Muy buenos días. Aquí estoy, para lo que gustéis mandar, atacada de los nervios. El flamante sistema Lexnet de (in)comunicación telemática judicial nos está acortando tiempo de vida a todos los profesionales. La resistencia al cambio del papel al mundo on line delata mi edad, por supuesto; pero es que con el papel estas cosas no pasaban. Los escritos no se pueden presentar telemáticamente la mitad de las veces por motivos diversos. Si se te estropea el ordenador o se te pierde la tarjeta de acceso, eres un muerto que camina. Los formularios de la plataforma vienen capaos y les faltan categorías. Al personal le han dado un minicursillo de prisa y corriendo, y van que se matan y nadie sabe ni la hora que es. Y, en definitiva, si sale algo mal, por defecto, la culpa es tuya. Así que estamos todos contentísimos, como podéis imaginar, comidos a plazos por vencer, improvisando y haciendo pirulas. Ole esa tecnología y los figuras que han puesto en marcha este despropósito.
Recuerdo mis tiempos de procuradora, allá en tiempos lejanos, cuando todo era mucho más fácil. Antes de que lo preguntéis: el procurador es un profesional de la justicia que representa al justiciable ante los tribunales y notifica al abogado las comunicaciones judiciales en los temas que requieren su intervención. Cuando yo lo era, también suponía ser el mozo de los recados, muy fino y estudiado, eso sí, pero recadero al fin y al cabo. Porque cuando el juzgado, en relación con un procedimiento, pedía a un tercero, particular o Administración que le facilitase algún dato, o realizase una retención de nómina u otra gestión, el papelico con la petición (u "oficio"), lo llevabas tú, te sellaban tu copia y luego tú mandabas la copia al juzgado para que vieran que habías sido bueno y tenías hechos los deberes. Una remota mañana de aquellos tiempos, cuando yo andaba preparando mi cartera para echarme a la calle, me llamó mi doña Pepa:
-¿Nena, vas al juzgado hoy?-Hoy no, mamá. Tengo que llevar unos papeles a Torremolinos y otros al campamento Benítez. ¿Por qué?
-Ay, mira. Pues si no te importa me voy contigo a darme un paseo. Que tengo una irritación horrorosa. Tu padre está hoy de repulido que no hay quien lo aguante. Va detrás mía cogiendo las pelusas del suelo y pasando el dedo por los muebles para ver si he limpiado bien, que como no me vaya le voy a hacer comer el plumero, qué hombre.
-Pues como quieras, pero los papeles los tengo que llevar lo primero de todo.
Total, que se vino conmigo y cogimos el tren. Presenté el oficio de Torremolinos, nos dimos un paseo al sol, y luego nos bajamos al campamento Benítez a presentar el otro oficio. Llegamos a la puerta y el vigilante, o centinela, o portero, o lo que fuera, que nos dice que nos identifiquemos. Le saco mi carnet profesional y le cuento la historia.
-Ah, que la tengo que acompañar a administración ¿Y esta señora quién es?-Pues yo, su ayudante, mire usted- suelta mi Pepa más ancha que larga, muy pizpireta ella.
La cara de rape del hombre era para verla. Josús. Pocas bromas.
-Jejeje... no haga usted caso, ella me acompaña, esto es sólo sellar el oficio y nos vamos en seguida.
-Bueno, pues se vienen por aquí, por favor-condescendió el rape, indicándonos el camino.
Y mi doña Pepa, que va para afuera del sendero y empieza a coger amapolas.
-Nena, mira qué bonitas.
-¡¡¡Señora!!!- sale el hombre corriendo, a pastorear a la Pepa descarriada- ¡Que está en zona de seguridad, que no se puede usted ir por donde quiera! ¡Que está vigilado por todas partes y me va a buscar usted un lío!
-Ay, bueno, hijo, qué genio... ¿Me van a pegar un tiro o qué? No se irrite usted, hombre. Que ya me salgo.
Le tapé la boca como pude antes de que nos formasen un consejo de guerra (y me costó tela), me sellaron la dichosa copia, y como habíamos perdido el tren y no teníamos ganas de andar campo a través, paré un taxi que pasaba por allí.
Nunca lo hiciera.
Nos para el taxi, prácticamente en dos ruedas ¡¡¡¡BRRRUMMM!!!
