Me vais a perdonar, porque según las últimas noticias facilitadas por nuestro impagable y sin embargo bien pagado Gobierno, ya se ha terminado la crisis. Lo que es que, en casa, como somos más bien corticos, pues no nos hemos enterado. Así que, mientras me entero, yo sigo buscando maneras de preparar cosas buenas y alimentarnos bien, sin traer de vuelta de la compra al monedero cantando por soleares.
Un ejemplo es la carne de codillo, que yo no sabía que estaba tan buena. Yo iba a mi carnicero y le decía, échame unos avíos buenos para el puchero. Y el hombre me metía un codillo y me decía, ya verás qué caldo te hace. Yo hago el cocido con bastante carne, para aprovecharla después de varias maneras. Pero lo del codillo me sonaba, en mi ignorancia, a despojo que no servía más que para dar sustancia. Nada de eso: es una carne que cunde bastante, es muy sabrosa, y te cuesta en el Mercadona a 3,20 el kilo. Tú verás. Además, haces dos platos en uno, porque como los tienes que cocer primero, te sale tu caldo y tu segundo. Os cuento:
Para cuatro personas, necesitaremos tres codillos. Los coceremos junto con una rama de apio, un puerro y unas zanahorias y ya tenemos el caldo. Lo podéis usar también como base de un cocido, en ese caso llevará también su hueso, su añejo, su tocino y sus garbanzos. Yo lo pongo un par de horas, porque no uso olla exprés. Tengo un trauma con ella: un día, cuando yo tenía ocho meses, mi madre me estaba preparando un vegetal en la olla exprés. A mí me dio una urgencia repentina y mi madre tuvo que ir a cambiarme el pañal. En ese momento la olla explotó, atravesó una puerta de cristales que separaba la cocina del comedor y fue a estamparse precisamente sobre el sofá donde habíamos estado, dejando una trayectoria de verduras espachurradas por toda la pared y el techo. Mis tías, que eran muy devotas, dijeron siempre que nos salvó María Auxiliadora, porque era su día. Yo no digo que no, pero si a mí no me llega a entrar el apretón, ahora no os estaría contando este cuento. Cuentas las crónicas familiares que mi madre se pasó varios días sin hablar, de la impresión. Claro que luego recuperó con creces el tiempo perdido, dicho sea de paso. Lo cierto es que a mí me regalaron una de estas ollas para mi boda, hace un porrón de años, (ay) y empecé a usarla, pero me pasaba el tiempo mirando que no se atascase la válvula y controlando el menor ruidillo extraño que hacía. Así que le cogí miedo, terminé por usarla como olla tradicional y hasta hoy.
Bueno, pues pasado este tiempo, sacamos los codillos ya cocidos y freímos a fuego lento unas patatas a lo pobre con cebolla, que queden tiernas. Yo pongo bastantes porque este plato tiene mucha demanda en casa, y tengo mucha testosterona que alimentar. Mientras, precalentamos el horno a 200º. Sacamos las patatas a la bandeja del horno y ponemos por encima los codillos, sal, un poco de pimienta y un chorro de vino blanco. Lo metemos y a los 15 minutos le damos la vuelta a los codillos. Deben quedar doraditos, porque ya están hechos por dentro. Cuando ya ha pasado la media hora, sacamos la carne de los codillos, deshuesándolos. Le ponemos una cama (de matrimonio) de patatas, que han quedado doraditas, churruscaditas pero tiernas por dentro, con su aroma del vino y de la carne, y servimos una ración de codillo por encima.Así:
¿Quién era el que decía que sólo se iba a comer una lechuguita? |
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