Con el verano se suceden, más aún, las celebraciones, que en esta familia somos muy de festejar, y una tiene muy poquitas ganas de encender el horno. El calor es el tema de conversación más socorrido en estos días, y el único modo de sobrellevarlo es bajar el metabolismo basal a niveles reptilianos y la actividad cerebral a umbrales de cretinismo, mientas una fantasea con el día 31 y con la ceremonia anual de desenchufar la clavija del fax. Las temperaturas altas me vuelven irritable y he desarrollado, con el tiempo, un arsenal de pequeños antídotos: ropa de color blanco, cualquier canción de ese fenómeno natural irrepetible que fue Tom Jobim, un helado de yogur casero (pondré recetas), y, sobre todas las cosas, apagar el móvil, que es lo que más me gusta hacer en el mundo.
Cuando nos íbamos de veraneo, siempre llegaba ese día que nos ponía tan nerviosos, en que había que cargar hasta los topes el 127 con las maletas de ropa, las cestas de comida y las macetas, y marcharnos para el apartamento del Rincón, entre diálogos del siguiente tenor:
-Pepita, ¿has cerrado la bombona?-Que sí, Joaquín. Que ya me lo has preguntado. Tres veces.
-Porque la última vez te dejaste el pivote para arriba. Y seguro que no has echado las persianas del dormitorio, y luego el sol se come los colores de las cortinas.
-Que síííííí, Joaquín. Las he bajado. Mira que eres cazoletero. ¡Y más pesao que una vaca en brazos!.
(Un aparte: para quien no lo sepa, cazoletero es el marido que no hace nada en casa, pero le corrige a la señora todas las faltas. Papá era un cazoletero de libro: cuando mamá barría, iba detrás de ella recogiendo pelusas con la mano y diciendo: "Mira lo que te has dejado. Y esto. Y esto". Sorprendentemente, nunca le abrieron la cabeza con el escobón)
-Y las llaves (papá empieza a tocarse en todos los bolsillos) ¡Ay, que no tengo las llaves! ¡Ay, que me las he dejado dentro! ¡¡¡Ay, Dios mío de mi alma!!!
-Las llaves te las has dejado en el asiento, Joaquinito. Y no te pongas así, que no se ha muerto tu madre. Ya se murió una vez, y en gloria esté. Tanta como descanso dejó.
-¿¿¿A que no nos vamos???
-¿¿¿A que sí???- decía mamá puesta en jarras, más chula que la puerta de Alcalá.
Y por supuesto que nos íbamos. Como todos los años. Yo asistía a este diálogo, impotente, con una frondosa maceta de aspidistra gigante entre los pies, cuyas hojas me tapaban la cara, camuflada como si estuviera en la guerra de Vietnam (y no muy lejos de dicha situación, de hecho) Y aburridísima, porque ya sabía el final, como en el "Don Juan Tenorio": si al final se salva y va al cielo, ¿para qué tanto ripio y tanta historia?. Al final, dejábamos atrás el asfixiante piso de Málaga y nos íbamos al Rincón, que, mucho menos edificado por aquella época, estaba muy fresquito. Y todo eran viajes del coche a la puerta y abrir las ventanas para quitar el olor a cerrado. Y salir a la terraza y ver el mar. En dos veces. Porque en los planos de mi urbanización todos los bloques daban al mar, pero luego se añadió un pegote con dos bloques más en el medio, incurriendo en lo que con el tiempo comprendí era una guarrería urbanística como el sombrero de un picador, y que nos partía el horizonte en dos. Me encantaba reencontrarme con mi mar partido por la mitad y salir a ver si ya habían llegado mis amigas, mientras papá y mamá se seguían dedicando al noble arte de chincharse mutuamente con el menor pretexto.....Y el paso del tiempo te vuelve tan tonto, que hasta esas discusiones te resultan entrañables.
Pues eso, que no tengo ganas de pasar calor, y he probado esta receta, tuneada del libro "Reposteria sin horno", de la (impronunciable) editorial Fackelträger.
Base:Pues eso, que no tengo ganas de pasar calor, y he probado esta receta, tuneada del libro "Reposteria sin horno", de la (impronunciable) editorial Fackelträger.
- 200 gramos de galletas de mantequilla
- 100 gramos de nueces troceadas
- 100 gramos de chocolate blanco o mantequilla
Relleno:
- 700 ml. de nata liquida
- 250 gramos de chocolate para postres.
- 1 sobre de preparado para natillas
- 100 gramos de azúcar.
- 100 gramos de nueces troceadas.
O.
-500 gramos mascarpone en vez de nata. En este caso no pongáis el sobre de las natillas. Ahora explicaré por qué.
- Galletas y mitades de nueces para adornar
- Azúcar granulado dorado Vahiné para decoración.
Triturar las galletas con las nueces. Fundir el chocolate blanco al baño maría, o la mantequilla, mezclar con las galletas y las nueces y cubrir el fondo de un molde desmontable de 26 cm. de diámetro, más o menos, apretando con una cuchara para que quede firme. Meter en la nevera una o dos horas.
Montar 600 ml. de la nata. Mezclar el resto con el sobre de natillas y el azúcar y calentar hasta que hierva. Apagar y añadir el chocolate, removiendo hasta que se funda. Dejar enfriar y añadir poco a poco la nata montada y las nueces.
Si se hace con mascarpone: Fundir el chocolate en un poco de leche a fuego muy lento, y mezclar con el azúcar, las nueces y el mascarpone.
Extender la crema sobre la base de la tarta y dejar refrigerar unas cinco o seis horas. Adornar al gusto.
La receta original era con la nata montada y sin las natillas. Pero yo se la añadí para que cuajase y fuera más fácil de transportar. Y cometí, en mi ceporrez, dos errores concatenados: usar mascarpone, y no uno, sino dos sobres de natillas. ¡Ole ahí!. Ciertamente no tuve ningún problema en transportar la tarta, pero luego, cuando ves que los comensales tienen que hacer "fuerza" para cortarla, evidentemente notas que no has logrado la textura deseada. Estaba muy buena y lo sé porque la probé, una vez que logré separar quirúrgicamente un trozo. Pero, como alguien la definió, por su concentración hubiese servido perfectamente como comida de astronautas. Quizá sería interesante ofrecer el proyecto a la NASA.... Así que hacedme caso, que así os saldrá muy bien, y no seáis tan apretados como yo.
En fin, la imperfección es la sal de la vida. Disfrutad mucho esta semana....
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