Por algún motivo, y a juzgar por lo que te encuentras en las librerías, la primavera se considera el momento idóneo para depurarse la sangre y para proceder al orden y organización del hogar, según la proliferación de libros de recetas detox y los del tipo: "Cómo ordenar su casa en 4 semanas" "Organización del hogar" "Tira sin remordimientos", "El Diógenes: cómo detectarlo a tiempo y técnicas para neutralizarle". Vale, alguno me lo he inventado, pero, vamos....
En lo que hace al tema detox, suscribo lo que dice un nutricionista serio, de que si necesitas "detoxificarte" es que estás "intoxicado", y entonces tienes un problema de salud muy gordo, pues para semejante menester te han de funcionar razonablemente bien cosas que traemos de serie, como la piel y el aparato excretor y urinario. Pero, claro. La casquería fina no puede competir en glamour con la famosa de turno arrastrando por todas partes su vasito con pajita lleno de un liquidurri de colores deslumbrantes. Bueno, de todas formas no están mal los zumos éstos, sobre todo si tienes un coeficiente intelectual algo superior al del cercopiteco europeo y no te alimentas básicamente de ellos, como por lo visto hacen algunos porque está de moda. Están bien si no eres muy de masticar fruta y verdura, porque te permite tomar las cantidades recomendadas sin demasiado esfuerzo. Además, dan buena conciencia. Te sientes virtuosa y etérea cuando tomas uno, aunque previamente te hayas hincado media barra viena con manteca de zurrapa. A ver. Que la cuestión psicológica es importante también. El asunto básicamente se trata de mezclar frutas y verduras, a ser posible de la misma gama de colores o combinados con neutros, para que no cojan el color del vaso de agua donde limpiabas los pinceles de la témpera en el colegio, triturarlas y añadirles algún poco de edulcorante al gusto, en caso necesario. Y no me pongáis esa cara de asco, que a alguno parece que le estoy viendo. Debéis creerme si os digo que, por sorprendente que parezca, un batido en el que entren espinacas frescas, remolacha o incluso hojas de col, sabe muy bien si se combina con frutas que estén dulces. Honradamente, tampoco es que provoquen delirios, por lo menos a mí, aunque tomados en exceso, no digo yo que no sean algo alucinógenos. Lo mejor, ya sabéis, es enemigo de lo bueno. Esto es aplicable también al segundo topicazo primaveral: el orden y la limpieza. Mis bestias negras particulares. Limpiar sí limpio, sólo que alrededor de, y debajo de, "Todo eso", entendiendo por "Todo eso" una especie de organismo sui generis, pero indiscutiblemente vivo, porque se reproduce y crece día a día, que tengo en casa. Creo que la primera espora vino con los portes de El Corte Inglés de la lista de la boda. Luego empezaron a unirse ropa de casa, vajillas, menaje de cocina, libros y objetos de toda clase y condición, todo lo fual fue creciendo a lo largo de los años de mi vida familiar. Y me diréis, sí, vamos. Lo que todos tenemos en casa. Pues perdonad, pero no. Porque a lo mejor vosotros le ponéis coto de vez en cuando, y se tiran cosas, y se sanea un poco. En mi casa no: la tarea se presenta tan hercúlea, que me aterroriza acometerla. Yo tengo, formando parte de Todo Eso, varios libros sobre el tema. Pero todos esos libros tienen algo en común: que para ordenar tu casa tienes que trabajar muchíííísimo. Y tú que pensabas que ibas a simplificar tu vida. Y un jamón con chorreras. Especialmente sangrante es el caso del libro "La magia del orden", de la japonesa Marie Kondo, que se está forrando a cuenta del libro y del método Konmari por ella creado. La palabreja suena a recochineo, pero porque lo es. Y además es mentira, porque Mari no va a estar kon-migo. Me va a dejar a mí sola trabajando como una bestia. Esta encantadora muchacha sugiere que cojas tu casa de arriba abajo y lo tires toooooodo, salvo uno o dos adminículos