No hace tanto tiempo yo era una de esas felices criaturas que podían vivir sin Facebook. De hecho, la culpa de esto la tiene el blog, al que creé su correspondiente página. Y una se asoma al patio de vecinos virtual, y empiezan a pedirte amistad y te sientes la mar de importante. Y encuentras chistes graciosos y artículos interesantes que se comparten. Y luego llegan las peticiones de que le des "me gusta" a páginas de las que no habías oído hablar en tu vida y que pongas "amén" a peticiones diversas. Y te tragas según que infumable parrafada pseudofilosófica o cursi hasta el rechinar de dientes, de gente a la que no conoces de nada. Y asistes a unas broncas descomunales entre los facebookenses, normalmente a cuenta de cualquier chorrada de la que uno piensa blanco y otro negro, aunque concluyes que ninguno, en realidad, piensa nada en absoluto, por falta de instrumental para ello, y una se pregunta porqué la gente está tan revuelta y tan cabreada. Se observa además otro fenómeno muy curioso. Pongamos que cualquiera de nosotros quiere mejorar su vida. Porque las vidas siempre son mejorables. Pues tienes dos maneras de hacerlo. La primera, es trabajar en el ámbito concreto que necesita reformas, con ahínco y perseverancia, lo cual suele resultar engorroso y además uno se cansa mucho, para qué nos vamos a engañar. Por suerte tenemos el plan B: cuenta tu vida en Facebook y verás como mejora de manera instantánea y espectacular. Mano de santo. Con notables excepciones, yo no he visto nunca a nadie que exponga en Facebook o en Instagram una vida cochambrosa. "Aquí yo, tirando de fregona y limpiando lo que los guarripuercos de mis niños han derramado por el suelo". "Aquí yo, abriéndome las venas después de discutir otra vez con la bruja de mi suegra." "Aquí yo, en el acto de darme cabezazos contra la pared después de que un cliente me haya llamado por sexta vez consecutiva para preguntarme si puede dejar de pagar la pensión alimenticia de sus niños". Pues no. Lo que encuentras con bastante frecuencia es gente que se pasa la vida saltando de una terraza de bar a otra, de una comilona a otra y de un evento a otro, todo ello, a veces y para más inri, adornado con generosas dosis de afirmaciones positivas. Y, al parecer, colgado de su muro en tiempo real. Hace poco asistí a unas jornadas y tenía delante a dos personas que en vez de escuchar a los ponentes, los estaban grabando y colgando en la red. No se estaban enterando de nada, pero estaban allí y lo tenían que contar. Tengo identificados a algunos que son profesionales de la chachipirulez: en esas vidas naaadie se pone nunca malo, ni paga hipotecas, ni tiene hijos trabajosos. A ver, que a mí no me gusta que me estén llorando por las esquinas, pero lo que no es de recibo es que a una, que tiene una vida normalita de una de cal y otra de arena, y un cociente estadístico medio de envidia se le estén recochineando todo el día. Mira dónde estoy, tomándome unos vinos. Mira dónde estoy, bañándome en una playa paradisíaca. Mira dónde estoy, (etc., etc.,) Y TÚ NO.
Les odio.
Hombre, un poco de recato y de decencia, que tampoco hay necesidad de dejarla a una en la puritita miseria. Por cierto: no, no sois ninguno de vosotros.... pero, ¿a que os suena?
Para consolarme, estoy leyendo el magnífico -y por desgracia, último- libro de Umberto Eco: De la estupidez a la locura, donde pone a caldo a la sociedad que se ha creado a raíz de los avances tecnológicos y los nuevos modos de relacionarse. Lo recomiendo encarecidamente: reparte leña que da gusto.
Personalmente, yo sí me encuentro en un (permanente) intento de mejorar mi vida, pero prefiero el método lento en vez del método Facebook. Entre otras cosas, porque odio los selfies, y en general no me gusta nada hacerme fotos, y menos cuando estoy tomándome algo con los amigos, que siempre me sacan comiendo. Y entonces se da cuenta una de que la están enfocando, deja las mandíbulas inmóviles y sale con cara de hámster. No quiero dejar ese tipo de recuerdo a la posteridad, muchas gracias. Así que yo paso por aquí como una voyeur: cotilleo lo que pone todo el mundo, pero no suelto ni prenda. Se siente. Mis batallitas, para el blog.
Y como una de las cosas que están en proceso de mejora es la adquisición de hábitos saludables, voy a poner una receta que encontré en "El Comidista", que consiste en un paté vegetal de ingredientes muy recomendables y además muy rico, que se puede tomar en tostadas para desayunar, o para añadir a un plato de pasta, o para guarrear directamente en cuchara.
Ingredientes:
-Dos berenjenas medianas
-100 gramos de anacardos crudos o almendras crudas.
-50 gramos de tomates deshidratados.
-Un limón.
-Un diente de ajo.
-1/2 cucharadita de hierbas provenzales.
-Perejil, sal y pimienta.
La noche anterior ponemos los anacardos o almendras en remojo y los dejamos hasta la mañana siguiente. Se asan las berenjenas enteras en el horno precalentado a 200º, dándoles la vuelta a los quince minutos y dejando 10-15 minutos más, según veamos, hasta que estén tiernas.
Ponemos los tomates secos en una taza con agua y metemos al microondas a máxima potencia dos minutos. Sacamos, escurrimos y reservamos. Rallamos la piel del limón y exprimimos el zumo. En el vaso de la batidora o en la Thermomix ponemos las berenjenas, con la piel y todo, los anacardos escurridos, los tomates, el ajo, el zumo y ralladura de limón, un pellizco de sal, un golpe de pimienta molida y las hierbas provenzales. Trituramos todo, poniendo un par de cucharadas de agua si vemos que está muy espeso.
Se conserva en la nevera en táper y durará unos días más si lo cubrimos con una capa de aceite.
Que paséis, como siempre, una buena semana.....
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