Muy buenas. Aquí ando, con el ventilador directamente conectado, para no morir de un pasmo, preparando el último juicio de la temporada. Hay que ser muy valiente para poner un pie en la calle. podrías caer en un lago de asfalto derretido y no volver a ser visto jamás. Continúa la cuenta atrás para las anheladas y merecidas vacaciones, y siempre termino por recordar aquellos tiempos en que echar un día de playa era toda una aventura. Todos metidos en el "seílla" verde que teníamos, con mesa plegable, sillas, y todo un equipaje, en definitiva. Clavar la sombrilla tenía su ritual: poner tu enseña en tu parcela de territorio e ir a recoger pedrolos bien gordos para cercarla por los lados e impedir que se cayera. Después sacabas las botellas de agua, Casera y cerveza, aquellas Victoria de tres cuartos de litro, y enterrarlas justo en la línea delantera que te había tocado, para que estuvieran bien fresquitas, y tu sandía o tu melón. Y la orilla del mar quedaba delimitada con un rosario de botellas de las que sólo sobresalía el gollete, y de melones y sandías semienterrados, y siempre tenías que andar con precaución para no dejarte por allí un dedo del pie. Entonces la medusas eran pocas, pero gordísimas, y siempre había algún valiente que se las arreglaba para sacar del mar el "aguacuajá", y dejarla al sol para que se muriera la muy perra, ante la fascinación de niños y mayores. A determinadas horas, pasaba un hombre con un cesto largo que vendía bolsas de patatas fritas, y, no sé por qué, te sabían mucho mejor en la playa. Y la fiambrera de aluminio de colores con la tortilla de patatas, o los filetes empanados fríos, siempre exquisitos, aunque pillasen arena. Alguna vez, si no habías enterrado bien la sandía o el melón, salían rodando por ahí y te tocaba ir a pescarlo, antes de que algún sombrillero colindante lo declarase res nullius (que no es de nadie, vamos) y se lo apropiara por todo el morro. Después de comer estaba el suplicio de los niños de mi generación, que no se podían bañar hasta pasadas dos horas, (a algunos no les dejaban hasta que pasaban tres) por si te daba un corte de digestión, que era algo que les daba a todos los padres muchísimo miedo. Pero como los adultos, por lo general, se quedaban traspuestos y medio cogorcillas tras la comida (y la correspondiente bebida), te escaqueabas en cuanto podías a darte un chapuzón. Las horas se pasaban sin sentir y mi padre me obligaba siempre a salirme del agua en cuanto me veía las yemas de los dedos arrugadas, por mucho que yo protestara. Después te volvías a casa, achicharrada y muerta de sueño. Nunca he vuelto a pasarlo tan bien en la playa, porque, como nos suele pasar al hacernos adultos, con los años nos volvemos unos pamplinosos y resulta que la arena está sucia, hace mucho calor, el agua está fría y los vecinos de toalla no nos gustan. Y conste que me acuso la primera. Pero esto es algo que me he propuesto cambiar. Uno obtiene una cantidad de bienestar inversamente proporcional a la de cosas que le molestan, y se es tanto más feliz cuanto más cuajo se tiene. Anda que es mentira....
Seamos positivos: agosto ya está ahí, los días son largos, no hay que madrugar y los quehaceres se relajan. Incluso en la cocina. Por eso busco recetas como ésta, que exigen poco tiempo y se toman frías. La original se suele hacer con redondo de ternera, y entonces se llama "vitello tonnato" pero en casa somos más de cerdo y yo lo preparo con lomo bien limpio.
Receta:Seamos positivos: agosto ya está ahí, los días son largos, no hay que madrugar y los quehaceres se relajan. Incluso en la cocina. Por eso busco recetas como ésta, que exigen poco tiempo y se toman frías. La original se suele hacer con redondo de ternera, y entonces se llama "vitello tonnato" pero en casa somos más de cerdo y yo lo preparo con lomo bien limpio.
- 1 kg. de lomo de cerdo limpio, o redondo de ternera, para quien sea purista (o musulmán).
- Una hoja de laurel.
- Sal.
- Una cebolla picada.
- Una copa de vino blanco.
Para la salsa:
- Un huevo.
- 250 ml. de aceite.
- Dos latas de atún de las pequeñas.
- Una lata de anchoas.
- Un puñado de alcaparras
- Zumo de limón.
- Pan para mojar. Mucho.
Por un lado guisamos la carne, salteándola en un fondo de aceite y poniéndola luego a cocer con agua que la cubra, la sal, el laurel, el vino y la cebolla picada. La dejamos hervir más o meno una hora, sacamos y dejamos enfriar. Después preparamos una mayonesa con el huevo y el aceite, según el método que utilicemos normalmente. Si este método supone una visita al supermercado para comprar un tarro, pues tampoco es que vaya a pasar nada. Una vez obtenida la mayonesa por el método de tu elección, le añades el atún, las anchoas, las alcaparras y el zumo de limón, y lo bates todo en batidora o Thermomix. Guardas la salsa en la nevera y para servir,cortas la carne en rodajas lo más finas posibles, le pones la salsa por encima y le añades más alcaparras, si te gustan. La puedes acompañar de un buen viaje de patatas fritas, ensalada o lo que más te apetezca. También es muy buena para bocadillos. Si queda.
Y eso. Pocas irritaciones, para los dos días que estemos en el convento. A pasarlo bien.....
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