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miércoles, 3 de diciembre de 2014

MERMELADA DE MANGO: A prueba de tontos ¡yo lo logré!

Mi primera experiencia culinaria fue con cinco años,  una vez que mamá me subió en brazos amorosamente para que cascase un huevo en la sopa y mis manos de trapo lo dejaron escurrir  sin remedio al suelo. Lo recuerdo muy bien porque se enfadó bastante, no teniendo en cuenta mis pocos años, y mi pequeño cerebro procesó el dato de que cocina era igual a rebote materno. De modo y manera que decidí mantenerme a una prudente distancia del asunto, y hasta los dieciocho o veinte años me defendía friendo algunos huevos (rotos) y algunas patatas (generalmente quemadas) y muy poquito más. Cuajar una tortilla era para mí algo así como gastronomía molecular, hasta que llegó un verano en que papá, en vez de volverse al mediodía a comer a nuestro piso del Rincón donde pasábamos las vacaciones, prefería quedarse en Málaga para echar una siesta y volver por la tarde a abrir la tienda. Esto suponía un problema de intendencia, porque mamá no estaba dispuesta a bajar a diario para cocinar y papi consideraba muy por debajo de su dignidad calentarse algún plato que tuviera preparado de antemano, y no digamos hacérselo. Como muchos padres de esa generación, era trabajoso y puñetero a más no poder. Así que la solución era que una servidora, que entonces sí se quedaba en Málaga, aprendiese a guisar y le preparase a papi de comer. Yo me ponía con toda mi buena voluntad y mi cuaderno a apuntarme recetas y mami me transmitía su saber culinario para enseñarme a hacer unas lentejas, una cazuela de fideos o unas albóndigas, aunque al principio hubo sus más y sus menos con aquello de las "chispillas", "mijillas" y "pellizcos", unidades maternas de medición absolutamente ambiguas y de imprevisibles consecuencias. Empecé a experimentar y, excepto una vez que me salió un chorizo frito carbonizado que fue arrojado (literalmente) de vuelta a la cocina entre alaridos de protesta, pude constatar que la cosa más o menos me salía, hasta el punto de que papá empezó a restregarle frecuentemente a mamá:
-Pues la niña me pone de comer mejor que tú.
Frase que también utilizaba cuando venía de comer en casa de mi hermana, con más justicia en este caso. Entre papi y mami el tocamiento mutuo de narices alcanzaba la categoría de deporte olímpico, ostentando cada uno de ellos la medalla de oro por temporadas. Ese verano le tocaba a él, y aprovechó su turno con creces. A mi madre se la llevaban los demonios, porque cuestionar sus habilidades como cocinera era mentarle la bicha, y le contestaba muy chula:
-Pues "mejor" para mí, rey de España. Que te cocine tu niña. "Joaquinito".
Guardo un cuaderno con todas aquellas recetas y las que he ido recopilando al cabo de los años entre familiares, amigas e Internet, que como amiga es buenísima. Sin contar los libros de cocina y las revistas. Tengo de ambos por carretadas. Y los primeros eran los de  Karlos Arguiñano, cuando empezó a salir en la tele y tenía más pelo y mejores chistes que ahora. A pesar de lo de los chistes, es mi ídolo. Lo admito.
De los platos básicos y "fondo de armario", empecé a practicar otras florituras, y ya de ahí a la repostería, panes y mermeladas, porque el camino de la perdición es cuesta abajo y te embalas.  Y de mermeladas, aprovechando esta época en que los mangos son de aquí, de temporada y buenísimos, aprovecho para hacer ésta, que me encanta.
Ingredientes.
Un kilo de pulpa de mango
Un kilo de azúcar
Un limón grande pelado
Una vaina de vainilla.
50 ml. de ron bueno, por aquello del punto borrachillo.
Se tritura todo junto  menos la vainilla, se añade la vainilla y el ron y se pone al fuego, y a remover hasta que la mezcla hierva, durante unos 35-40 minutos. Pensad que aunque parezca un poco líquido, al enfriar se espesa más. En la Thermomix se programa a 100º, 30 minutos, vel. 5. Pero yo siempre la termino de hacer en el fuego porque tarda mucho en cuajarse.
Dura bastante en la nevera. Hay métodos para esterilizar las mermeladas y poderlas conservar  sin frío mucho tiempo, pero si no se hace todo el proceso a la perfección existe el riesgo de que la conserva tenga botulismo y una es muy mirada para esas cosas.
Normalmente es consumida con pan de molde que también hago yo. De verdad, qué asco de mujer.
Los caminos de la cocina son a veces inescrutables. Pero se divierte una mucho mientras los sigue, y mientras disfruta de los resultados. Ah, y no os preocupéis por el ron de la mermelada. El alcohol se evapora a 70º de cocción prolongada. O eso dicen.....

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