Llegado el otoño oficial, todo el último trimestre del año se precipita. Tras la vuelta al cole, aún no hemos guardado la bolsa de la playa y llega Halloween, y nos caemos inmediatamente de cabeza en la traca final de la Navidad. Como cada año. Y como cada año, llegan las chirimoyas, los primeros resfriados, y los esqueletos y las arañas de peluche en todos los bazares chinos del barrio.
El primer octubre que viví en mi casa, hace ya quince años, recuerdo que una tarde, tal que día 31, empezaron a pegarme al portero. Me asomé, quedando un tanto perpleja cuando vi a tres o cuatro niños pequeños disfrazados de vampiro, momia y demás, con sus cestitos en forma de calabaza y sus correspondientes mamás, muy acertadamente disfrazadas de brujas.
-¡¡¡TRUCO O TRATO!!!-¿¿¿Perdón???
-Que truco o trato. Que qué prefiere- reiteró la más dispuesta de las brujas (sin duda la bruja alfa del grupo).
-Buenas tardes. Miren, que creo que se han equivocado. Si hay alguna fiesta de disfraces, aquí no es.
Los enanos empezaron a reírse. Se partían la caja a mi costa. Las brujas se miraron una a otra estupefactas:
- Señora, que es el "Jalogüín". Que si tiene chuches para los niños.
Ahora la estupefacta era yo. Cuando me asomé a la puerta creía estar en España. Pero al pie de la escalera, estábamos en cualquier lugar de la costa este de Estados Unidos. Me habían teletransportado al mundo anglosajón WASP en cuestión de trece escalones. Pa mear y no echar gota. Con perdón.
-Pues me van a perdonar, pero yo es la primera vez que veo esto en mi vida. Ya compraré caramelos el año que viene, pero éste, perdonen por Dios, porque yo no estaba prevenida.
A lo que la bruja alfa comentó, toda regocijada e incrédula:
-Nenes, ¡¡¡que esta señora no sabe lo que es el "Jalogüín"!!! (Traducción simultánea: esta señora es una pobre desgraciada que vive en las cavernas y no sabe ni en dónde tiene la cara) Pues mire que el "Jalogúin" es de toda la vida de Dios. (Pues será. En tu casa) No pasa nada, señora. (Aquí es donde me perdonan la vida) Pero comprenderá que si no les da nada a los niños, la van a tener que asustar.
-Nada, nada, por Dios. Que asusten todo lo que quieran, faltaría más. Adelante.-Nenes, ¡¡¡que esta señora no sabe lo que es el "Jalogüín"!!! (Traducción simultánea: esta señora es una pobre desgraciada que vive en las cavernas y no sabe ni en dónde tiene la cara) Pues mire que el "Jalogúin" es de toda la vida de Dios. (Pues será. En tu casa) No pasa nada, señora. (Aquí es donde me perdonan la vida) Pero comprenderá que si no les da nada a los niños, la van a tener que asustar.
-¡¡¡UUUUUUHHHHH!!!!
Lo niños me asustaron. Las madres también. De hecho, las madres me asustaron mucho más. Se me pusieron los pelos como escarpias de ver a señoras que peinaban mechas, y en aparente uso de sus derechos civiles asustando a la gente a grititos y saltitos, y comiéndose las chucherías de los niños, las muy abusonas, por añadidura.
