El pasado sábado salieron al Rocio las hermandades de Málaga. Milagrosamente pude acceder al mercado antes de que cortaran las calles de alrededor. Veía a todas esas chicas tan guapas con sus trajes de flamenca, que no puedo negar que la favorecen a una un montón, y tengo otros de mis momentos flashback de abuela Cebolleta con los que tanto me gusta castigaros....
Cuando yo tenía unos veinte o veinte-muypocos años, es decir, más o menos cuando Isabel la Católica llevaba coletas, lo que hacía furor en los locales de copas eran las sevillanas. Sevillanas en todas partes. Sevillanas hasta en la sopa. Sevillanas rocieras, corraleras, marineras y alosneras. Ni Perry Mason te salvaba de las sevillanas. En mi habitación del apartamento del Rincón, que era bastante pequeña, nos apañábamos, mis amigas y yo, para aprender a bailarlas, dándonos por el camino unas cuantas involuntarias collejas en nuestras evoluciones. Empezó enseñándonos mi prima Inma, que daba clases de baile flamenco por aquel entonces, y además se le daba muy bien. También a las demás. Yo cubrí el expediente, a ver, qué remedio, porque si no, a cualquier sitio que fuera, me quedaba toda la noche "pa el poyetón", mientras mis amigos bailaban. Porque los chicos, también. Mejor o peor, pero las criaturas le ponían muy buena voluntad. Y se agarraban mucho. Pero como sabéis que soy menos flamenca que un Beefeater de la Torre de Londres, pues digamos que yo ejecutaba la cosa con notable falta de entusiasmo. Cualquier japonesa que se precie sabe bailar sevillanas con más salero que yo. Un año dijeron de vestirnos para la feria. A Doña Pepa, que nos lo oyó comentar y que se atrevía con cualquier cosa de costura, le dio por perseguirme todo el día con la misma matraca:
-Nena. Que te voy a hacer yo el traje de flamenca, que vas a estar guapísima con él.-Que noooooo. Que yo no me visto, mamá.
-¿Y porqué no te vas a vestir tú? ¡Qué lacia eres, hija de mi vida! ¡Con lo que favorece eso! Ven que te tome las medidas, que te voy a sacar hasta el patrón.
-Mamá. Si me haces un vestido de gitana, te juro que me tiro con él al primer charco de barro que pille. ¡Que. No. Me. Quiero. Vestir. De. Flamenca!.
-¡Pues muy bien, hija! ¡Para ti la perra gorda! Tus amigas irán estupendamente y tú de particular, como si fueras una guiri. ¡So pava! ¡Qué poquito has salido a mí! ¡ Pues tú te lo pierdes!
En esas dos últimas afirmaciones en particular, tenía más razón que un santo. Con el paso de los años, que da algo de seso al que trae un mínimo kit de iniciación de serie, he comprendido que tenía motivos sobrados para ofenderse. No sólo porque yo era tan desagradecida y capulla como cualquier hijo promedio, sino porque un traje de flamenca hecho por las manos de mi Pepa hubiera sido una verdadera joya para conservar. Un traje así es dificilísimo de hacer. Al vestido en sí hay que cortarle, sobreponerle y rizarle los volantes uno por uno, y coserle a cada uno de ellos una especie de remate rígido para que se queden tiesos y hagan bulto, y no parezcas una escarola chuchurría. Y yo dije que no: Dios da pañuelo al que no tiene narices. Mami, perdóname donde estés, por ésa y por tantas otras cosas, y piensa en mi descargo que a los veinte años una todavía no es persona, no tiene cerrada la fontanela y en general es un poquito tonta. Bueno, pues esa vez no me puse el traje porque no me dio la gana, pero un par de años después, me volvieron a insistir con lo de la feria y ahí ya cedí y mi hermana me prestó el suyo, que era rojo y precioso, ceñido hasta la rodilla y a partir de ese punto, un despiporre de volantes hasta abajo del todo. Pero ella siempre ha sido más delgada que yo, y aunque yo tampoco estaba gorda y la diferencia me permitía ponerme el vestido, me pasé el día entero como si me hubieran metido en la funda de un jamón Joselito. Qué desconsuelo. Eso sí, monísima. Fuera de algunos detalles menores como no poder respirar, ni comer, porque me iba a estallar la cremallera, y que tenía que caminar como Lina Morgan, estaba para chillarme. El vestido tenía en el volante de abajo, por dentro, un bolsillito muy práctico, y ahí llevaba mi dinero, mis llaves y mi tabaco. Y cuando quería fumar tenía que pedirle a alguien que me hiciera el recado y se agachara al bolsillo, porque, como yo me doblase lo más mínimo, la tensión superficial del material hubiese provocado un reventón de consecuencias bastante indecorosas. Era una sensación rara, como ir asomada a un florero. Me reuní con mis amigas, nos fuimos a una caseta a bailar, y allí estaba la Rocío, evolucionando con la misma gracia y tronío de la novia de Frankestein, dando unos pasitos diminutos francamente ridículos. Tacatacatataca, vuelta. Tacatacataca, vuelta. Eso sí, mucho de mover brazos y mucho de darle patadas a los volantes, que era una cosa que hacía muy vistoso y disimulaba mi muy notable mala pipa.. Porque la verdad es que para mucho más no me daba. Había por allí muchos turistas haciéndonos fotos: So characteristic! Olé you!. Y yo pensaba: si tú supieras, criatura de Minneápolis. Estaban frente a la flamenca más falsa del orbe, que se sentía en esos momentos como un cruce entre un souvenir de los que en ese tiempo todavía se veían en lo alto de las teles y un click de Famobil. Y que, además, a esas alturas estaba con las costillas trituradas, y no me podía comer ni una aceituna, porque se me saltaban las costuras y el traje no era mío. Mira que pasé hambre ese día. Me arrepentí como de todos mis pecados de haber sido débil y haber cedido a las presiones de mis amigas, que estaban todas en sus trajes de talla adecuada, más contentas que unas pascuas y sin signos de cansancio aparentes. Por fin llegó el terrible e ineludible momento en que hube de ir al baño, lo cual en mis circunstancias equivalía a ejecutar una operación militar. Pasados unos diez minutos, durante los cuales sufrí más que Houdini mientras se retorcía intentando salir de la celda de la Tortura China del Agua, empezaron a aporrearme la puerta sin compasión todas las señoras de un coro rociero, que estaban a la cola:
-¡Niñaaaa! ¿Te has colao por el wáter o quééé´? ¡Que por aquí también tenemos mucha necesidad!Otra voz decía:
- Esa estará entrompá y se ha quedado dormida.¡¡¡ POMPOMPOMPOMMMM!!! ¡Oyeeee! ¡Vete a pegarte una ducha y despeja el campo, bonitaaaa! ¡Pero tira de la cisterna antes!
