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miércoles, 20 de julio de 2016

TARTA DE BERENJENA, QUESO Y JAMON. La mendicidad en todas sus variantes.

Alguno de estos días, salir a la calle por la mañana se convierte en toda una aventura. Apuesto constantemente contra mí misma si seré o no capaz de llegar al edificio de Hacienda antes de entrar en ignición, y, también, cuánta gente me va a parar para pedirme dinero por diversos medios, antes de que llegue. No hablo de los mendigos clásicos, que también, por desgracia, abundan. Hablo de esas chicas tan simpáticas que te intentan detener "regalándote" un botellín de agua, a cambio de darte la plasta diez o quince minutos, según tu personal resistencia, para que contrates un suministro de agua mineral. Hablo de las diez o doce personas que puedes encontrar en el recorrido de según qué calle, que colaboran en ONGs varias, y que pretenden que tú también colabores, pero económicamente, sí o sí. Y no tengo nada en contra de la labor que realizan, sino de los modos expeditivos, que a veces rozan -o se hunden de lleno, según la calaña particular- en la mala educación, por muy loable que aquélla sea.  Con el primero, el segundo y el tercero, te excusas con razonable cortesía. Al cuarto no le contestas (nooooove, la tía siesa). Al quinto le ladras, (qué insolidaria es la gente, ooorsshh) y el sexto no te hace ningún comentario, porque le asesinas. A ver, que la paciencia no es infinita. Y algunos te hacen un placaje en toda regla. Uno me cogió del brazo, directamente, y me puso una cara de haba muy grande cuando le pregunté, haciéndome la graciosa, si me iba a llevar a la verbena de la Paloma. Es que era muy jovencito. El pobre.
La mía debe de ser una de esas caras que ponen en un PowerPoint cuando les dan los cursos, como ejemplo. Señora de incierta edad, con cara de panoli y cargada con ochocientas bolsas: perfil de felpudo y víctima propicia. Porque me aborda todo el mundo. Desde siempre. No sólo los de las ONGs. Soy la típica persona a la que le preguntan siempre:
1.-Que dónde queda la calle la Unión
2.-Que por dónde es mejor tirar en coche para el Carrefour Rosaleda (¡¡¡a mí, que fui declarada peligro para la seguridad pública en mi autoescuela!!!)
3.- Guiris: Que dónde se come buen "pescaiiitooouhhh"
4.- Que si tengo: a) Un euro b) Un papel de fumar c) Un kleenex d) Un...... 
Hace mucho tiempo, un día iba yo por el principio de la calle Larios, porque había quedado en el Zaragozano (así que ya os podéis hacer una idea del porrón de años que hace), cuando me detuvo un chico que llevaba unos folletos en la mano.
-Perdona. ¿Tienes un minuto?
Era muy guapo, y yo entonces tenía dieciséis o diecisiete años y el cerebro en vías de desarrollo. Así que, sí. Tenía un minuto. Con una voz tan agradable como su cara, me soltó:
-¿Te has preguntado alguna vez porqué dice en la Biblia "En la casa de mi Padre hay muchas moradas"? (Juan, 14:2)
-(??????) Pues mira que te diga. No.
-Lo suponía... aunque una chica tan guapa como tú tiene que ser lista (¿¿¿Perdón??? Uy, uy, uyyyy...) Significa que este mundo impío va a salir por los aires un día de estos (estábamos en pleno recrudecimiento de la guerra fría de principios de los 80) Pero tú y yo nos salvaremos, porque en el cielo hay muchas moradas, y nosotros ("¿nosotros?") vamos a adquirir una parcela en el cielo.
Antes de que terminara de descolgárseme del todo la mandíbula, y de caérseme los ojos de las orbitas cual canicas de a peseta, me alargó un panfleto muy bonito, a varias tintas, donde un Dios Padre te abría los brazos a la puerta de un casoplón impresionante, como un agente de la propiedad inmobiliaria que acabara de cerrar una  suculenta operación. El panfleto traía además un número de cuenta bancaria sin duda auténtico, y una serie de datos legales y económicos asombrosamente detallados.  Contra el pago de una módica cifra, se me prometía la expedición de un título de propiedad por una parcela de un acre de tierra en la Eterna Gloria. Y antes de que me digáis que eso no puede haber ocurrido jamás, yo os juro por mi doña Pepa, esté donde esté, y por mis dos churumbeles, que es rigurosamente cierto.
Cuando finalmente pude cerrar la boca, me alejé en estado de shock, olvidando preguntarle al guaperas si la parcela la íbamos a adquirir juntos o por separado, digo yo que para ver si nos salía un dúplex con jardín y columpio para cuando llegaran los niños; o si tenía vistas al mar. O si era suelo urbanizable, fuera a ser que la parcela nos tocara en suelo de especial protección y el PGOU celestial no nos dejase llevar a cabo ni una mísera Actuación de Interés Público. Fíate tú de las esferas celestiales. En fin, esas cosas que mira uno cuando se va a hacer propietario. Pero no pregunté nada de eso; yo sólo quería alejarme de aquel pirado cuanto antes, por mucho que se pareciera a Miguel Bosé antes de que fuera siniestro. Hay que fastidiarse.
Llega por fin el momento en que entro en casa, suelto todas las bolsas que me han crecido en los brazos por el camino, y me pongo a preparar esta receta, que venía en un número de una revista de algún tipo de cocina de algo. Que no me acuerdo así me maten, vamos. Lo recorté por ahí. Pero tenía muy buena pinta y está rico frío y caliente. Así que vamos a ello:
Ingredientes:
-Una lámina de pasta brisa ya hecha, redonda, como las de Buitoni.
-Dos huevos
-Un brick de nata de 200 ml.
-Dos berenjenas grandes.
-Una cebolla.
- 150 gramos de queso tipo emmenthal, que funda bien.
- 150 gramos de jamón serrano de calidad razonable. No tiene que ser Joselito o 5J, pero mejor que no sea tampoco tipo carnaza cruda.
-Aceite, sal y un poco de pimienta negra molida
Precalentamos el horno a 200º. Cogemos un molde bajo, con el fondo desmontable, de unos 25 centímetros de diámetro y le ponemos una hoja de papel de horno. Encima extendemos la lámina de masa y la rellenamos de garbanzos o legumbres. Yo lo hago aunque no sea hojaldre, porque si no, siempre sube algo y nos estropea el resultado. Pellizcamos los bordes para que queden graciosos y metemos al horno 15 minutos.
Mientras, pelamos las berenjenas y la cebolla, lo picamos todo en cuadraditos y lo salteamos a fuego mediano hasta que todo este pochado. Añadimos el jamón hecho tiritas y le damos unas vueltas, pero procurando que no se quede crujiente. Rallamos el queso y reservamos. Batimos la nata y los huevos, ponemos sal, pero poca, por el jamón, y una pizca de pimienta y le añadimos las berenjenas con las cebollas y el jamón.
Sacamos la masa del horno, quitamos con cuidado las legumbres y rellenamos con la preparación anterior, y volvemos a meter al horno una media hora. Conviene mirar a los diez o quince minutos, porque si de la vez anterior los bordes ya se habían dorado, se nos pueden quemar. En este caso, deslizamos una hoja de papel de aluminio por encima hasta el final de la cocción.

Qué poquito me queda ya para descansar.... que no me lo creo. Porque los Juzgados se van a portar bien. ¿Verdad? ¿Verdad? Bueno.... digo yo...
Muy feliz semana a todos.

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