Me quedé bastante asombrada: ¿de cuándo acá el "Jalogüín" era de "toda la vida de Dios" en Málaga, la bombonera? Para mí el día 31 era el día que ponían en la tele don Juan Tenorio, y las visitas traían huesos de santo, que nunca me han gustado nada. Y lo de Halloween era eso: una americanada de las películas. Conste que tampoco me parece mal, ni resulta tan extraño. Porque, en realidad, en el mundo, con ciertas variantes, celebramos cosas muy parecidas, aunque a mí, particularmente, me gusta más lo de las calaveras de azúcar con tu nombre, en México. Ahora en cualquier frutería de aquí te venden la calabaza con su pegatina de los ojos y la boca, figurando el Jack-o´-lantern, sin que te tengas que hartar de vaciarla y tallarla. Y celebras el Halloween y luego quitas la pegatina y le echas la calabaza a unas berzas malagueñas, y todos contentos. Somos maestros en el arte de asimilar costumbres y hacerlas nuestras. Lo cierto es que, cualquiera que sea la forma que adopte el ritual, a mí me encanta la noche de Difuntos, en la que la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos parece difuminarse. Y sentarme en un sillón a leer unas buenas historias de miedo. Son libros altamente recomendables "El árbol de las brujas" o "El país de octubre", de Ray Bradbury, o los cuentos de terror de Guy de Maupassant, o de Lovecraft.. También puedo ponerme en la tablet alguna de las "Historias para no dormir", de Ibáñez Serrador. Están en YouTube y me encantan. Luego, verdaderamente, no duermo, pero me divierto pasando miedo una barbaridad. Lo malo es que, ese día, se ha instaurado, además, la encantadora tradición de tirar huevos a las fachadas. Se ha vuelto un entrañable ritual familiar limpiar la fachada al día siguiente a manguerazos, mientras, muy apropiadamente por lo señalado del día, nos acordamos de los difuntos de los autores de los hechos, empezando por los más recientes. Y no para bien.
Los días tienen cada vez menos horas de luz, y yo empiezo a entrar en la cocina, a encender el horno, mientras las hojas secas que olvidé barrer hacen remolinos en mi patio. Esta vez me he decidido por una receta a la que siempre tuve mucha manía: el nombre es muy poco glamouroso, (lo de las "tres leches" suena que es una ordinariez) y el modo de preparación sugiere resultado final de plastaza. Pero mi malsana e incansable curiosidad ha podido al prejuicio, en estos casos con resultados muy satisfactorios. Voilà:
Para el bizcocho:-5 huevos, separadas las yemas de las claras.
-5 cucharadas soperas de azúcar glas
-5 cucharadas soperas de harina de repostería
-5 cucharadas soperas de aceite de girasol
-1/2 sobre de levadura de repostería
-Unas gotas de esencia de vainilla
-Una pizca de sal.
Para la mezcla de leche:
-125 gramos de leche condensada (ponía el doble; sale empalagosísimo, pero es cuestión de ir probando según el gusto particular)
-250 gramos de leche evaporada
-250 gramos de nata
-Para decorar: nata montada y algunas cerezas, o canela espolvoreada.
Se ponen los ingredientes de la mezcla de leche en un bol y se bate hasta integrar, o se pone en la Thermomix a vel. 4-5 hasta que esté homogéneo.
Para el bizcocho: Se precalienta el horno a 180º.
Se baten las claras a punto de nieve y se reservan. Para Thermomix: se pone la mariposa y se montan 2 minutos, vel. 4. Se añade el azúcar glas y se incorpora removiendo, en Thermomix 30 segundos, vel. 2. Aparte, se mezclan en un bol las yemas con el aceite y la vainilla y se baten. Se van incorporando poco a poco la harina y la levadura, pasándolas por un tamiz, y esta masa se va incorporando a su vez a las claras batidas, con movimientos envolventes. Se pasa la mezcla final a un molde redondo engrasado y enharinado y se pone al horno de 30 a 45 minutos, o hasta que al pinchar con la aguja salga seco. Cuando el bizcocho esté cocido, se saca y se deja entibiar un poco, y con la aguja vamos pinchando por toda la superficie, haciendo por lo menos treinta o cuarenta agujeros. Ponemos un plato debajo. Entonces vertemos por encima del bizcocho la mezcla de leche y nata y lo dejamos así hasta que lo haya absorbido todo.
El tema no promete ¿a que no?. Suena a bazofia húmeda que no darías ni al perro. Pero no es así. Como podéis ver, el bizcocho que sale aquí abajo mantiene el estado sólido. Resulta, eso sí, increíblemente tierno y jugoso. Según todos en casa hemos podido comprobar. Unos más veces que otros....Exquisito con un buen café y una buena lectura.... Feliz semana.
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