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miércoles, 8 de marzo de 2017

ENSALADA DE TOMATE CON ALIÑO ESPECIAL DE ISASAWEIS

Tengo repartidas por casa varias gafas para ver de cerca, de todos los colores y formas. Todo empezó un buen día en que de repente, me di cuenta de que no había en mi casa luz ninguna para leer, aunque metiera la cabeza dentro de la pantalla de la lámpara. De más está decir que mis ojos no tenían nada que ver con el asunto. ¿Vista cansada? Eso lo tiene la gente mayor, no la gente como yo, que es.......(¿mayor?). Después llega el día que abres un bote de conservas y te duelen los dedos lo más grande, pero eso cómo va a ser artrosis, si eso lo tienen los..... Dejémoslo.  Y el día en que tienes que ser tú quien se encuentre al único chico joven bien educado de toda la ciudad, qué encanto, y te deja el asiento en el autobús;  no sé cómo no le di con la cesta de la compra en los dientes, al muy subnormal:¿dónde tiene los ojos? Esto me hace acordarme de cuando mi hermana y yo, al quedarse viuda doña Pepa, a los setenta y nueve años (constatados, aunque extraoficialmente los años se los quitaba a manojos), intentábamos convencerla para que se apuntase a actividades lúdicas diversas organizadas por la municipalidad para personas, ejem, como ella. Se erguía como una cobra real y nos soltaba:
-¿¿¿¿Yoooo????  Ni p-e-n-s-a-r-l-o. ¡Esos sitios están llenos de VIEJOS!
Lo decía de tal modo que parecía que hablase de un lugar infestado de cucarachas: hablamos de una mujer que no se bajó de los quince centímetros de tacón hasta los setenta y cinco años, y porque se había caído un par de veces, que si no, de qué....
Aunque sus hijas intentábamos hacerle ver, con bastante diplomacia para que no nos arrancase la mano de un bocado, que ella tampoco es que estuviera hecha un guayabo, ni por ésas: nos contestaba muy digna:
-Bueno. Pues me da igual, porque hay VIEJOS y VIEJOS. Todavía hay "clases". Y- no- voy.
Eso es verdad. Cuando uno es mayor, y más a medida que avanza en años, puede oscilar entre lo aún digno y lo directamente cagalastimoso. Claro, siempre tienes el consuelo de que tu compañera de pupitre, a la que te encontraste el otro día en el Mercadona, está muchíííííísimo más estropeada que tú. Hombre, dónde va a parar.
En fin. Lo cierto es que el otro día, volviendo de mi yoga, estaba leyendo un libro en el autobús, y de pronto levanté la vista y me vi reflejada en el cristal, y qué susto me pegué a mí misma. ¿Quién era esa señorona con cara de maripuri que me miraba desde el cristal, y cómo demonios había estado yo para comprarme esas gafas de leer con brillantitos en la montura que me echaban diez años encima? "¡Brillantitos!" Pero de eso nada, que me quité las gafas y no eran los brillantitos, no; era yo, al natural. Y una ya no puede estar al natural. Una tiene que ponerse ya en adobo y no asomarse al mundo con la cara lavada bajo ningún concepto.  Ahora, que si tienes la precaución de rodearte de gente que tampoco vea de cerca, tienes mucho ganado. Desgraciadamente, esto no siempre es posible, y de todos modos hay espejos particularmente criminales que te impiden ignorar la pavorosa realidad. Sobre todo los de los ascensores; yo no sé en qué consiste, pero en ellos todo el mundo tiene cara de convicto y condenado a la pena capital. Me volví a acordar de doña Pepa, que se ponía siempre de espaldas al espejo del ascensor, según decía, para no meterle una "pedrá". Pero yo no caí en tomar tan sana precaución, y la última vez, con el fluorescente despiadadamente cegador apuntándome directamente a la cara, tuve el santo cuajo de mirarme, sin anestesia ni nada, y me vi una de arrugas y de bolsas y de cosas que hubiera jurado que "yo" no tenía.... Madre del amor hermoso, qué impresión. Al día siguiente, en cuanto abrieron, me fui a una perfumería muy surtidita donde me vendieron una crema tensora y un iluminador, para ver de disimular el asunto. Me puse la crema tensora. Era "muy" tensora, todo hay que decirlo. Se me quedó cara de estupefacción, igualiiiiito que con un lifting, pero, claro, el efecto me duró pocos minutos. En cuanto aquello se endureció, olvidé que lo llevaba, sonreí en un momento dado, (eso me pasa por hacerme la simpática) y os juro que se podía oir cómo la capa de enfoscado se resquebrajaba: CRRRRRRRCHHHH. Como en una película de terror, cuando a tu madre se le cae la máscara y resulta que es un zombie. Por suerte, llevaba el iluminador/plan B en el bolso, y pude disimular el cataclismo. Soy una artista de brocha fina, aunque me esté mal el decirlo. Luego te dicen las revistas (las que son para gente joven), que pasados los cincuenta, con una capa de cera y cambiándote las pastillas de freno, y no digamos si te has hecho un arreglito aquí y allá, sigues estando igual de divina que con treinta. Y luego hay otras revistas, para gente (algo) mayor, que te dicen que pasados los setenta y cinco, con una nueva dentadura y una buena provisión de compresas antiincontinencia, y quizás si te cambian la prótesis de cadera, estás igual de estupenda que con cincuenta. Como nueva, vamos.
(Intermedio para llorar un poco) Gracias.
Es broma. Bueno, casi todo. Ya he dicho alguna que vez que, en mi opinión, el paso de los años tiene alguna que otra ventaja. De tipo intelectual, eso sí; no de las que se aprecian a simple vista, qué le vamos a hacer.
Bien, pues esto, queridos, fuera de bromas, hay que aceptarlo, sí o sí. No está mal que tomemos antioxidantes, para lo cual viene muy bien esta receta de Isasaweis, cuya gracia está en el "aliño especial", que transforma un triste tomate de invernadero en algo muy rico y diferente. Merece la pena probarlo.
Ingredientes:
-Un tomate de ensalada grande.
-Queso tierno de cabra
-Un diente de ajo.
-Sal
-Una cucharada de sirope de ágave (ella pone azúcar)
-50 ml. aceite de oliva virgen extra.
- 25 ml. de vinagre de Jerez.
- Una cucharadita de tomillo.
- Una cucharada de mostaza de Dijon.
- Nueces peladas al gusto.
Cortamos en rodajas finas el tomate y lo vamos alternando en el plato con cuñas finas del queso de cabra. Yo a Monsieur Antiqueso le hago una ración aparte, con unas buenas anchoas, combinación que también queda fabulosa. Trituramos con la batidora o Thermomix el ajo, el sirope de ágave, el aceite, el vinagre, la sal, el tomillo y la mostaza, y vertemos esta salsa por encima. rematando con las nueces. Esto da vidilla......

En fin, que conviene irse amueblando el ático con otras ideas y otras actitudes. Si queremos pasarlo medio bien.....
Feliz semana.

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