Otra, más optimista, aventuraba:
-Mira que si le ha dado un "jamacuco" y nosotros metiéndonos con la pobre muchacha. ¡¡¡POMPOMPOMMM!!! -¿Tú estás bien, hijaaa?
Ya me harté. Me puse derecha, me sequé como pude el copioso río de sudor de mi frente, me puse mi flor derecha, y salí diciendo:
-¡Que no! ¡Que no me he colado por ningún sitio, ni estoy borracha, ni me he dormido, ni me ha dado nada! ¡¡¡QUE NO ME PODIA SUBIR EL "$$%%&&&&&&& VESTIDO!!! ¡¡¡YA ESTA!!!
-Ay, buenoooo, hija, qué genio. Pues para eso, menos comer pan con "pringá", y verás cómo dejas de tener ese problema. Mano de santo.
Brujas. Salí a buscar a mis amigas, que ya me estaban buscando por todas partes, con tanto ímpetu, que tropecé con un bidón de cerveza y me vine al santo suelo todo lo larga que era. Todas las señoras del coro rociero me tuvieron que levantar a pulso, porque yo sola no podía.. Recibí más consejos dietéticos, dados con muy buena intención, además de muestras de pitorreo feroz que me sentaron muy malamente, y por fin pude irme, jurando como el cuervo de Edgar Allan Poe: Nunca más.
Vuelvo al presente, miro a las chicas de los trajes, y les deseo mentalmente que los disfruten mucho. Yo me vuelvo a mi casa, y preparo una receta que me ha pasado Inma, de la página Thermorecetas.com, que es muy buena para aperitivo. De hecho, batieron el récord de la vida breve. Duraron menos que las efímeras esas que viven en las lagunas: cayeron todas en el lapso de hora y media. Apenas me dio tiempo a probar una y a certificar oficialmente la muerte...
-12 obleas grandes de empanadillas-30 gramos de aceite de oliva
-6 dátiles sin hueso.
-2 tomates maduros.
-Media cebolla
-500 gramos de pechuga de pollo sin piel
-Sal.
-Una cucharada de canela.
-Una pizca de pimienta.
-Una cucharada de ras- al- hanout. ¿Cómoooo? En los puestos del mercado la venden. Las especies morunas de toda la vida de Dios.
-Media cucharadita de cúrcuma.
-Una cucharadita de cominos.
-Dos cucharadas de miel.
En Thermomix: Se ponen en el vaso los dátiles y se trocean 5 segundos, vel. 5. Se retiran y reservan.
Se ponen en el vaso los tomates y la media cebolla y se tritura 8 segundos, vel.5. Se retira del vaso y se reserva.
Se ponen a continuación el pollo troceado y la sal y las especias y se tritura 5 segundos, velocidad 4. Se bajan los restos de la tapa y las paredes y se agrega el aceite. Programamos cuatro minutos, Varoma, giro a la izquierda, vel. 1.
Aquí yo discrepo. La Thermomix no me gusta para picar carne. Sale un puré bastante asquerosillo, con aspecto de material para pruebas de laboratorio. Yo sigo la regla de oro para cualquier carne para empanada: se pica fina, con un buen cuchillo. La diferencia merece el esfuerzo.
Después se incorporan el resto de ingredientes que teníamos reservados y programamos 10 minutos, Varoma, giro a la izquierda, vel. 1. Se agrega la miel y programamos 2 minutos, Varoma, giro a la izquierda, vel. 1. Retiramos toda la mezcla y la dejamos enfriar. Rellenamos las obleas y las sellamos bien. Se pueden pintar con huevo para que salgan más brillantes y crujientes. Con el horno precalentado a 180º, se hornean 15 minutos a esa misma temperatura o hasta que estén doradas.
Si no hay Thermomix, se hace primero el sofrito, picando la cebolla, el tomate y los dátiles y pochándolos en el aceite. Se pica el pollo como os he dicho y se añade a la sartén junto con la sal, las especias y la miel, y se deja sofreír todo hasta que pierda el agua y quede bien cocido, unos 15-20 minutos. Se deja enfriar y se rellenan las empanadillas, el resto es igual. También se pueden freir, pero así salen más ligeras. Ese es el problema. Te comes dos o tres y parece que no te has comido nada. Y si te pones mano a mano con alguien, o tú solito si tu saque así lo requiere, pues acabas con ellas antes de lo que canta un gallo.... Es lo que tiene hacer cosas ricas.
Pasad buena semana y animaos a haceros un aperitivo para vosotros solos. ¿Por qué no? ¿Se os ocurre alguien que lo merezca más? A mí no.
Hasta la próxima...
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