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jueves, 18 de junio de 2015

TORTAS DE ALMENDRAS AL ESTILO DE ARDALES.

Perdón-perdón-perdón, llego tarde. En mi descargo he de decir que me encuentro dando vueltas, cual pollo sin cabeza, preparando la graduación de mi hijo el pequeño, que se me va del cole, y de viaje de fin (muy temporal) de estudios. Todo un año de reuniones al efecto (que me he chupado YO solita, oh, padre de la criatura) con todo tipo de diversidad de pareceres, y objeciones. Barco no, que mi niño se marea. Mi hijo no se come "eso". Pues mi marido tampoco (menú infantil para ambos) El parque de atracciones es muy peligroso. La ciudad tal no tiene "más" que monumentos. Y bastante han estudiado ya los pobrecitos para que los pongan a ver cultura y "esas cosas"... Vamos a vender mantecados (me negué). Bombones (me negué aún más: son infectos) ¿Porqué tenemos que pagar un euro adicional por la tarta? ¿Porqué tenemos que invitar a los profesores? Pues a ver qué como yo, que no me gusta la carne ni el pescado ni la verdura ni......
Y así hasta el infinito (y más allá) Advierto que no me he inventado ninguna de las frases. Admiro la paciencia, la buena voluntad y la hartera de trabajar que han tenido los santos padres organizadores. En fin, de un modo o de otro, ya estamos aquí. Mi hijo ya me ha pedido una chaqueta. Finalmente encontramos una bastante aceptable, pero ahora también necesita unos pantalones. Doscientas pruebas más tarde, por fin encontramos uno. Pago, con los nervios destrozados, pero, en honor a la verdad, el proceso sólo ha durado un día. Las madres de las niñas, según comentan, llevan un mes al borde del infarto por crisis de vestuario de sus vástagas. De eso, al menos, me he librado. Las niñas se apropian de tu ropa, te critican sin piedad, y te roban los perfumes y los maquillajes. A mí me roban el secador, la gomina y la paciencia. Creo que tampoco está tan mal.
Para terminar de cuadrar el asunto, parece ser que nuestros hijos van a ofrecernos, tras el acto de la graduación, una bonita coreografía. Durante uno de estos ratos de tiernas confidencias entre madre e hijo en este momento trascendental de sus vidas, mi criatura me comunica amorosamente que no piensa bailar así le despellejen, entre otras pintorescas expresiones que, en aras al buen gusto, no reproduciré, porque vais a pensar, con toda justicia, que he educado muy mal al niño. Me emociono y todo: bendita sea la rama que al tronco sale. Ha heredado el sentido del ridículo de sus progenitores y no seré yo quien le recrimine por eso. Por cierto, se me ha olvidado que tengo que comprar rimmel waterproof. Porque voy a llorar como una magdalena. He llorado en los partos y postpartos de mis hijos, en sus bautizos y en sus comuniones. He llorado en sus actuaciones de Navidad y en sus finales de curso. Y, sobre todas las cosas, he llorado, y sigo haciéndolo, como una descosida, cada vez que me traen sus notas. Es que llorar da un gusto. Se queda una nuevecita. Cuando nació el pequeño, ponían un anuncio de Gas Natural con la canción "It must be love", de Madness, y era verlo y ponerme a chorrear como una fuente. Me daba un sentimiento inexplicable. Mi marido estaba totalmente consternado, queriendo averiguar qué me pasaba, y yo le gimoteaba:
-¡¡¡Déjameeeeee!!! ¿¿¿No ves que estoy muy contenta???
En fin, que lloro hasta leyendo la cartelera del cine. Sin embargo, cuando me pasa algo gordo de verdad, se me mete el resuello hacia adentro y tardo días en romper. Soy una llorona a la inversa. Qué le vamos a hacer....
Le he preparado estas pastas al graduable, le encantan y son muy fáciles de hacer, así que paso la receta:
Ingredientes:
-200 gramos de almendra molida, o molerla en la Thermomix hasta que quede muy fina.
-100 gramos de azúcar o 70 de fructosa.
-1 cucharadita de canela molida.
-La ralladura de un limón.
-Un huevo.
-Almendras enteras para adornar.
Mezclamos todos los ingredientes muy bien en un bol y lo ponemos en la nevera, para que la mezcla se compacte y sea más manejable, un par de horas. Precalentamos el horno a 200º y disponemos una bandeja de horno con un papel. Formamos bolitas con la masa, las aplastamos un poco y ponemos encima de cada una una almendra entera y un poco de azúcar. Lo metemos al horno unos 12 minutos, o hasta que veamos que las tortas están doradas. Sacamos y dejamos enfriar sobre una rejilla.

In memoriam..... no sobrevivió ni una.
Os dejo.... me quedan aún bastantes cosas que preparar, entre ellas bucear en las procelosas aguas del dormitorio de mi hijo para pescar materiales con que hacerse el equipaje. Audaces fortuna iuvat.
Salud.....

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