-¡¡¡Hooooola, cariiiiiño!!! ¿Para dónde os llevo, reinas mías? ¡Que el Pepe os lleva a donde queráis! ¡Vamos para adentroooo!
La Virgen santa. Habíamos caído en las garras del taxista más zumbado de toda la provincia... y ya era tarde. Llevaba los Chichos puestos a todo volumen. Y se sabía las letras. Todas, según tuvimos amplia ocasión de comprobar. Entre copla y copla, no paraba de hablar, mientras pisaba el acelerador como un poseso. ("Yo le dije: Farruquito mío, vente con papaaa...") Yo veía los árboles, la carretera, todo, borroso perdido, como si fuese de copiloto con Fernando Alonso, y rezaba a todos los santos del santoral y alguno inventado, creyendo llegada mi última hora. Doña Pepa estaba muda de espanto, fenómeno casi imposible de verificar en circunstancias normales. Los coches nos tocaban el claxon de modo atronador. Ibamos quemando el asfalto, literalmente. (Porque te crees bonita, tú te pones orgullosa, ni más ni menoooos")..
-Pues ustedes no se me enfaden, cariiiiiño. Pero las mujeres a partir de una edad "se ponéis" hechas unos loros. ¡No como aquí el Pepe, que estoy divvvviiiino de la muerte! ¡YUJUUUU! ("Tú eres el Vaquilla, vives en la calleeeee...")-¡¡¡Oiga!!!- mami ya no podía más- ¡Un loro estará hecha su puñetera....!
-(.....
Aquel energúmeno nos paseó por toda la carretera de Churriana, entre yujus, vivas a sí mismo y más canciones de los Chichos. A día de hoy me siguen dando taquicardias cuando escucho una: estrés postraumático por sobreexposición a la rumba en toda regla. Finalmente, tras una eternidad de rumba y aullidos, nos dio la libertad, nos cobró un pastón y se largó ("Dame tus besos que son de carameloooo"). Mi pobre madre se bajó tambaleante, con los pelos tiesos:
-¡Ay, nena! ¡Si lo llego a saber, me quedo con tu padre, que por lo menos lo tengo conocido! ¡Creí que el locuno ese nos mataba!
La experiencia la dejó convencidísima de que el mío era un trabajo muy expuesto. Y mira que no me acompañó a un lanzamiento.... Eso lo dejo para contároslo otro día, que es para echarle de comer aparte. Lo cierto es que la experiencia le quitó para siempre a mami las ganas de acompañarme a ninguna parte, resignándose a soportar con gusto las pamplinas conyugales.
En fin, no cabe duda de que la vida es riesgo, y hay que cuidarse. Hoy, tras pelear con el ordenador, me voy a hacer la comida, porque una es que vale para todo, y lo mismo te redacto un recurso contencioso-administrativo, que te hago esta ensaladilla. Disculpad que me autopiropee un poco, pero es que hace tiempo que me faltan mis abuelas. La ensaladilla es un clásico de mi casa, porque está muy rica, nos vale de plato único, se hace bastante pronto y sirve para que mis vástagos no se olviden de que existe la verdura en el mundo.
Ingredientes:- 500 gramos de judías verdes cocidas
- 3 patatas grandes
- Cuatro huevos.
-Media cebolla, mejor si es tierna o de las moradas.
-Un tomate grande de ensalada
- Un puñado de aceitunas
- Tres latas pequeñas de atún.
-Sal, aceite y vinagre.
-Una cucharada de mostaza.
Ponemos a cocer las patatas con piel hasta que estén tiernas, unos 20-25 minutos. Ponemos también los huevos y los dejamos cocer diez minutos desde que el agua rompa a hervir. Pelamos los huevos y las patatas y, si tenemos tiempo, reservamos hasta la hora de montar la ensaladilla. Si no es así, pues nos aguantamos y nos achicharramos los dedos, qué le vamos a hacer. Picamos en un bol grande las patatas, los huevos, la cebolla y el tomate, añadimos el resto de los ingredientes y aliñamos con sal, aceite y vinagre, añadiendo la cucharada de mostaza. Sabe mejor si se hace con un poco de antelación, para que tome los sabores.
Cuidémonos. Que cuando no se nos cae la plataforma virtual, viene un terremoto y te despierta, y no estamos para tantos sobresaltos.
Mucho OOOOMMMMMM y feliz semana a todos.
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