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miércoles, 13 de abril de 2016

PAN VERDE. Y, sin embargo, bueno de comer.

De cara al verano, y viéndole las orejas al lobo, andamos mejorando los desayunos y metiéndoles fibrita, que de por sí no te hace perder kilos, pero abulta y engaña. En general, esta época del año me suele dar por cuidar la alimentación, bajo el hipócrita pretexto de que lo hago por salud, y preparo más recetas vegetarianas, y en general me vuelvo más alternativa y un tanto más rarita de lo habitual. Será la primavera, que viene muy furibunda. A otros les da por criar alergias. Reconozco que tengo un punto Nueva Era que se va acentuando más a medida que cumplo años. Ahora, que en este ámbito también hay cosas y cosas. La otra semana estuve en la feria Natura Málaga, donde puedes encontrar el totum revolutum más curioso y variopinto: péndulos y aceites esenciales junto a artilugios con puntos de acupresión para la espalda, alimentos ecológicos de todas clases mezclados con repostería de Portugal (?), puestos de chacina con igual aparente falta de relación con propósito místico alguno, aunque son productos buenísimos, (o quizás precisamente por eso), y un chocolate artesano que está de escándalo. De eso siempre me llevo, que la espiritualidad no está reñida con la gula. Pero de nunca, vamos. Este año sentí la curiosidad de sacarme un retrato del aura con la máquina Kirlian. Se me antojó, porque delante de mí había una chica que salió con una preciosidad de foto aural en azul intenso, turquesa y violeta. Yo es que todo lo curioseo, no lo puedo remediar. Ya me conocéis. Pues me puse en la cola, que había, y no poca. Te daban a elegir entre sacarte la foto de la cara o del cuerpo. La del cuerpo en realidad no era de tu cuerpo, sino una silueta estándar muy estilizadita, con sus siete chakras muy bien  alineados. La de la cara era de mi cara de los viernes por la tarde, cuando ya hace doce horas que me he maquillado, y siete días que estoy luchando por la existencia, rodeada para más inri de un halo verde intenso y amarillo frufri. Visto lo cual, elegí sin dudar la del cuerpo, que era la menos deprimente. Los colores no es que estuvieran mal, aunque ganas me dieron que irme detrás de la muchacha de antes, que andaba por allí al lado, y pedirle:
-Anda..... cámbiamela, porfa, que me gusta más la tuya....
Pero me tuve que aguantar, porque intercambiarte el aura no es como cambiar cromos en el patio del colegio. Te puede desviar el karma y para qué queremos más. Para conformarme, me aseguraron que mi aura bicolor era estupenda y estaba llena de vitalidad y energía, aunque yo no lo sospechase. Además de parecerse un montón a un Calippo. Eso no me lo dijeron ellos, eso lo observé yo por mi cuenta, pero como una es prudente, pues no dije nada. Cuando llegué a mi casa y dejé la foto sobre la mesa del salón, el  Curro, que sin duda era de la misma opinión sobre su cualidad de material comestible, se la zampó. Mirad si me quiere mi perro. En vez de aquello de "del cerdo, hasta los andares", debió pensar el animalito, "de mi dueña, hasta el aura". Pude arrebatarle a duras penas un trozo, que he dejado a modo de testimonio. Ahora mis cuerpos sutiles ya no tienen cabeza.  Circunstancia que siempre he sospechado, por otra parte, y doña Pepa afirmaba a cada momento. Si al final te haces mayor cuando por fin entiendes a tu madre. Lo tengo comprobado.
Volviendo al pan, recuerdo que como cosa muy moderna, empezaron a despacharlo en mi panadería habitual, bajo el siguiente prometedor rótulo:
PAN LAXANTE.
AL SEGUNDO DIA COMO MUY TARDE TE HACE EFECTO.
¡PRUÉBALO Y NOS LO CUENTAS!
La verdad que os diga, yo no soy muy de contar ese tipo de cosas, y menos en la panadería. Pero me lo llevé, porque no hay cosa que yo no pruebe. Y estaba bueno. Aunque el mío está mejor. Sobre lo otro, yo no me pronuncio. Pero debía ser efectivo, porque a partir de ese momento la panadería se llenó de vecinos agradecidos cantando las excelencias del producto en cuestión con todo -y para mi gusto, innecesario-  detalle. Yo lo dejo aquí:
Ingredientes:
- 400 gramos de harina integral
-100 gramos de harina de fuerza.
-  50 ml. de aceite de oliva
- Una cucharadita de sal.
- Dos o tres dientes de ajo.
- Una cucharada rasa de levadura seca de panadero o 15 gramos de la fresca.
- Una bolsa de espinacas frescas o 200 gramos de congeladas.
- Pipas de calabaza. Opcional pero recomendable.
Primero se pican muy pequeños los ajos y se saltean en el aceite. Luego se añaden las espinacas y la sal y se deja sofreír todo. Las recetas que yo he visto sofríen las espinacas sin ajo ni nada, pero se trata de que el pan esté bueno, no de tragarte algo que tenga, no ya el aspecto, sino el sabor de un Scotch Brite.  Qué tristeza, Dios mío. Se reserva. Se hace la masa de pan con las harinas, el agua y la levadura, amasando unos diez minutos. Se pone la masa en un bol y se deja subir un par de horas. Luego se incorporan las espinacas y se vuelve a amasar todo muy bien. Se engrasa un molde rectangular y se pone la masa en él. Se ponen por encima las pipas de calabaza, pero ya os digo yo que aunque apretéis se caen igual la mitad. Pero quedan tostaditas y están muy buenas. Se deja subir otra hora. Se precalienta el horno a 200º y se mete el molde 45 minutos a una hora, porque es un pan muy húmedo. Se saca y se deja desmoldar en rejilla.





Realmente, no garantizo que adelgace. Pero está rico con jamón, con queso, con tortilla, e incluso con nada en absoluto. Y siempre ayuda. Namasté...

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