Ya estoy aquí de nuevo, aunque, como ocurre todos los primeros días tras las vacaciones, aún no del todo. Andas como un poco desorientada, y quedas fatal, porque cuando esos primeros días te llama un cliente, ocurre con frecuencia que no tienes ni la más pajolera idea de quién es, ni de cuál es su asunto. Y hay que tener cuidado con esas cosas, porque la gente se toma muy a mal que no te acuerdes de ella, y peor si te sale algo como: "Uy, claro que sí, Fulanita. Lo suyo no era el asalto al supermercado con violencia e intimidación, ¡qué tonta!, lo suyo es la denuncia con la impugnación de testamento... ¿O era el divorcio contencioso con medidas?" Así que, mientras aterrizas y recobras la memoria, es preferible extremar la prudencia, so pena de quedar, como profesional, a la altura de una babucha.
Pues sí, todos los uno de septiembre parece que me han arrojado de nuevo, disparada con un cañón, a la Vida Real, y cuesta un poco arrancar. Sobre todo si, como yo, te has relajado de verdad, y te has dado el gusto de apagar móvil, tablet y ordenador, y vivir exclusivamente en la vida analógica. No imagináis lo relajante que es. Sin impertinentes pitidos de whattsapp, ni llamadas urgentes (para el llamante). Además, este año he pasado una semana en un lugar al que hace tiempo tenía ganas de volver: la isla de la Palma. ¿Sabes dónde está? ¿A que te he pillado? Porque un diálogo mantenido con cierta frecuencia entre algunos de mis conocidos y yo ha sido el siguiente:
Conocido.- ¿Te vas de viaje este verano?Yo.- Sí. Me voy a la Palma.
Conocido.- Hombre, Mallorca es precioso.
Yo.- No voy a Mallorca, voy a La Palma, de Canarias.
Conocido.- Pues no dejes de ir a la Playa del Inglés, que es estupenda.
Total, que ya me había resignado a que me iba a Palma de Mallorca, dicho sea sin menosprecio, o a Las Palmas de Gran Canaria. O quizá a la Palma del Condado, (excelentes vinos blancos) o ya puestos, a la Palma-Palmilla, enfrente de la barriada de la Virreina. El tan innoble como patético deseo de diferenciarnos que vive en todos nosotros, en mayor o menor medida, hace que me encante haber estado en un sitio que tan poca gente conoce...
Así que he ido a la isla de la Palma, la más occidental y una de las más lejanas de las Islas Canarias. Un lugar perdido en medio del Atlántico mucho más conocido y frecuentado por los alemanes que por los españoles, al menos los peninsulares. Donde las escasas playas son pequeñas, llenas de piedras y malísimas, en muchos puntos no hay cobertura de móvil, puedes oir crecer la hierba y tardas tres horas en recorrerte cien kilómetros, pero no te importa: el tiempo transcurre muy despacio. Un verdadero paraíso, en definitiva, imprescindible si te gustan los paisajes impresionantes y si te gusta oir hablar a la gente: el acento de allí, tan pausado y armonioso, es un regalo para el oído. Descendiendo a un nivel mucho más prosaico -o a poesía a otro nivel-, la Palma tiene una variedad de quesos maravillosos, casi imposibles de encontrar en la Península. Me las arreglé para traerme algunos, repartidos en el equipaje de mano. No todos los que hubiera querido: mi marido, para quien ya sabéis que el queso es la Bestia del Apocalipsis, me dijo en un tono que he aprendido a reconocer y a respetar:
- No irás a meter ninguno en MI MALETA, ¿verdad?- Uy, no-no-no, ¿cómo se te ocurre?- contesto en mi mejor registro de esposa ultrajada por la sospecha, despidiéndome mentalmente de la idea...
Porque, tras veintiséis años juntos, una sabe que incluso él tiene un límite, y que éste nunca debe ser traspasado.... Y un buen queso, por muy envasado al vacío que esté, y en el mes de agosto, huele. Así que descarté la opción de usarle como "mulero", muy a mi pesar.....
Como he estado en Canarias y soy muy previsible, voy a dar la receta de los dos mojos más conocidos, asegurando que son muy fáciles de hacer, que duran bastante en la nevera y que una cucharada te puede alegrar el pescadito a la plancha más triste del mundo o la pechuga de pollo más insulsa de la tierra:
Mojo rojo:- 4 dientes de ajo
- 1 o 2 guindillas. Nos harán el avío, en defecto del ingrediente original, que es la pimienta picona.
- 1 cucharada de cominos en grano
- 1 cucharadita de sal
- 250 ml. de aceite de oliva
- 3 cucharadas de vinagre, o más si gusta.
- Dos cucharadas de pasta de pimientos choriceros. O una de pimentón.
Se bate todo y se tiene en la nevera.
Mojo verde:
- Un manojo de cilantro fresco.
- Un pimiento verde.
- 1 cucharada de comino en grano.
- Tres dientes de ajo.
- Tres cucharadas de vinagre.
- 250 ml. de aceite de oliva.
El modus operandi es exactamente el mismo. En la Thermomix lo haremos 15 segundos a velocidad 8.
El mojo verde se suele utilizar más para el pescado y para el queso palmero que se hace a la plancha, y que está maravilloso. No veo por qué motivo no lo podríamos hacer con uno de nuestros más que dignos quesos de cabra. Es una combinación perfecta, que os animo a probar encarecidamente. A ver si voy a ser yo la única que coja kilos, hombre...
Las papas arrugadas son patatas pequeñas que se cuecen con el agua que justo las cubra, con un buen puñado de sal. Y las dejamos cocer hasta que el agua se consuma y se nos arruguen. Fin.
Así, poquito a poco, vamos entrando en el mes, en las rutinas, tomándolo con tranquilidad y su poquito de sorna, como hacen allá. Sin impaciencias.... Y si me pierdo alguna vez, buscadme allí. Probablemente viva en un sitio como éste:
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Y en presencia de paisajes como éstos:
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Un poner. |
Porque también se vive de ilusiones... Feliz reéntrée...
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