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miércoles, 25 de enero de 2017

TARTA DE NATA PORTUGUESA

Llevo toda la mañana peleándome con las cláusulas suelo y las cláusulas abusivas, que tanto se llevan esta temporada, con las mangas algo más largas. Atiendo y hago llamadas y consulto la agenda. No entiendo nada. Cuando llevo media hora dándole vueltas, me doy cuenta por fin de que estoy mirando la agenda de 2014, que saqué hace dos días porque en la primera página tengo anotada la contraseña de Amazon. Está claro que necesito un descanso.  He llegado a un peligroso nivel de atocinamiento intelectual por saturación. Así que decido que me voy a llevar el cerebro de paseo a que le dé el aire y pille un poco de vitamina D, a ver si le brota inteligencia. Hace un día brillante y soleado, y descubro que hay gente en la playa, incluso bañándose. En el paseo marítimo se alternan los paseantes vestiditos de temporada con alguno que otro en bañador y chanclas. Curiosa visión para el mes de enero, aunque no del todo insólita en nuestra tierra, con playa non-stop los doce meses del año. Lo de la vestimenta playera me hace recordar cuando, al poco de colegiarme, estuve haciendo prácticas con un compañero que tenía, y tiene, su despacho en Torremolinos. Aquel despacho era una torre de Babel donde te encontrabas el paisanaje más variopinto que cabe imaginar. Había una señora que no cumplía los ochenta que se presentaba a ver al abogado vestida con lo que, si no era un biquini de leopardo y un pareo, lo imitaba a la perfección. Mi compañero tenía que advertir algunas veces a según qué cliente:
-Mira, Pepe. El día del juicio te vienes con unos pantalones largos.
-¿¿¿Hasta los pies???
-Aunque sean unos vaqueros. Pero limpitos. Y una camisa. ¿Tú tendrás alguna camisa, no?
-Oúúúú, vieooo. Pos yo creo que tengo una. De la boda de mi primo....nooooove la que hay que liá pa venir a juicio.
Otra vez un asiduo le preguntó a mi compañero:
-Mire usté, y la ayudanta de usté (servidora) ¿es mormona?
-¡Mormona! ¿Y porqué iba a ser mormona?
-Pos porque va mu tapá....... iiiillooo.
Según comprendí pronto, en determinados ambientes una mujer va "mu tapá", sea cual sea su edad, condición o formato, cuando lleva algo que sobrepase la camiseta de tirantillas. Claro, que en cuestiones de gustos y recatos, tampoco hay que pasarse al extremo contrario. En mi barrio había una farmacia cuya titular era extremadamente pía y recatada. Un día le llegaron unos carteles de publicidad de una leche maternizada, para poner en el escaparate, cartel en el cual, incongruentemente, desde mi punto de vista, se veía a un bebé mamando de un pecho. ¡Pavoroso dilema! ¿Pondría el cartel en el escaparate, induciendo a la lujuria a los transeúntes ante tan sicalíptica visión, en aras de la rentabilidad comercial? ¿O no lo pondría, satisfaciendo así su natural pudoroso,  mas perjudicando entonces la rentabilidad del negocio? La avispada señora adoptó finalmente una medida que hubiera hecho palidecer de envidia al mismísimo rey Salomón: pegó medio folio blanco sobre el pecador seno materno, y todos contentos. Claro, que luego hubo dos tipos de comentadores. Los de buena fe, que le preguntaban a la boticaria:
-Pepi, ¿y ese papel? ¿te han roto el escaparate?
Y los de cierta mala baba, como mi señora madre, que le preguntaba con las de Caín:
-Ooooyyyy, Pepi. ¿Para qué la has plantado a la teta el papel en lo alto? ¿Para que la muchacha no pille una pulmonía? ¡¡¡Maaaal toro te coja!!!
Doña Pepa no podía quedarse callada ni debajo del agua. Una vez, durante un viaje que hicieron a Galicia con otro matrimonio, allá por los primeros años cincuenta, entraron en una iglesia donde estaban diciendo misa, en un pueblo perdido y remoto. Se sienta doña Pepa y en ese momento una señora que estaba a su lado empezó a recriminarle con muchos aspavientos que entrase a la iglesia, ¡nada menos, Señor, que con pantalones!. Yo me imagino a doña Pepa muy digna, que cuando se ponía a fina no había quien la ganara, poniendo  la boca de culo de pollo que solía emplear en tales circunstancias, para espetarle después a la entrometida, tal y como contaba:
-Mire, señora. Quien está faltando al respeto es "usted". Porque en misa no se habla, y menos cuando están elevando la Sagrada Forma. Y no me salgo PORQUE-NOOOO-ME-DA-LA-GANA.
Hoy estas cosas hacen reir... Pero puestos a cometer pecados, éste cuya receta aporto no está nada mal. Después de todo, estamos en la última semana del mes de enero y los propósitos de enmienda van quedando ya algo difuminados. Así que pequemos, hermanos. Y mucho.
La receta es para un molde redondo de unos 20 cm. de diámetro. Para evitar fugas, no desmontable. Si es desmontable, la base de galletas la tenemos que pegar también un poco subiendo por los lados y así sellamos las junturas y no se escapa nada. El mío era más grande y lógicamente la tarta me salió más baja, pero igual de buena. Es sin cocción y divina. Divina de verdad.
Ingredientes:
--300 ml. de nata de montar. Fría de la nevera, para que monte mejor.
- 160 gramos de galletas María.
- 30-40 gramos de mantquilla sin sal.
- 100-150 ml. de leche condensada. Según guste de dulce. A mí no me gustan los postres demasiado dulces, aunque reconozco que tengo un gusto depravado e infantil por la leche condensada. No lo puedo evitar.
- 4 hojas de gelatina neutra.
- Canela en polvo.
- Fideos de chocolate para decorar, si se quiere. Yo no quise.
Lo primero que hacemos es triturar las galletas y reservar. Fundimos la mantequilla en un cazo o en el microondas y la mezclamos con la harina de galleta. Nos debe quedar una masa consistente. Cogemos el molde y lo forramos con papel film, que podemos mojar para que agarre mejor. Nos mojamos también las manos y vamos extendiendo la masa por el fondo y también subiendo un poco por los lados, especialmente si es desmontable. Lo llevamos un rato a la nevera y mientras ponemos las hojas de gelatina a hidratar en un cuenco con agua. Ponemos en un cazo la leche condensada al fuego, bajito para que no se queme, y cuando la gelatina ya esté blandita, la escurrimos y la añadimos hasta disolver. Añadimos también un poco de canela molida. Que vemos que la gelatina no se disuelve, como a mí, pues le damos a la mezcla un golpe de batidora. Porque si no es muy desagradable encontrarte en medio algo que tiene la consistencia de un plasticorro. Aparte, montamos la nata y se la añadimos al contubernio de la leche condensada, mezclando bien. Sacamos el molde con la base de galleta, le ponemos la mezcla de la nata por encima y a la nevera otra vez, procurando que asiente sobre una superficie completamente plana. Se deja enfriar unas cuantas horas hasta que solidifica, y entonces se le espolvorea más canela molida por encima y se disfruta un montón. Palabra. En casa nos la hemos repartido equitativamente: yo una porción de dos centímetros cuadrados y mis hijos el resto. Ha durado un suspiro.....
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Olvidad definitivamente los buenos propósitos de enmienda. Es tiempo perdido. En vez de eso, tenemos que reírnos más. La risa quema un montón de calorías y nos pone mucho más guapos.
Así que a ello.
Feliz semana,,,,

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