imprescindibles (como la plancha de alisarte el pelo, a juzgar por su maravillosa melena), sin parar, hasta que hayas terminado. Parece pensar que el ciudadano medio en edad laboral dispone de dos semanas enteras para dedicarse a tal menester sin parar ni para la comida, o para dormir u otros trámites del todo innecesarios. Ese método está muy bien, si tienes una casa estándar japonesa, del tamaño de mi vestidor. (Sí, tengo un vestidor. Es un motivo de vergüenza infinita para mí; por suerte, no está en zona accesible a las visitas) Está muy bien si tienes cuatro jerseis y dos camisetas. Ya quisiera yo ver a Marie Kondo en el caravasar en el que vivo. Sí, tú, rica. De punta como escarpias se te iban a poner los pelos. Vente para acá, si tienes narices. Pásate por este tu hogar donde viven cuatro personas afectadas de síndrome de Diógenes en diversos estadíos, más el perro, que el animalito de por sí no se guarda nada, pero hace bulto. Tenemos las pilas de revistas altas como yo que guardo para el día en que tenga tiempo de recortar los artículos, cosa que ocurrirá cuando se congele el infierno; las carcasas de ordenador, motores diversos escacharrados y basura electrónica indeterminada de uno, "por si" "algún día" pueda aprovechar para algo. Tenemos los trozos de madera de todos los tamaños y formas del otro niño, que siente fascinación por los palos, a menudo unidos, entre sí, y no sé por qué, con sedal de pesca, de manera que al caminar te lo enganchas en la pierna y te los llevas todos por delante; tenemos quinientos ejemplares de periódicos/revistas de mi santo, que vieron el kiosko allá por la firma del Concilio de Trento (llovió muchísimo ese año), además de prospectos de visitas a monumentos, billetes de tren o de avión, o tickets de entrada a diversos eventos. Este hombre tiene toda su vida metida en cajas. Y cuando digo toda, es toda. Por supuesto, todos pensamos que los demás acumulan basura pero que lo que nosotros guardamos son tesoros de los que nadie en su sano juicio podría prescindir. El caso es que cuando viene una visita, la presión de los objetos que guardamos a puñados en cuanto contenedor con puerta tenemos me hace temer que un día alguno reviente y el invitado perezca asfixiado por un alud. Ya veis que os hablo con el corazón en la mano y que soy totalmente honesta: cuando vengáis a visitarme, os atenderé siempre con todo cariño, pero alejaos de las puertas cerradas.....
En fin. Vamos con recetas ejemplificativas de los batidos:
Batido rojo:
- Un trozo de remolacha cocida, de la que venden envasada para ensaladas, pero que no sea de las de tarro en vinagre. En dicho caso, la experiencia sería muy, muy desagradable.
- Cinco o seis fresas/frambuesas
-Un trozo de melón o de sandía, que contribuirá al colorcillo del tema.
-Un trozo de pepino.
-Una manzana.
-Un tomate.
Batido verde:
-Un puñado de espinacas frescas.
-Un trozo de melón.
-Un tallo de apio.
-Un pepino.
-Para ambos tipos: Edulcorante al gusto, si procede, y cubitos de hielo. El hielo lo mejora todo, yo no sé por qué.
La técnica en Thermomix es batirlo unos dos minutos, velocidad 6-8. En batidora, picarlo todo más o menos pequeño y batirlo con un poco de agua, más o menos tiempo según la potencia de la batidora. Para esto suelen ser muy buenas las de vaso. Claro que si tienes una batidora churri marca "La Avellana" y el tema empieza a oler a quemado, pues yo no insistiría, y me tomaría la fruta y la verdura a bocaditos, como han hecho siempre las personas, y me dejaría ya de pamplinas.
Pues eso. Nos cuidamos un poco con los batidos. Y de lo otro ¿existe entre vosotros alguna persona de corazón lo bastante endurecido como para ayudarme a recoger un poquito tirando mis posesiones más apreciadas? ¿No? Bueno... Tampoco es que me hiciera muchas ilusiones....
Feliz semana a todos.
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