Me han mandado, de un grupo de WhattsApp de compañeras de estudios, una foto de mi clase de cuando yo estaba en 7º de EGB. Aun me estoy recuperando de la impresión de haberme visto. Ese año hubo una edición del concurso Area 5 en el que, junto a otras incautas, representé a mi colegio. Area 5 era una enciclopedia que lanzó una editorial de cuyo nombre no puedo acordarme aunque quiera, ni creo que se acuerde nadie, que organizaba el referido concurso entre colegios a nivel provincial. Un concurso de cultura general, de cuando esas cosas estaban bien vistas y hasta parecían interesantes y uno no presumía de lo cebollo que era. Cada tomo de la enciclopedia versaba sobre una materia, asignada a cada una de nosotras, que tenía que sacar preguntas y respuestas en plan catecismo: ¿Qué es una diatomea? Es un grupo de algas unicelulares que constituyen uno de los tipos más corrientes de fitoplancton. Ahí no había corta y pega, ni Wikipedia, allí había artesanía pura. Tan es así, que luego teníamos que dar a todas las demás los folios con las preguntas y respuestas que había hecho cada una, y hacíamos las copias en papel carbón. Lo de las fotocopias a mi barrio no había llegado todavía. Por algún inexplicable motivo, los programas del concurso imitaban vagamente eventos deportivos: en cada equipo estábamos organizadas en defensas, delanteros y pivot, y si las primeras no sabian la pregunta, se la pasaban a la de atrás. Y salíamos por la radio y todo. Uy, sí. Lo puñetero es que los concursos se grababan en cada colegio, y nos sentaban, yo no sé por qué, en pupitres y sillitas de preescolar, subestimando sin duda nuestro formato de preadolescentes robustas y asilvestradas. Una vez, como no me podía ni rebullir, me caí de la tarima con silla incorporada en medio del programa: una juerga total. Para mayor escarnio y vituperio, teníamos que ir vestidas con un chandal, regalado por los generosos patrocinadores, de espumilla azul marino, tan horroroso de diseño como resistente era la tela. Mira que era buena la jodía, maldita sea su estampa. Recuerdo que también nos visitaron a todas las concursantes, una por una, para intentar encasquetarnos la enciclopedia. Porque la teníamos que comprar, claro. La munificencia de los organizadores no iba más allá del chandal. Naturalmente, papi dijo que no la quería y que ya teniamos una enciclopedia. Esto era cierto: teníamos la espléndida enciclopedia "Universitas", (veintiún tomos de vellón), editada en los años cincuenta. El hecho de que estuviera ligeramente desactualizada respecto de la realidad del mundo de 1977 no tenía para él importancia alguna. Como todos sabemos, de los años 50 a los 70 no pasó en el mundo nada realmente importante, fueraparte de algunas cosillas como la llegada del hombre a la Luna, el asesinato de Kennedy, la guerra de Vietnam o la crisis de los misiles, por poner algún ejemplo. Nada y menos, ya ves. Para papi el mundo permanecía felizmente inalterable. Bueno, pues volviendo a la foto, ahí estamos inmortalizadas, con aquella vestimenta ya descrita que podía hacernos entrar en cualquier momento en combustión espontánea, y yo con mis gafas setenteras metálicas, ésas que siempre se terminaban poniendo verdes por dentro, un supuesto (y abominable) corte de pelo a capas perpetrado por doña Pepa, que lo mismo valía para un roto que para un descosido, y mis horripilantes doce años en todo su esplendor. Pues mira, no. No voy a poner la foto. Anda que no os íbais a reir ni ná. De entrada, nadie hubiera podido adivinar tan siquiera que perteneciera al sexo femenino. Más me parecía a una representación a todo color del eslabón perdido. En todo caso, estábamos contentísimas de ser del equipo, porque nos pasaban la mano en los exámenes, que para eso estábamos cogiendo a cuenta del concurso un montón de culturita, y además nos daban permiso para saltarnos clases e irnos a una que estaba vacía para preparar las preguntas, y de camino ponernos a bailar aporreando un desgraciado piano que había arrumbado por allí, y en general hacer el idiota y desperdiciar el tiempo con absoluta fruición, entre las miradas de envidia de las otras niñas. Además, teníamos esa aureola, ese je ne sais quoi que rodea a los elegidos. Representábamos al colegio, nada menos. Al final, perdimos un par de partidos, ganamos otros dos y quedamos en una discreta, si bien honrosa, posición intermedia, y luego nunca más se supo ni de la enciclopedia, ni de la editorial. No he encontrado en Google ninguna reseña, lo cual me hace dudar, de hecho, si ocurrió todo lo que os estoy contando. Al año siguiente, empezamos, poco a poco, a dejar de ser unas cazurras, a ponerles ojitos a los niños del colegio de los Olivos, que tenían la parada del autobús al lado de mi colegio, y comenzamos a sentir un repentino interés por las pinturas de uñas y los lápices de ojos. Es decir, crecimos. Por cierto, mi madre utilizó trozos del chandal como trapo del polvo, que era el destino que merecía semejante adefesio, durante años..... Ay, qué tiempos.
Esta semana he hecho esta tarta tan mona y tan aparente, bastante sencilla y que queda muy bien para llevar a algún evento al que hayas sido invitado. Por si a alguien le apetece probar:
Ingredientes:-Una lámina de hojaldre refrigerado de las rectangulares.
-Un calabacín
-Champiñones en láminas
-Una cebolla
-Tomates cherry
-Un huevo
-Queso rallado al gusto, pero del que se funde bien, no del que parece virutas de goma de borrar.
-Piñones.
-Sal y aceite.
La cebolla la picamos y la pochamos previamente en un fondo de aceite, y el calabacín lo marcamos un poco en la parrilla, para que esté medio hecho al meter la tarta en el horno. Los tomates y los champiñones se harán bien con la media hora de horno.
Precalentamos el horno a 200º. Desenrollamos la lámina de hojaldre y le cortamos una tira de cada lado, que montaremos por encima de cada uno de ellos, como si hiciéramos el marco a un cuadro. Batimos el huevo con un poco de agua, reservamos un poco para pintar y el resto lo mezclamos con el queso y lo vamos poniendo en la base de hojaldre. Ponemos las verduras por encima, más o menos bonitas, procurando alternar los colores y en filas, y esparcimos piñones por encima. Pintamos los bordes con el huevo batido y metemos la tarta al horno una media hora, la miraremos a los 20 minutos y la sacaremos cuando el hojaldre haya subido y se vea dorado.
Definitivamente, no todo tiempo pasado fue mejor en lo que respecta a la apariencia física. Fue mejor según cuando. Prefiero mi aspecto actual. Por cierto, ahora tengo que sacarme una foto para renovarme el DNI, de lo cual me alegro. He exhibido por el mundo, durante diez años, un DNI con una cara tal que un secretario de Juzgado me preguntó una vez si estaba en busca y captura. Qué simpático, el hombre. Y más simpático aún el fotógrafo, que dijo algo así como: po ezo e lo que e, zeñora... Vamos, que él no se había inventado nada. En cuanto a doña Pepa, una vez que lo vio se quedó muda de espanto y al rato sólo pudo decir: ooooooyyyyyyy, nena.... Todo un poema en tan breve expresión.
Menos mal que tengo muy poca vanidad en ese sentido....
Feliz semana a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.