. No nos engañemos. Todo lo que no se ve en invierno lo tenemos que ver al descubierto en verano, y a lo mejor no queremos. Hombre, claro, están las vacaciones, y los chiringuitos por la noche, y las sardinitas. Y la playa, Señor. Ay, la playa....  Por algún motivo todo el mundo es extremadamente gregario en la playa, y quiere estar cerquita de ti y darte calor humano, y del otro. Te plantan la toalla sobre la tuya, si hay sitio como si no. El simpático niño de al lado/ tirando a encima te arroja puñados de arena sobre tu reciente capa de crema solar, dejándote como flamenquín a punto para la sartén. ante la absoluta indiferencia de sus padres. A los cinco minutos, viene aullando: le ha picado una medusa. Angelito. A lo mejor se le gangrena la pierna. La justicia poética existe, Dios es bueno. Para consolarle, sus amorosos progenitores le obsequian con un bocadillo de chorizamen medio fundido cuyo aroma me deja literalmente intoxicada. Una linda pareja ha elegido justo la franja de cincuenta centímetros que tengo delante para jugar a las palas. Dale tú. No, tú.. No, tú primero, churri. Así que Churri le da a la pala, endiñándome con la pelota en las costillas. Viene a por ella, mirándome mal: me he atrevido a interponerme en la trayectoria. Si esto continúa así, me voy a ver forzada a pedirles perdón por existir. Así que me mudo, a ver si encuentro una parcela de dos metros cuadrados libre de bichos. Y la encuentro. Son las siete y cuarto de la tarde. Y oigo voces a mi alrededor: "¡El melillero! ¡El melillero!", y todo el mundo, menos esta pánfila servidora de ustedes, recoge toallas y capazos y botes de crema y se retira varios metros de la orilla. Entonces se crea un mini tsunami y se te lleva la esterilla, y la cesta, y a la señora despistada que hace crochet en la tumbona de al lado, a tomar viento. Qué risa. Se producen comentarios de "la de ayer fue mucho más gorda", "pues la del martes pasado se llevó por delante a mi cuñado, el registrador de la propiedad, y apareció al lado del Tintero"... Alguna bañista se pasea por la arena:
-¡Pepe! ¡¡¡Pepe!!! Oigan, ¿han visto a un señor con cara de tonto, que tenía aquí al lado? ¡Se me despista en cuanto me doy la vuelta! ¡¡¡¡Pepeeee!!!!
¿Apareció Pepe? ¿No apareció? ¿Se fugó con la del kiosco del helado? ¿O fue abducido por un calamar gigante? La playa te ofrece diversión sin fin. Sin embargo, a pesar de los innegables encantos del verano, me entran ganas de mudarme a la nevera, y poner un letrerico en la puerta:
VUELVO EN OCTUBRE, CUANDO SE HAYAN RESTABLECIDO LAS BUENAS COSTUMBRES.
CIERREN AL SALIR, QUE HAY CORRIENTE.
En cuanto a la receta de estas magdalenas con apellido, que por supuesto no tiene nada que ver con la historia, la hice para apaciguar los revueltos ánimos a la hora del desayuno. Creo que se llama así a las que se hacen en el molde en forma de concha. Pero reconoced que el nombre, además de ser pretencioso, hace fino Y están muy buenas.
Número de unidades que salen: Muchas. Una "pechá".
Ingredientes:
- 125 gr. de harina.
- 125 gramos de mantequilla ablandada.
- 125 gramos de azúcar. O 75 gramos de azúcar y 50 de miel.
- 3 huevos grandes.
-Ralladura de un limón.
- 1/2 sobre de levadura
- 50 ml. leche entera.
- 1 pizca de sal.
- 1 sobre de azúcar vainillado.
- Azúcar glas para espolvorear.

 Precalentar el horno a 180º. Batir los huevos y el azúcar durante un rato, hasta que la mezcla crezca y blanquee. Añadir el resto de los ingredientes, menos el azúcar glas, hasta integrar. Engrasar un molde de magdalenas en forma de concha y verter le masa hasta 3/4 partes de la capacidad de cada cavidad. Meter en el horno 12-15 minutos, hasta que hayan subido y estén doradas. Sacar, desmoldar y espolvorear con el azúcar glas a través de un colador.

Mejorahumores de efecto garantizado.

 Y eso, que espero echar el resto de la semana sin aparecer en las páginas de sucesos....... Dame cuajo, Dios mío.


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