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miércoles, 24 de septiembre de 2014

QUESADA PASIEGA: ATENCIÓN, RECETA SENCILLA.

Cuando empieza el curso me acuerdo de los años y años que he pasado llevando a mis hijos al colegio. Cómo les arrastraba literalmente por las mañanas, procurando entregarles al brazo secular educativo sin que se hubiesen caído en un charco de barro, tirado al suelo con el argumento irrebatible de que ya no querían andar más, o escapado al monte cercano, incidencias que ocurrían bastante a menudo. Recuerdo que hacían los trayectos en zigzag, recorriendo el largo de cada calle tres veces. Para cuando por fin les arrojaba a la portería, ya estaba atacada de los nervios, con palpitaciones incluidas. A la vuelta les traía en el autobús, en la línea 37, que nos deja al lado de casa, y al que tengo mucho cariño porque es muy familiar, siempre ves a la misma gente a las mismas horas. En ese autobús he pasado horas y horas de mi vida enseñando a mis hijos que en el autobús se sienta uno derecho, que no se ponen los pies en el asiento ("¿Y entonces este de ahí enfrente es un guarro, mami?" Juro que puse derecho a más de uno), y que se le deja el asiento a las personas mayores ("Yo también soy muy mayor y estoy muuy cansado") Creo que aprendieron por puro aburrimiento: delante de mí se medio portan. Eso al menos habré logrado. 
Yo  sigo cogiendo habitualmente ese autobús, como hoy, que he bajado al barrio a hacer unos recados y venía bastante cargada. Me pongo en mi parada. Una y media de la tarde. Cuando llega el autobús, observo que viene lleno hasta la bandera. Pero lleno como nunca. Los de la parte más externa me traen los morros literalmente pegados a los cristales. Aún así, el autobús me para. Veo cómo toda esa gente me mira nada más que regular, y que algunos me desean la muerte pero, mal que bien, me hacen sitio. En la parada siguiente hay una mujer con un carrito de bebé. El conductor le dice:
- Mire usted, haga el favor y entre por detrás, que aquí me van a chillar.
La mujer, obediente, entra por detrás con su carro y su niño.   Aquí empieza a escucharse a la señora redicha que suele aparecer en estos casos:
- Pues la norma dice que los carritos hay que plegarlos y llevar el niño en brazos. Y la norma estará para cumplirla, digo yo...
Aparece un oficioso espontáneo a defender a la atribulada madre:
- Señora, yo no sé quién ha hecho la norma, pero eso es imposible de hacer. Le harían falta a la mujer tres manos. ¡Cómo se nota que usted no tiene niños en edad de carrito!
-¡Oiga!- responde ofendidísima la señora repelente- ¿Es que me está usted llamando vieja o qué?
Se oyen las primeras risitas, que se convierten en francas carcajadas cuando, en la parada siguiente, no hay una, sino dos, madres con carrito. En la que venía a continuación, lo creáis o no, otras dos: era la hora de salida de varias guarderias. Cinco carritos con sus correspondientes cinco bebés y cinco madres, sobre un lleno absoluto, lo cual demuestra, como siempre he pensado, que la ley de impenetrabilidad de los cuerpos es mentira. Siempre cabe más gente. En este punto tenemos montada una verdadera juerga: el público se divide entre los que se chotean vilmente y los que quieren la cabeza de las nuevas intrusas. Varias manos se ofrecen para ayudar a subir el cargamento, y la semejanza con el metro de Tokio en hora punta, o el camarote de los hermanos Marx es completa. Las protestas suben de tono y estamos al borde del motín, hasta que el conductor para el autobús por las bravas, se pone de pie y arenga a las masas insurrectas:
-¡A VER QUE PASA AQUÍ! ¡ECHARZE PARA ATRÁS Y NO ME ZEÁIS SHUNGOS! ¡QUE, CUANDO ESTÁIS ABAJO, BIEN QUE QUERÉIS QUE OS COJA! ¡UN POCO DE ZOLIDARIDAD,! ¿QUE HAGO? ¿MATO A LA MUJÉ O MATO AL NIÑO? ¡QUE PEOR VAN LOS GUARROS EN LOS CAMIONES!
-¡¡¡Primero me llaman vieja!!! ¡¡¡Y luego me llaman guarra!!!- brama la señora impertinente.- ¡¡¡Me voy!!!.- Y se baja, ante los sentidos aplausos de varios de los parroquianos.
Lo bueno de la vida cotidiana es que te depara mucha diversión donde menos te lo esperas, y he pasado un rato divertidísimo. Y decido celebrarlo preparando una receta que yo hacía mucho en aquellos tiempos en que comencé a coger el autobús con mis hijos: la quesada, que es fácil a más no poder y les alimentaba un montón, en esos lejanos tiempos en que eran unos auténticos palizas para comer, antes de convertirse en sendas tenias solitarias....
Necesitamos:
- 250 gramos de azúcar
- Ralladura de un limón
- 1 cucharadita de canela
- 5 huevos
- 100 gramos de mantequilla
- 100 gramos de harina
- 1 kg. de queso fresco.

Se precalienta el horno a 180º, Se bate todo y se pone en un molde cuadrado engrasado, se mete al horno 45-60 minutos y se pincha para comprobar que esté hecho. Fin.
La textura es parecida a la de la leche frita, está buenísimo y dura bastantes días.



       Para que veáis que de vez en cuando pienso en los que no tenéis tiempo....

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