Buscar este blog

miércoles, 9 de diciembre de 2015

HUEVOS A LA FLAMENCA. Plato sacaapuros por excelencia.

Hola de nuevo. La prenavidad nos ataca ferozmente como cada año; y, como cada año, fiel a mí misma, todavía no he pensado ni un solo regalo, ni una sola comida, ni he visto la iluminación de calle Larios, ni nada. Además, he tenido una guardia. En diciembre me brotan las guardias como los chumbos a las chumberas. El año pasado me sacaron de la cena de Nochebuena para hacer una asistencia y hace dos o tres Nocheviejas, también me tocó salir de la celebración para ir a la comisaría. Y allí que salí yo, muy contenta, con mis uvas tomadas y mis brindis hechos (aclaro que no conduzco) y disfrazada de los años veinte, derrochando glamour con mis plumas y mis seis vueltas de perlas. Prudentemente, me dejé en la fiesta el matasuegras del cotillón, pero aún así, los policías me miraron con cara de perro y no me desearon feliz año, ni nada. Hay que ver. No sé si es que no les gustaba el disfraz o esa noche no les gustaba su vida, en general. Pero yo hice mi asistencia y me volví a mi fiesta y a mi karaoke, más feliz que una perdiz. En esta ocasión la guardia me ha tocado este puente. Y el día 23, más. Y nada, lo normal un festivo: dos o tres alcoholemias,  maltratos, alguna pelea, cosas por el estilo. Nos repartimos los atestados entre los compañeros y a trabajar. Tres para tí, tres para mí. Hablar de lo malísimo que está el trabajo, y de lo asquerosamente que nos paga la Junta, la visita de rigor al fiscal (¿A cuánto me deja usted el cuarto y mitad de alcoholemia? ¿Y no me lo puede usted poner en menos? Desde luego, que están los delitos por las nubes... yo no sé a dónde vamos a ir a parar) Por favor, es broma. Que no se me enfade la señora justicia. Ya he coincidido con este juzgado en varias guardias. Su titular es de los que regañan bastante. En este momento, tenemos aquí a un señor recién salido de los calabozos al que están poniendo como hojiiiiiiita de perejil.  Tras la catilinaria, se añade la pregunta de rigor. ¿Tienen algo que añadir los letrados? Los letrados nos miramos: pues va a ser que no. Que no vamos a añadir nada. Ya diremos el día que sea el juicio lo que corresponda. Porque esto es como cuando en el colegio a un compañero de clase le caía la del pulpo. Se hacía un silencio sepulcral: "tú" podías ser el siguiente en llevarte la bronca y las orejas de burro. Así que nos callamos y firmamos el acta, como abogados buenos y hacendosos que somos. Se llevan al amonestadísimo presunto autor de los hechos, y su Señoría, que se da cuenta de que nos ha acojonado un poquillo, exclama a modo de justificación:
-Es que no puedo, de verdad.  ¡No puedo!. ¡Un hombre que le llama a una mujer, por escrito, "warra"!. ¡¡¡Con "w"!!!¡¡¡Por el amor de Dios....!!!
Verdaderamente, no se lo puedo reprochar.
En este tipo de delitos cometidos por whatsapp, yo modificaría el Código Penal para que se contemplase como pena accesoria la de volver al colegio, a los que pateen el diccionario. Para eso se supone que tiene que ser la pena, reinsertadora y educativa. O eso estudié yo en la carrera.
En fin, que terminamos y nos vamos a casa. Pero tengo que dejar el móvil encendido, porque la guardia dura veinticuatro horas. Es muy raro que te llamen, pero siempre puede sobrevenir la pesadilla, la bestia negra del abogado de guardia: la llamada a las tres de la mañana para asistir a una entrada y registro. Ocurre a veces. Gracias a Dios, no es el caso......
Lo cierto es que entre una cosa y otra, el tiempo se me termina echando encima, y me acuerdo de mi madre haciendo este plato, relativamente rápido, los días que volvía más tarde de los recados de la calle. A mí me encantaba que llegase tarde, porque me gustaba con locura el comistrajo. Servido con un buen viaje de patatas fritas y comida resuelta. Mi madre lo hacía en unas cazuelitas refractarias individuales, al fuego. La de mi padre era el doble de grande que las otras, que para eso era el pater familias. Y la mía la más pequeña, como ocurría en el cuento de Ricitos de Oro y los tres osos. Ibamos por orden de escalafón, y como yo era la incorporación más reciente, pues a apencar con la cazuela chica.  Injusticias de la vida, ay....
Ingredientes para cuatro:
-Cuatro huevos.
-Medio litro de salsa de tomate al gusto. Si es natural, hay que escurrirla muy bien y que esté espesa, para que no se nos ensopiguarre la presentación.
-Una lata de guisantes.
-Una lata de pimientos morrones.
-Ocho rodajas de chorizo
-Cuatro lonchas hermosas de jamón.
Yo monto el tema en una cazuela grande refractaria al horno, pero también se puede hacer en sartén. En cazuelitas queda más curiosito y más mono, pero  tiene el inconveniente de que, como sólo tengo dos fuegos medianos, uno pequeño y otro enorme, tengo que poner las cazuelitas de dos en dos en el fuego y mientras unos comen, porque no se debe comer frío, los otros se quedan mirando. Así que yo lo hago en la cazuela grande untada de mantequilla, precalentando el horno a 200º.
Una vez hecho esto, se pone de fondo la salsa de tomate. Se reparten el jamón, los guisantes, el chorizo y el pimiento morrón en montoncitos más o menos equidistantes, y en cada montículo se casca un huevo. Se mete al horno unos diez minutos o hasta que veamos cuajada la yema. Se le pone sal, se sirven aparte las patatas fritas y se entra a saco con la barra de pan. Gloria pura.

.Y después de esta socorrida receta, os dejo, que tengo que seguir en el tajo con mi Código Penal. Â bien tot., y portárseme bien.....

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.