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miércoles, 3 de febrero de 2016

BIZCOCHO INTEGRAL CON PASAS Y NUECES. Cómo sobrevivir en la salvaje naturaleza.

Hace tiempo que no suelo entrar en la habitación de mis hijos, más que para asomarme a realizar alguna comunicación imprescindible. De vez en cuando, les obligo a meter escoba, recogedor y paños para un lavado de cara, en aras de la salubridad familiar. El cuarto de uno de ellos, en particular, es una selva virgen: no hay machete que permita abrirse paso en tales espesuras. Además,  también como en la jungla, corres el riesgo de tropezarte con algún ser vivo, fueraparte del morador de dos patas. Hace un par de meses había tres peces en un acuario. A la presente, no sé lo que ha sido de ellos. Y no pregunto: mi experiencia como madre me ha enseñado que hay cosas que simplemente no es necesario saber, además del paradero de los peces, como que de quién son los zapatos desconocidos que lleva puestos el niño, o de dónde demonios han salido unos bongos con dibujos africanos la mar de horteras que hay en el sótano. La tortuga adquirida en mayo del 2011 está hibernando: sólo se ve de ella una pata estirada inquietantemente grande. Mi hijo asegura, sin embargo, que está viva. Lo que está es, sin duda alguna, mucho más repuestita que cuando se echó a dormir. De pequeña te hacía mucha gracia, con esa cara de abuelita cabreada común a su especie. Pero ahora que ha crecido,  en su mirada hay una maldad escalofriante. De hecho, me recuerda vivamente al Anthony Hopkins de El silencio de los corderos. Y esa boca enorme, Dios mío. Es aterrador verla comer. A veces he soñado que entra en mi dormitorio y nos devora. Encima, tiene tiempo para crecer mucho más: puede estar junto a mi niño hasta que ambos se jubilen, dada su longevidad.
Hace poco mi hijo se marchó una tarde y volvió con un bicho rarísimo que yo no había visto en mi vida metido en un tarro.
-¿Nene, eso qué es?
-Es un ajolote (Ambystoma mexicanum)
-¿¿¿MANDE??? Niño, ¿de dónde has sacado esa guarrería de bicho?
-No es una guarrería. Es muy "mono". Mira qué boquita y qué ojitos tiene, mamiii....
Este animalejo es una especie de salamandra acuática que procede de los lagos mejicanos y parece un Pokémon. En casa ha encontrado asilo político: hay barra libre para cualquier animal desamparado, o la habría si una no se pusiera firme. Ya tenemos al Curro, a la tortuga, al Pokémon y a un canario cabezón que ha dejado de cantar después del primer pelecho y cuya única aparente ocupación es tragar alpiste por fanegas y criar bolas de plumas enconadas, como un tonto.  Nuestro imprescindible Emilio ya le ha extirpado dos. Una noche se puso a emitir unos chirridos extrañísimos que daban mucha grima. Nos creímos que se había atragantado, pero no. Se tiró así un montón de rato. Y a las pocas horas fue el terremoto. Bicho agorero.
Además de la población fija, están los veraneantes. Algún gato atontado que se nos ha colado en el salón, o algún que otro maldito roedor, como ya os conté en su momento. A más de lo expuesto, mi hijo pesca, y me trae de vez en cuando las capturas, en estado de franco rigor mortis. Por si me faltaba algo. Por cierto, ¿habéis leído "Mi familia y otros animales", de Gerald Durrell?  Hacedlo, si no es así: es una lectura divertidísima. Y también os puede dar una idea más aproximada de cuál es mi situación. 
Manolete, nombre que recibió el Pokémon en la pila bautismal, vive a cuerpo de rey. Se deja caer flotando en el acuario con cara de gustirrinín, y da siempre la impresión de estárselo pasando estupendamente. Mi hijo tiene para con él unos cuidados conmovedores. El otro día le vi escarbando en los chinos del minijardín que tenemos delante, más bien versión a escala reducida de la selva de Los últimos de Filipinas, en más frondoso.
-¿Qué estás haciendo, hijo de mi corazón, aparte de destrozarme los parterres?
-Busco comida para Manolete. Hoy le toca, tiene que comer cada dos o tres días.
-¿Y qué come Manolete, para que tengas que estar escarbando como la de los duros antiguos? ¡Que estás dejando los chinos llenos de calvas! ¿Te quieres estar "quieto"?
-Mamááá. Que tiene que comer lombrices. Es muy gracioso verle comer. ¿Te lo enseño?
-¡¡¡¡Nooooo!!! ¡Y deja de cavar, que te vas a salir por abajo!
Después de dejarme el jardín como si hubiese caído una bomba V2, me salió con una lombriz de respetables dimensiones retorciéndose en la pala:
-Me voy a dársela, que debe tener bastante hambre, y está "fresquísima". ¿De verdad no quieres ver cómo se la come? Bueno, bueeeeno... que ya me voy.....
En fin, ya es hora de que os presente a Manolete. Como podéis ver, es un tío simpático.

Definitivamente, mi casa es un ecosistema en plena explosión demográfica. Yo no sé qué será lo siguiente en aparecer. No quiero pensarlo. Decido que ya he tenido suficiente por hoy. Una necesita de vez en cuando tomarse un momento KitKat, y a falta de KitKat, un trozo del bizcocho integral que hice el otro día, para olvidarme del caos doméstico y de paso autoconvencerme de que estoy tomando algo sano. Bien rico que está, por cierto.
Ingredientes:
-200 gramos de harina integral.
- 20 gramos de copos de avena
- 20 gramos de salvado de trigo o de avena.
-120 gramos de fructosa o 150 de azúcar moreno.
-Un sobre de levadura de repostería.
-Un pellizco de sal.
-Una cucharadita de canela en polvo
-Una cucharadita de cardamomo molido (opcional)
- 50 gramos de pasas.
- 50 gramos de nueces troceadas.
- 50 gramos de avellanas tostadas.
- 3 huevos.
-Un yogur.
-Una medida de yogur de aceite (yo pongo de oliva, se puede poner de girasol para que sepa menos)
Precalentamos el horno a 180º. Ponemos las pasas en una taza que sirva para el microondas y las cubrimos con agua. Las ponemos en el microondas tres minutos, colamos y reservamos. Picamos un poco las avellanas con un mazo.
Engrasamos e enharinamos el molde, si no es de silicona. Batimos los huevos con la fructosa o azúcar moreno unos minutos, hasta que la mezcla blanquee. Añadinos el yogur y el aceite y batimos para integrar. Añadimos la harina, la levadura, el salvado, la sal, la canela y el cardamomo y seguimos batiendo. Ponemos los copos de avena, las pasas, las nueces y las avellanas y removemos. Vertemos la mezcla en el molde y lo metemos en el horno una media hora. Se va pinchando con la aguja y cuando salga limpio se apaga el horno y se saca el bizcocho. Cuando esté ya un poco tibio, se desmolda y se pone sobre una rejilla, para que la humedad no se condense por debajo.
No es tan esponjoso como el bizcocho normal, pero está muy bueno y resulta bastante saciante. Psicológicamente no engorda en absoluto.


Mañana, me digo, será otro día. Y cada día trae incorporadas sus propias batallas. Pero a veces cansan tanto, que me dan ganas de meterme en el acuario con Manolete y dejarme flotar en estado de ingravidez. Feliz vida la del ajolote.... Reconozco que me suscita bastante envidia....




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