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miércoles, 13 de julio de 2016

COCA DE PIÑONES. Los hidratos de carbono contraatacan.

 Desde un par de meses antes de comenzar cada verano, mamá era presa de una creciente desolación. Siempre llegaba una fecha fatídica, más o menos hacia el mes de mayo, en que la oía rezongar desde mi cuarto. Cuando salía, me la encontraba mirándose en el espejo de su dormitorio, sin aliento y con la cremallera del vestido a medio subir:
-Nena, ven y súbeme la cremallera, que yo no llego. Tú tira sin susto....¡¡¡AAAYYY!!! ¡¡¡Pero no me cojas pellizcos, hija!!!
-Mamá, si es que la cremallera no sube. A ver qué quieres que haga.
-Tú tira de la tela para abajo y de la cremallera para arriba, que eso no falla.
-¡¡ZIPPP!!!
Con este expeditivo método, la cremallera subía por fin y mamá se quedaba convenientemente envasada al vacío. Cuando por fin conseguía volver a respirar, era para decir indefectiblemente:
-Yo empiezo el régimen otra vez.
"El régimen", según las épocas, tomaba diversas y variadas formas. Unas veces era la dieta del melocotón, en que comías pollo a la plancha, pescado, yogur desnatado y melocotones en almíbar hasta que tenías pesadillas; otras era un régimen hipocalórico a secas, donde el ingrediente principal era la tristeza gastronómica, y donde cualquier gota de aceite, sal o condimento que trajese algún tipo de consuelo estaba rigurosamente vedado. Cuando salieron las barritas y batidos de Biomanán, que fueron los primeros, también tuvieron su momento de éxito, aunque el modo de utilización resultaba harto interpretable para algunos. Una amiga de mi madre, que no destacaba precisamente por sus muchas luces, venía a quejarse amargamente:
-¡Ay, Pepita! Que desde que hago el Biomanán y me hago los batidos he cogido tres kilos.
-Pero eso cómo va a ser, mujer. ¿Tú te los tomas como dice en el paquete?
-Pues claro. Para el postre.
-¿¿¿Para el postre??? ¡¡¡Maaaal toro te coja, jodía!!!. Son para "sustituir" comidas. No para "despuéééssss" de las comidas.- contestaba mami con mucho "rinrintín" y no poco regocijo.
-¿Y eso cómo va a ser? ¡Como que yo voy a mantenerme con un batido aguachirri en el cuerpo!
En los años 70, llegó a España entre grandes expectativas el libro "La revolución dietética del Dr. Atkins" Mi hermana se lo compró y mi madre y ella empezaron a hacerla. La dieta en cuestión era una dieta hiperproteica en su modalidad más brutal y salvaje. Creo que la versión actual está bastante suavizada. Recuerdo que recomendaba como tentempié un bocadillo hecho de salchichón con dos lonchas de queso haciendo las veces de pan. Y te daba vía libre para hartarte de paté, mantequillazas y, en general, pringues de toda condición, hasta que tu plasma sanguíneo resultaba untable. Eso sí, sin pan. De fruta y verdura, poquita o ninguna, directamente. La idea resultaba en principio muy atractiva para quien llevaba años comiendo verduras hervidas hasta por las orejas y absteniéndose de  alimentos prohibidos, así que la primera vez daba mucha alegría. La segunda ya no tanta. Y ya la tercera, mi doña Pepa andaba todo el día por la casa con cara de angustia.
-Ay, nena... yo no sé qué me pasa. Qué asco. No quiero ni ver una rodaja de salchichón.  Que le den tres tiros al tío éste,  que yo me apaño mejor con mis espinacas y mi pescado a la plancha.
Como yo misma comprobé años después, cuando ingresé en el club de las dietaadictas, es cierto que no pasas nada de hambre con las dietas hiperproteicas. Normalmente los alimentos los puedes tomar "a voluntad". Fantástico. Vas a devorar como si no hubiera un mañana y encima vas a perder peso. Nada de restricciones. Has triunfado. Lo que no te dice nadie es que, los primeros días de la Dukan, por ponerle nombre y apellidos a la que yo hice, todo el tiempo te sientes fatigosa y con mucho asquito. Ves un trozo de jamón de York y se te vuelve el alma al revés. He tardado mucho en volver a comerlo.  Y no, no tienes antojos de dulces, ni de pasta, ni de pan.  Pero se te caen las lagrimas de los ojos cuando pasas por el frutero y ves una manzana, un melocotón o una pera. Y eso sin que la fruta te entusiasme en tu estado normal. Por supuesto, nunca tienes hambre. Tampoco tienes alegría de cocinar. Ni de vivir en general.. Las dietas hiperproteicas intoxican el organismo con sus propios desechos.  Eso sí, perdí doce kilos, de los cuales cinco volvieron a mí bastante pronto. Actualmente, me da ciertos resultados la actividad física y buscar distracciones ajenas a la comida. Cocinar para los demás ayuda mucho. Tú los cebas a ellos, satisfaces la vista, el olfato, y el tacto, y comes muy poquito, porque después de estar cocinando ya no te apetece. Y engordan ellos. Y encima quedas bien. Ya lo sé: no está bien comer a través de testaferros...
Sin embargo,  tampoco pasa nada por preparar algo dulce, poco agresivo desde el punto de vista dietético, y tomarse un pedacito de ello con un buen café, sentada, oyendo piar a los pajaritos y organizándote mentalmente el día. Y para compensar de tantísima proteína,  vienen bien unos hidratitos de carbono, con grasas buenas del aceite de oliva y los piñones. Poco azócar, o fructosa que endulza más, y tampoco cometemos un pecado demasiado grave. Esta receta la saqué del blog, El forner de Alella, y también la he adaptado según mi leal saber y entender, como siempre hago. El resultado es bastante rico.
Ingredientes:
-250 gramos de harina de fuerza.
-1/2 cc sal.
- 1/2 cc levadura seca de panadero. O una cuarta parte de bloque de levadura prensada, de esos de 25 gramos, que venden en los refrigerados del super.
-20 ml. aceite de oliva
-150 ml. agua.
-Anis dulce, piñones y azúcar.
Se ponen en un bol la harina, la sal, el aceite, la levadura y el agua y se amasa bien. Procuraremos que la sal y la levadura no se toquen. Amasamos unos cinco minutos a mano o tres en la Thermomix quien la tenga, y después se saca la masa, damos forma de bola y la dejamos reposar 1 hora tapada con un paño. Pasado ese tiempo, la extendemos con el rodillo y la ponemos en una bandeja de horno forrada con papel, dejándola subir otra media hora. Precalentamos el horno a 220º, durante unos diez minutos, y ponemos sobre la masa los piñones y el azúcar. La metemos al horno unos 15-20 minutos, o hasta que la veamos dorada. Sacamos, vertemos un chorro de anís por encima y dejamos enfriar sobre una rejilla.


Porque hay que cuidarse. Y cuidarse no es matarse de hambre, ni sobrecargar el organismo de ejercicio, ni flagelarse con la culpa. Como siempre decía mamá, cuidarse es mirarse a una misma con "ojitos de piedad". Decir "no" más veces. Sienta genial.  Dejar de ser de todo el mundo. Y comerse de vez en cuando un trocito de algo rico con premeditación y alevosía.
Feliz semana a todos.

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