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domingo, 12 de enero de 2020

TRUFAS VARIADAS

Después de pasar las Navidades medio muerta por culpa del trancazo, el día 1 desperté como el conejito de Duracell. ¡Año Nuevo! ¡Buenos propósitos! ¡No más kilos sobrantes! ¡No más desorden! Cuatro horas más tarde el territorio comanche de mi vestidor se encontraba totalmente despejado, limpito y reluciente, yo había sacado seis bolsas de ropa y zapatos que alcanzaban mi tamaño, y me encontraba exhausta, pero eufórica. Mi santo me miraba con escepticismo, habiendo presenciado ya muchas cruzadas de limpieza en que la hierba no vuelve a crecer a mi paso, tan fervorosas como efímeras.
-Bueno.... A ver lo que dura.
-Esta vez SI va a durar
-Ya lo dijiste el año pasado.
-Hijo, qué antipático. Esta vez es la BUENA. Ya verás.
 Hay algo en el día 1 de enero, y también en menor medida, en el día 1 de septiembre, que le hace creer a una que de verdad su vida va a cambiar de modo radical y va a ser chachipìruli para siempre jamás. Bueno, pues la chachipirulez aún está por llegar, y sobre el capítulo de los kilos de más, lo dejamos por el momento. Pero el tema de despejar la casa, a la fecha presente, aún no ha dado señales de decaer. La semana pasada decidí guardar de una vez las pilas de libros que tenía junto al sofá. Unos cuantos. 204, concretamente. Cuando le ha tocado el turno a la cocina, ha salido un baúl entero de chismes y adminículos diversos de poco uso, pero que no me decido a tirar. Ahora todo se está concentrando abajo, en el inframundo del sótano: me dan sudores fríos de pensar en el momento en el que haya que meterle mano. Me dan ganas de secuestrar a Marie Kondo y tenerla a pan y agua en el sótano hasta que me lo deje impoluto. Uy, qué gorda me cae Marie Kondo. Es que le tengo una hincha que no la puedo ni ver. Hay algo profundamente antipático en la perfección y la pulcritud llevada a tales extremos.
Sin embargo, últimamente me ha dado por seguir canales de YouTube de limpieza y organización de manera obsesiva. Al parecer también esto es una moda y tiene hasta nombre: pornorganization. Yo me quedo fascinada. Hay muchos de países de Sudamérica, y no hay nada como abrir uno de estos videos y ver a una encantadora y sonriente señora que te saluda: "Hooooola, mis corassssones, hoy les voy a mostrar lo prolijo que quedó mi closet". Y te abre un armarito blanco blanquísimo, con dos juegos de sábanas y tres juegos de toallas primorosamente doblados. Se me ponen hasta los ojos vidriosos. Otras leen 50 sombras de Grey. Yo veo tutoriales de orden y organización donde fueron felices y comieron perdices (e inmediatamente metieron los platos en el lavavajillas) Me hace sentir parte de un cuento de hadas hecho realidad.
De jovencita, cuando doña Pepa me ponía a ordenar mi cuarto, yo lo solucionaba de forma expeditiva haciendo un gurruño con todo lo que había por medio y embutiéndolo en el armario. Pero como mami me conocía metida en un saco, lo primero que hacía era abrirme las puertas y dejar que el cuerpo del delito saliera hacia afuera:
-¿Y esto es lo que has recogido tú? Mira. ¡Mira! ¡So PUERCACHONA! ¿Tú te crees que se puede tratar así la ropa, que está hecha una piña? ¿Y esto? (lata de CocaCola con colillas dentro) Y tú eres la que no fuma. ¡Que un día vamos a echar a arder! ¡Ya puedes estar ordenando todo esto en condiciones! ¡Que eres una DESASTRÁ!
Hay que reconocer que en los años de la adolescencia una era bastante gorrina. En fin, de momento soy la ex oveja extraviada que ha vuelto al redil y estoy expiando mis pecados, porque aunque el resultado sea muy satisfactorio, por el camino te llevas muchos malos ratos. A cualquier persona normal le dan las angustias de la muerte cuando comprueba que tiene treinta y ocho paquetes de diferentes tés en el armario.
El problema viene cuando te encuentras los turrones sin terminar, el panettone que no llegaste a abrir, y el trozo de roscón de Reyes que te pone ojitos desde el plato. Te da pena tirarlos y empiezas pellizco por aquí, bocado por allá. No me atrevo a pesarme, la báscula es digital y me da miedo que me eche a arder. Pero cuando una intenta abrocharse el pantalón y tiene que elegir entre respirar o vestirse, pues no se hace muchas ilusiones. Nuestra profesora de yoga nos advirtió el otro día con su beatífica dulzura habitual que, posiblemente, muchos de nosotros no podríamos hacer las torsiones inclinadas oblicuas porque nos lo impedirían las lorcillas producto de las sesiones de mantecados. Bastó que dijera eso para que la hija de mi madre las hiciese, por pura vergüenza torera, aunque le salieran disparados los pulmones por la boca. Pues buena soy yo.  Pero, además de lo anterior, hice las trufas. Congelé las que me sobraron, pero el Peligro duerme entre bolsas de espinacas y bandejas de pechuga de pollo. Debería deshacerme de ellas. Debería......
Ingredientes:
Para las trufas de cacaco y las de crocanti:
-Dos tarrinas de mascarpone de 250 gramos.
-Dos tabletas de chocolate negro 70%
-Cacao en polvo sin azúcar
-Crocanti de almendras ya hecho (lo hay en Mercadona)
Para las de chocolate blanco y frambuesa:
-Una tarrina de mascarpone.
-Dos tabletas de chocolate blanco, más media adicional rallada.
-Una bandejita de frambuesas frescas
-Frambuesa desecada (yo la encontré en la herboristería de enfrente del mercado de Atarazanas)
Primero se funden al baño maría las dos tabletas de chocolate negro. Una vez atemperado, se mezcla muy bien con las dos tarrinas de mascarpone hasta que quede homogéneo. Se prueba por si se quiere más dulce y se pone azúcar al gusto (yo no lo puse) Se lleva a enfriar a la nevera unas cuantas horas, hasta que esté manejable.
Para las de chocolate blanco, primero se pasan las frambuesas por la batidora o la Thermomix, hasta obtener un puré que pasaremos por el colador para que quede fino. Reservamos. Fundimos al baño maría el chocolate blanco y lo mezclamos con la tercera tarrina de mascarpone. Luego añadimos a esto el puré de frambuesa y mezclamos bien. Lo ponemos también a enfriar en la nevera.
Cuando las dos masas están blandas pero manejables podemos hacer las trufas. Sacamos la mezcla de chocolate negro y ponemos un plato con cacao en polvo y otro plato con el crocanti. Unas las rebozamos en una cosa y otras en otra. Reservamos.
Para las de chocolate blanco, rallamos la media tableta adicional de chocolate blanco y la mezclamos con una parte de la frambuesa liofilizada. Y lo mismo, a rebozar.
Se guardan en la nevera en un taper y luego ya se sirven combinando los colores. Si sobran se congelan muy bien. De hecho, congeladas están buenísimas.


Qué bonitas, ¿verdad? No obstante, ha llegado el momento de retomar la sensatez culinaria y de seguir quitando todo lo sobrante, tanto de la casa como de mi cuerpo serrano. Por cierto, ¿alguien quiere cinco tabletas de turrón a estrenar? Le regalo aparte las trufas sobrantes. Porfa. Porfaaaaaa.
Feliz semana a todos.

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