Hace unos días hemos tenido en Málaga a unos amigos ingleses. En realidad, ninguno de los dos lo es: él es galés,(y os puedo asegurar que en absoluto es lo mismo) y ella española, pero lleva viviendo en Inglaterra desde hace muchos años y ha tomado la tierra estupendamente. Cuando les conocí, pensé en practicar lo que yo creía un nivel decente de inglés con ellos. Aunque los pobrecillos son bellísimas personas y no me habían ofendido previamente. Como tanta gente de mi quinta, he estudiado inglés diez años de mi vida y me hice los cinco cursos de la Escuela de Idiomas, que antes de los niveles A y B y First Certificate era lo más de lo más. Pues resulta que no lo domino para nada. Cualquiera de mis hijos lee y habla en inglés, se ve videos en YouTube y se entera y todo. Hablando con esta pareja, descubrí 1) que no me entero de ná siquiera (aunque ponga cara de que sí) 2) que se dan perfecta cuenta de ello, (aunque pongan cara de que no) y , también, de que estamos sosteniendo una conversación de besugos estupenda, y que 3) dicho por ellos mismos: my English is so......funny! No: "tu modo de patear mi idioma me hace sangrar los oídos" o directamente "tu inglés es para darte un pésame", que hasta lo hubiese podido aceptar, sino que mi inglés es ¡divertido! ¡Nunca me habían dicho nada tan humillante! Es cierto que el idioma se olvida mucho si no lo practicas, pero yo recuerdo que en el último año de la Escuela de Idiomas leíamos a Jane Austen y todo. Pensándolo bien, a lo mejor por eso cuando leí en castellano "Orgullo y Prejuicio", me pareció una historia muy diferente a la que yo, difusamente, recordaba. De hecho, descubrí que, después de todo, el señor Darcy no era el lechero, porque para ser el lechero hablaban muchísimo de él, sino el novio de la "prota." Y que por eso lo sacaban tanto.
Hace un par de años hice un curso de inglés jurídico, tras una traumática experiencia en que tuve que hablar en el locutorio de la prisión con un interno nigeriano. Imaginad la combinación de inglés nigeriano de él, inglés del barrio de la Trinidad mío, los interfonos que nuuuunca funcionan, y dos o tres compañeros más a tu lado intentando hablar cada uno con su respectivo patrocinado: terminábamos aullando unos y otros nuestros diálogos cruzados, con lo cual salías exhausto, moralmente destrozado y con las cuerdas vocales para echarlas en remojo. Los funcionarios se divertían un montón, eso sí. De modo que me apunté a mi curso, gracias al cual averigüé varias cosas: en primer lugar, que mi ignorancia era aún más supina de lo que yo creía, y también que en Inglaterra, el que aquí es el abogado de infantería, que vale para un contrato, una demanda, o te baila unas sevillanas, (ya puestos) allí es un solicitor y además un barrister, está consideradísimo y gana una pasta, dato que nos deprimió muchísimo a todos los compañeros. Para rematar el curso, nos trajeron a uno de estos prestigiosos barrister a fin de que nos diese, -además de mucha envidia- una charla. Esta resultó ser un tanto confusa, pero para ser justos, no es porque yo no le entendiera. No le entendía nadie, porque su adorable dicción clase alta, de distrito W1 para arriba, andaba un tanto estropajosilla. Era el mes de mayo y parece ser que antes de venir había almorzado en el chiringuito de la Farola, junto a la sede del colegio, almuerzo regado, visiblemente, con cantidades navegables de tinto de verano. Nada más entrar, aquella perla del foro le dijo a un compañero de la primera fila: I looooove your striped shirt...how much would you waaaant for it? Que le quería comprar la camisa, como lo oís: así de cocidito venía, la criatura. Y, desde luego, falta le hubiese hecho, porque, por muy barrister de la City que fuera, venía vestido con unos pantalones cortos y unas chanclas con arreglo al más puro cani dress code, como si se hubiera criado en la mismísima Virreina.
Estando de pasante con un compañero, recuerdo una vez que sudé tinta china para explicarle a una pareja que si no pagaban la comunidad, perderían su apartamento, y que, ya de camino, le podían pagar al abogado también, aprovechando el viaje. Porque mucha gente que encuentra muy natural pagar la compra en el mercado o las copas en el bar, parece creer que el abogado trabaja gratis et amore y movido exclusivamente por la bondad de su corazón. Y lo cierto es que lo terminas haciendo muchas más veces de lo que quisieras. Pero mi compañero, harto de rodeos, se le puso en jarras a la pareja y remató el discurso, diciendo:
-A ver, Peter: Que you pay to me what you me debéis. And, if not, you take the door and jopo por donde habéis venido. ¡Vamos, hombre!Pues mira que se enteraron perfectísimamente. Si al final, hay expresiones que son internacionales. Ya te digo....
En fin, que yo sigo en mi empeño. Ya leyendo me entero de bastante, aunque la lectura resulta un poco interruptus, porque cada dos por tres tengo que echar mano del Oxford, para buscar una u otra palabra. Pero sí que leo de corrido libros de recetas, que tengo varios preciosos. Ahora, que os prometo que si preparo alguna y la pongo en el blog, la probaré antes. de verdad. Que os quiero mucho y nada más lejos de mi ánimo de envenenar a nadie: nunca se sabe.
Con esta receta no corremos riesgo. Está en español, es facilísima y rápida. Me la mandó Inma, que sabe muy bien lo que me gusta. Gracias, prima. Los peligros son otros, porque lo único que tiene de etéreo es el nombre. Pero qué bueno......
A ver esa libretilla, apuntadme:-100 gramos de mantequilla a temperatura ambiente.
-2 huevos
-8 quesitos
-50 gramos de azúcar
-Tartaletas de hojaldre ya hechas (yo no tenía y las hice con hojaldre congelado)
-50 gramos de azúcar glas.
Precalentar el grill del horno a 210º.
Batir todos los ingredientes de la crema, excepto el azúcar glas, hasta que nos quede una crema muy fina. En la Thermomix se bate 5 minutos, temperatura 90º, vel. 3.
Poner la crema en las tartaletas y meter al grill unos pocos minutos hasta que la crema se dore. Sé que "unos pocos minutos" es un concepto culinario indeterminado, pero cada horno es un mundo y si yo hubiera puesto en mi horno los 7-10 minutos que ponía la receta original, se me hubieran achicharrado como en Pompeya. Y aún así, se me tostaron un poquito los bordes. Así que ojo. Para terminar, se espolvorean con el azúcar glas a través de un colador, y quedan más monos.
Recuerdan un poco a los pasteles de Belém, en versión autóctona..Están de escándalo y no duraron nada....pero nada.
So long, queridos. Pasadlo bien y cuidaos, que viene una época intensa...
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