Estoy instalada en la modorra de los atardeceres domingueros, guisando alguna cosilla y pensando de nuevo en cómo se han puesto los fines de semana, que cada vez que te agencias uno, te dura menos. Vamos, por las nubes están, de no poderse ni mirar. Me dirijo en una plegaria interior A Quien Corresponda, que a ver si la semana que viene me da uno mejor despachadito, porque de éste es que ni me he enterado. Mi hijo pródigo vino el viernes por la tarde y ha sido visto y no visto (aunque sí sentido; en dos noches me ha puesto el cuarto como un establo, ¡angelito!) Entre mercado, trabajo y alguna salida, ya tenemos el finde finiquitado. Mañana inauguro la semana hacíéndome una resonancia de rodilla. No de la mala, (la derecha), sino de la peor (la izquierda) Ayer, además, me caí sobre ella, para así aprovechar bien el viaje. Siempre me preguntan si no me da angustia que me metan en el chisme ese que hace tanto ruido. De hecho, te dejan un timbre a mano, para pulsarlo por si te da un ataque de claustrofobia, pero qué va. Me quedo frita. Siempre me tienen que avisar. Me siento tan aislada y escondida de ese mundo tan pesado de afuera, que por mí pediría, si no es mucho abusar, que me dejasen otro ratito. Hazme el favor, mujer. Si no doy un ruido. Pero siempre te echan sin contemplaciones, los esaboríos. Luego le llevaré los resultados al rodillólogo, para que me diga lo que ya sé: que tengo las coyunturas hechas carbón del menudo, y que si me apetece un chupito de hialurónico inyectado o una artroscopia a las finas hierbas. Mira que les prevarican esas cosas a los traumatólogos. Y como no me apetece ninguna de las dos cosas, seguiré estando igual de fastidiada, eso sí, informadísima. Estoy empezando a pensar que lo mejor es no pisar la consulta de un médico, porque siempre te vas con algo que no tenías. La vez que fui a ver por qué me dolía la espalda, el médico, mirando la radiografía, me comentaba con cierto regocijo:
-Bueno, aparte de la escoliosis, aquí hay un pico de loro... y aquí otro.... (¿¿¿perdona???) y de artrosis, lo más grande, vamos. La vertebrilla ésta aplastada.... Que no sé cómo está usted de pie... pero todo llegará, jijiji....
(Yo también le quiero, doctor. No quiera saber cuánto)
Ese día salí de la consulta bastante cabreada y muy humillada; vale, tener la columna desviada; vale, incluso lo de la artrosis, pase lo de la vértebra aplastada, pero ¿¿¿picos de loro??? Salgo a la calle con la impresión de tener doscientos años en cada pata y ser un fenómeno de feria.
Y eso que por lo menos con éste tuve suerte, aunque le diese mucho gustirrinín dar malas noticias; porque hay otros que ni te dejan hablar. Te sacan la ficha, se leen la analítica, anotan en la ficha una serie de cosas, y te largan, todo ello sin mirarte:
Médico: -ElcolesterolsigueestandoalgoaltolavitaminaDbajaasíquesigahaciendoejercicioMUCHOMUCHO (no pongo pausas porque tampoco él lo hace; no sé cómo toma aire, me pregunto si respira por branquias tras las orejas)
Yo: ¿¿¿Más??? (consigo decir, anonadada ¿Pero es que este hombre me quiere poner a subir el Annapurna? Nunca tiene bastante; qué hartera, y ahora encima no puedo correr con la rodilla escacharrada)
Yo (intentando meter baza) -..........
Médico (de carrerilla): Más. Todo. Ni probar el queso. Ni mirar una gamba. Ni oler el chorizo. Y aquí en dos meses. Tenga el volante para otra analítica
Yo (desesperada).....Pero.... es que la rodilla...
Medico: ...buenos días. ¡Pepito Pérez! ¡Pase!
Oye, que me ha puesto de patitas en la calle. Y me voy muy triste, con mi talón de la analítica, mi vitamina D baja, mi colesterol alto. y las orejas gachas. Estoy pensando en serio en no volver al médico y hacer como que no tengo nada. Me conviene mucho más creer lo que dice mi profesora de yoga, que lo del colesterol es un invento de las farmacéuticas, y que cada vez que se hace una revisión en el centro de salud de su pueblo el médico de cabecera le dice:
-¿Y tú para qué vienes? Si los yogueros nunca tenéis ná.
Además, en conclusión de todo lo que me dicen los médicos y todo lo que leo, para estar sana tengo que meditar una hora al día, hacer yoga otra hora, comer siete raciones de fruta y verdura, tres de cereales y una de legumbres, eso aparte de la proteína que me toque; caminar tres horas para bajar todo ello, pintar mandalas y reservar un rato cada noche para agradecer las bendiciones de mi vida; intercalando en medio un rato para los dos o tres hobbies que sirvan para desarrollar mis pasiones. Y, naturalmente, buscar tiempo de calidad para mi pareja, estar guapísima de la muerte y ser positiva. cual taza Mr Wonderful. Pero vamos, con semejante régimen de vida, no le queda a una ni un minuto para redactar una mísera demanda, ni para poner unas lentejas, y ríete de pensar en sentarte, que ser sedentario acorta la vida, que ya de por sí te cunde bastante poco. Así que tendré que seguir con mi insana vida diaria, cruzando los dedos. Qué remedio.
Por lo menos todavía hay cosas buenas que me dejan comer, ricas y apañadas. Como ejemplo, ahí va una especie de versión hipster de la ensaladilla de bacalao de toda la vida, pero que a pesar de lo cuqui que resulta, está realmente buena.
Ingredientes:
-Un sobre de bacalao ahumado.
-Una lata de pimientos del piquillo.
-Una naranja.
-Una cebolleta.
-Aceitunas al gusto. Yo las puse negras.
-Aceite, vinagre de Jerez y sal.
-Germinados (en este caso de rabanitos) No saben prácticamente a nada, pero aportan muchas vitaminas y además hace muy gastrobar y muy mono.
Trituramos los pimientos del piquillo con un poco de aceite, lo justo para que salga una salsa de consistencia media, que pondremos en el fondo de una fuente alargada a modo de base.
Hacemos tiras del bacalao ahumado y lo ponemos por encima. Pelamos y cortamos la naranja en rodajas finas, cuidando de que no le quede piel blanca o apenas, que amarga un montón. Pelamos la cebolleta, le cortamos la raíz y la parte más verde (no la tiréis, que frita está muy buena), y la cortamos a nuestro gusto. Esparcimos los germinados por encima y aliñamos con el aceite, vinagre y sal. Y ya está. Plato rico, fácil y muy pintón.
Mis meniscos blandurrios y yo os deseamos feliz semana.... y hacedme caso, la vez que os entren ganas de ir al médico para ver si tenéis algo, mejor iros a tomar un chocolate con churros hasta que se os pasen. Mucho mejor...
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