De verdad, qué hartazgo de elecciones. Porque el año está siendo abundante en ellas. No se ha podido ver un informativo, ni leer el periódico, sin toparse con las escaramuzas de unos y otros, hasta la náusea. Deberíamos haber tenido espacios de comunicación libres de ellas, como hay espacios libres de humo en los restaurantes. Y se lo han currado, eh. A mí me persiguió por la calle una comisión de apoyo a una candidata
que me prometía hasta las pestañas a cambio de mi voto. Eso es desesperación pura y dura., pero me hizo sentir muy importante. En fin, aparte de votar, que es mi obligación como ciudadana, todo lo que rodea al tema me aburre muchísimo. Los mítines no los comprendo: si estás convencido, ¿para qué vas? Y si no estás convencido, no lo lograrán porque vayas a uno. Aparte, el tono vocinglero y el discurso flamígero son molestos para el oído y ofensivos para la inteligencia. La política se carga las conversaciones con familia y amigos porque, o estás de acuerdo, y todo es un asco, y el tema ya no da para más, o bien tú, que eres una persona prudente que no gusta de malgastar sus energías en vano, renuncias a discutir, pero te encuentras con algún palizas dispuesto a convertirte a su credo como sea, y en cuya diminuta mente de garbanzo no cabe el tertium genus. O lo que es lo mismo, si no estás con él, estás contra él. No sé qué es lo peor. En fin, fui a votar al colegio que tengo frente a casa, y allí estaban los de la mesa con una cara de aburrimiento atroz. Y pensé: pues esperáos a que sean las siete y media de la tarde, vidas mías. Que no sabéis la que os espera. A mí me tocó estar en una mesa hace muchos años, de recién casada. Eran unas generales, y yo estaba muy tranquila porque iba de suplente, y, salvo por el madrugón que me tuve que dar un domingo - que es de las peores cosas que me pueden hacer- el tema se preveía tranquilo. Llego, me espero a que llegue el vocal titular, firmo y me voy. Bueno, pues entre el "llego" y el "me voy" pasaron diecisiete horas de vellón. Porque la parte "me espero a que llegue el vocal titular", resultó ser "la vocal titular llegó a las once de la mañana, con la mesa constituida -y yo sentada en ella-, alegando que no había encontrado aparcamiento." (sic)
Bueno. No importa, me dije. Es una experiencia, y todo eso. Así que empezamos a aprendernos el tema, abrimos las puertas y empezó a entrar el entusiasta electorado. En mi mesa había un actor de doblaje que no paraba de hablar de lo maaaal que estaba el trabajo, y de toooodas las cosas que había hecho (ninguna de las cuales tuve el gusto de recordar), una chica que se pasó todo el día llorando a intervalos, porque la noche anterior había terminado con su novio, y algunos interventores de partido que resultaron tener el cerebro en modo ahorro, por no decir vegetativo. En esas elecciones hubo mucha participación y se formaron importantes colas en algunos momentos. Un señor se enfadó muchísimo porque no pudo votar con la cartilla de la Seguridad Social, a pesar de la circunstancia de haber sido caballero legionario (?), otra mujer me dijo que todos los ladrones "ERAMOS" lo mismo, (¡válgame!) y había alguna familia que venía a votar con el papelón de churros en la mano, que lo cortés no quita lo valiente. La muchacha peleada con el novio se sonaba la nariz de vez en cuando y soltaba su lagrimita entre votante y votante. Tuvimos una jornada muy variada, pródiga en anécdotas por el estilo. Al mediodía, el presidente de la mesa dejó de estar visible, y la vocal que "debió" llegar a su hora vino, llena de remordimientos, a decirme que me fuera a comer, que ella se quedaba un rato. No era mala persona, después de todo. Los otros de la mesa dijeron que vale, y luego se fueron arreglando entre ellos. Después llegó el presidente y puso el grito en el cielo, diciendo que habíamos cometido una ilegalidad (!!!) y que había que anular la composición de la mesa. Pero le cogimos amistosamente entre los demás, y le hicimos ver (entre veladas amenazas a sus partes blandas), que allí no había pasado nada, porque el suplente había estado, (aunque al revés en mi caso) a diferencia de él mismo, al que no había suplido nadie. Ante estos poderosos argumentos, decidió prudentemente que todo se había hecho con arreglo a la más estricta corrección normativa. Lo cierto es que, entre pitos y flautas, todas las otras mesas fueron cerrando sus recuentos y sus actas antes que nosotros. La víctima del desamor argumentaba que no tenía la cabeza para "nada", cosa que nadie pudo rebatirle, y no nos salían las cuentas ni de casualidad. Al final, tras varias gloriosas equivocaciones, terminamos y cerramos. La del novio se fue y nos dejó, porque quería ir a buscarle para darle una segunda oportunidad, quisiera él o no, y el actor de doblaje pretendió marcharse también, cantando bajito, ante lo cual tuve que ponerme farruca y decirle que yo no pensaba ir sola a Correos y al Juzgado de Guardia a presentar las actas.... a las dos y media de la mañana. Sí, señores. Pues eso, terminamos por fin, me dieron el dinerillo ese que te dan, y no me pudieron hacer un justificante para el trabajo del día siguiente, porque es lo que tiene ser autónomo, que tienes que ir a trabajar sí o sí, aunque te tengas que sujetar los párpados con cañillas. Y salí pensando:
-Pues la próxima vez que me toque, va a ir Rita la cantaora.Y me busco un certificado médico de que padezco un sarampión de una cepa muy rara, peligrosísimo a mi edad, y que puedo provocar una emergencia sanitaria. Vaya que no.
Historia aparte, voy a poner una de las mejores recetas de mi repertorio, que he hecho esta semana. Buena. bonita, barata, y además fácil. Probadla y repetiréis.
Ingredientes:
- 1 kg. de pechuga de pollo.
- 2 cebollas
- Una manzana.
- Una lata de leche de coco (o leche Ideal, si se prefiere)
- El zumo de tres limones
- Sal
- Aceite.
- Una cucharada de curry
- Una cucharadita de curry picante (opcional)
-Arroz cocido de guarnición.
Primero cortamos el pollo en tiritas, dejándolo bien limpio de nervios y grasillas. Lo freímos en una cazuela con un fondo de aceite.Picamos finas las cebollas y la manzana y la añadimos a la cazuela. Exprimimos los limones y sazonamos con la sal y los currys. Añadimos la leche de coco y dejamos cocer más o menos de media hora a cuarenta y cinco minutos, yo recomiendo dejar hasta que la salsa se concentra y se liga.
Sale un guiso exquisito, mejor si se toma al día siguiente. En mi casa es un plato muy demandado.![]() |
Coged fuerzas, que ahora nos toca la segunda parte: los dichosos pactos políticos. Aghhhhhsss.... |
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