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lunes, 9 de marzo de 2020

PAN PROTEICO DE LINO

Una cadena de imprevistos me ha hecho llegar tarde a mi cita quincenal, pero aquí estoy, de vuelta como la falsa monea. Cómo se nota que estamos ya en modo dietas, ¿eh? Venga, confesadlo. Cuando el buen tiempo amenaza con hacer su aparición, es cuando una empieza a darse cuenta de que, tras los meses invernales, ha expandido sus horizontes, y que, de hecho, te has vuelto visualmente muy horizontal. Como una tele de pantalla plana. Como si todos los espejos fueran como esos de la feria que te devuelven una imagen bastante abotijada. Te das cuenta el día que te salta alegremente el botón del pantalón ¡bing! y notas que hay una evidente y nueva desproporción entre continente y contenido. Así que empieza una a tomar medidas, literal y metafóricamente, y lo primero que hago es buscar algo que pueda desayunar y y que me mantenga hasta el mediodía, porque yo por las mañanas estoy especialmente zampatortas. Peor que una lima nueva.  Recuerdo los lejanos tiempos de la dieta del melocotón ¿Os acordáis? Tenías que pasar un día acompañando cada comida de melocotón en almíbar, que acompañabas a los huevos duros, yogur desnatado sin azúcar y pechuga/pescado a la plancha, y por la noche tenías unas pesadillas horribles, en las que empezabas a criar melocotones que te salían por los ojos.  Supuestamente ese día perdías un montón de peso, pero yo creo que era más bien porque terminabas hasta el botafumeiro de tanto melocotón y se te cortaba el apetito. Y era mejor que nadie te hablase, porque te volvías bastante intratable. Un día, (que mami la hacía y yo no) al volver de la facultad, iba oyendo por las escaleras de mi casa un fuerte ¡¡¡plom!!! ¡¡¡plom!!! ¡¡¡plom!!!. Abrí la puerta y me llegó el glorioso e inconfundible aroma de una fuente de patatas fritas, mientras doña Pepa se dedicaba a la tarea de asesinar con verdadera saña a un pobre e indefenso filete de ternera, al que más que aplanar estaba agujereando sin piedad con la mano del mortero.
-Mamá, ¿¿¿qué haces???
-La comida -¡¡¡plom!!! ¡¡¡plom!!! - Filete y PATATAS FRITAS para tu padre y para ti y espinacas cocidas para mí. ¡Malas puñaladas les den! -¡¡¡plom!!! ¡¡¡plom!!!- Con lo buenas que están las patatas. ¡Y yo sin poder comer nada! ¡Estoy de melocotón que me sale por las orejas!
He de añadir que doña Pepa, que cosía muy bien, hasta se atrevía con la corsetería fina, y se hacía una especie de fajas de arriba abajo que eran un verdadero prodigio de ingeniería civil, con doscientos mil corchetes de longitud. Nunca estuvo realmente gorda, pero vivía obsesionada con el tema. Padeció una gordofobia incontrolable hasta el fin de sus días. A mi hermana y a mí nos calibraba mejor que la balanza de precisión más evolucionada:
-Tú has engordado esta semana.
-¡Mamá!
-Lo menos kilo y medio. Mira, mira cómo te respinga la falda de aquí (pellizco feroz)
-¡AUUUU!
-¿Lo ves? Nena, hazme el favor y te pesas, que llevas camino de ponerte como un sollo. 
-Mamá. No sabes lo mucho que yo te quiero también.
-Yo lo digo por ti, que eres muy joven para estar como una orza. Vamos, tu verás. Pero estar, estás más gorda. Eso que lo sepas.
Era implacable, empezando por ella misma. La veía enfundándose en aquella cosa de confección casera, sudando como una condenada al patíbulo, con la más feroz determinación pintada en el rostro.
-Yo me meto en el vestido como que me llamo Pepa Carballo. Vamos, ¡por la gloria de Cotón!
Nunca supe quién era el tal Cotón, pero mami lo sacaba mucho a relucir. Al final, faltaba más, conseguía meterse en el vestido, como un lomo embuchado, y yo le decía:
-Mamá ¿cómo puedes ir metida en eso? ¿Qué haces si tienes que ir al baño?
-Pues si no puedo ir, no voy. Me aguanto. Pero a mí no me da la gana que me salgan las lorzas como a la Sara Montiel, por muy Sara Montiel que fuera.
Pobrecita ¿Merecía la pena torturarse tanto? Por supuesto que no. Por eso yo intento cuidarme de un modo más relajado. Os paso la receta de este pan. Con una rebanada de esto cavas una alberca del tirón. Os lo digo yo....
Ingredientes:
-250 gramos de semillas de lino, da igual si del dorado o del marrón.
-100 gramos de semillas de chía.
-100 gramos de salvado de avena.
-50 gramos de gluten en polvo
-200 ml. de clara de huevo (yo lo hago con la que viene en botella)
-150 ml. de leche desnatada o yogur.
-Un sobre de levadura Royal.
-Una cucharadita de sal.
-Un buen puñado de pipas de calabaza (no imprescindible pero rico)
Precalentamos el horno a 180º. Engrasamos y enharinamos un molde mediano rectangular. Molemos las semillas de lino y la chía en la Thermomix o con la batidora. Mezclamos todos los ingredientes con una cuchara y al molde. Lo metemos al horno, a mí me llevó aproximadamente una hora. Vas pinchando y cuando veas que sale seco apagas. Yo lo hice a los 45 minutos y al cortarlo vi que estaba un poco húmedo por el medio; lo volví a meter al horno 15 minutos más y listo.
Y ahora, ¿cómo sabe esto? Yo no me suelo dar por satisfecha con los sucedáneos de cosas. Esto no sustituye al pan, pero está razonablemente bueno. Es válido para dietas bajas en carbohidratos, sacia mucho y (te vas de vareta que no veas) regula el tránsito intestinal.


Cuidaos mucho, pero con alegría. Y matad el coronavirus con unas cervecicas, que ya sabemos que el alcohol es muy buen antiséptico. Relax y sin sufrir.
Feliz semana a todos...

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