Hace poco nos dimos una vuelta por Córdoba. Córdoba es una de esas ciudades donde tienes la sensación de que el tiempo pasa más despacio, tranquila, amigable y acogedora. Por no hablar, claro, del patrimonio histórico, que me hace rechinar los dientes de envidia, de que se come de escándalo y de que la gente es muy agradable. Nos bajamos del tren, que te pone aquí en un salto, y al hotel, que cae cerca. Ah, el hotel. Lo primero que me encuentro es un portal con quince escalones para arriba (lo de las normas de accesibilidad se ve que no se había inventado), en medio de, y coronado, por, mármol. Mucho, pero mucho mucho. En zócalos, en frisos y en columnas. Bienvenidos al panteón familiar, pasen ustedes.
Hay un cartelito que te avisa de que la recepción está en el primer piso. Llegamos al ascensor, y nos encontramos con que tú no lo puedes llamar. Que no tiene botón, vamos. Así, que, o subes a recepción, o te tienes que asomar a la escalera y tocar las palmas, como si fueras a llamar al sereno o a arrancarte por bulerías:
-Oigaaaaa. Que si me manda el ascensor.
-Vaaaaa.
Y te lo mandan. Y luego subes a recepción a registrarte y un señor con cara de estar enormemente hastiado de la vida te da las llaves. Todo es definitivamente siniestro. Por algún motivo te acuerdas de la película "Psicosis", impresión reforzada por el trayecto a la habitación, por un pasillo estrecho, oscuro y lleno de recovecos, donde no se oye más sonido que el rodar de las maletas. ¿O será el de la silla de ruedas de la madre de Norman Bates? Al final, por cortesía de Inma y Jose, nuestra pareja acompañante, nos quedamos con una habitación interior, porque la otra daba a una plaza muy jaleosa y yo no puedo con el ruido. Ese fin de semana, además, hubo varias despedidas de soltero/a, con los complementos tan escatológicos como poco imaginativos de rigor en estos casos, cruzándose con unos costaleros que iban llevando un trono, ya que por lo visto, la Semana Santa allí la ensayan. Total, que dejamos las maletas y bajamos, esta vez por la escalera que circunda al ascensor, tan estrechita ella, que como tapeemos un flamenquín de más, a la vuelta nos van a tener que sacar con palanca, o subirnos por la ventana cual sofá en una mudanza. Así que le pedimos a Dios que no haya un incendio a medianoche. Por si fuera poco, según bajas, y antes de llegar a la recepción, hay instalado un sensor muy chivato que pita cuando bajas. Piiiii. Avisando así a Norman de que hay clientes bajando, no se vayan a llevar la llave o hacer un "simpa". Mejor prevenir que curar.
Al día siguiente nos despierta, a todo trapo, el rasguear de una guitarra por soleares, que sonó a las ocho. Y a las y cuarto. Y a las y media. Mi santo estaba empeñado en que era la alarma del móvil de alguien, pero la musiquilla tenía demasiado color local como para que fuera una coincidencia. A mí me sonaba más a molestia institucional. Pensamos en preguntarle a Norman Bates, pero había salido de turno. Al final gané yo: la camarera de los desayunos nos confirmó que era el reloj de un edificio que andaba por allí cerca. Total, que nos resignamos a que cada quince minutos nos sonase la farandulilla de las narices. En Oviedo te tocan el "Asturias, patria querida". Es una costumbre que no termino de entender. Pero bueno, que no pasa ná.......
Como siempre me ocurre cada vez que vuelvo a mis ciudades favoritas, por mucho que las haya visitado, descubrí otros lugares que no conocía. Encontré una tienda de tés, que junto con las herboristerías y las librerías, es uno de los comercios a donde no me puedo resistir a entrar. Ejercen sobre mí una fascinación absoluta. Así que entré, estuve golismeando por ahí, teniendo que soportar a uno de esos dependientes empachosos que te quieren colocar la tienda entera, poniéndome cacitos con té bajo la nariz para que los olfatease, quieras o no, a ver si me colocaba, o en todo caso, me los colocaba. Claro que en su afán mercantilista cometió una insigne torpeza:
-Y por último pruebe éste, señora. Diurético, lleno de propiedades saludables. Muy indicado para esas cosas que sufren las señoras....
-???? A ver, ¿y qué COSAS sufrimos las señoras?
-Estoooo.... pues.....bueno, pues esas COSAS que primero tienen.... las señoras......y luego, con el tiempo ya....no se tienen....usted me entiende.
Palabra de honor. Nunca me habían llamado menopáusica con tanta torpeza, pero la verdad es que estaba empezando a divertirme bastante.
-Pues mire, no entiendo nada. ¿Cuando dice que es bueno para las COSAS de las señoras, se refiere a las que TENGO o a las que Ya No Tengo?
Ay, pobrecito, qué lástima. Se puso de todos los colores del arco iris. Es que era muy chico todavía, y le faltaban un par de hervores.
-Noooo.... si yo no digo.....y pues, usted seguuuuuuro que "aún" no lo necesita... pero bueno.... que tiene muchas propiedades para todo en general....y...
Me dio penita, y como en el fondo soy buena y además yo soy muy hierbera y la infusión olía muy bien, pues me llevé esa y otras más. Sólo que no podía dejar pasar la ocasión de reirme un poco, si me lo ponían a tiro. Sí. Soy una graciosilla repulsiva, qué le vamos a hacer. Pero él se lo buscó.
Eso sí, yo no fui la única. Porque esa noche, cuando fuimos a cenar, recibí mi merecido. Pedimos varias cosas, salmorejo entre ellas, y se me ocurrió decir que nos trajeran unas cucharitas, porque lo íbamos a compartir. Y el camarero, que era un fenómeno, les trajo a ellos una cuchara normal y a mí una cucharita muy cucharita. Vamos, que ni para oler. Y por si fuera poco, añadió, muy serio:
-Hombre, y porque ha aclarado usted lo de las cucharitas. También le podía haber traído un tenedor..... ahora, que ya no sé cómo se iba usted a apañar con él.
Ja.Ja.Ja. Qué monstruo.
Hoy pongo esta receta del blog Divina Cocina, porque tenía ganas de tirar de postre tradicional y entrañable, además de muy rico.
Ingredientes:-2 huevos
-200 ml. leche.
-200 ml. de aceite de girasol o de oliva suave.
-100 gramos de azúcar.
-Harina que admita (entre 800-1000 gramos)
-Un sobre de polvos de flan.
-Un sobre de levadura química
-Ralladura de un limón.
Para terminar:
-Almíbar ligero para bañar las rosquillas, hecho con 250 ml. de agua y 200 gramos de azúcar.
-Azúcar y canela para rebozar.
Se mezcla todo en un bol, menos la harina. Luego se va añadiendo la harina hasta que tengamos una masa cómodamente manejable tipo plastilina. Vamos formando las rosquillas y se van friendo en abundante aceite a fuego medio. Para hacer el almíbar, ponemos el agua y el azúcar en un cazo y vamos removiendo hasta que se disuelva. Dejamos hervir y cuando burbujee bastante, ya lo podemos apagar. Bañamos las rosquillas y a continuación se rebozan en un recipiente con azúcar y canela. Y listo.
Feliz semana.
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